La vuelta a la nueve normalidad de la economía

La desescalada en Granada: crónicas en la fase 0

  • La ciudad abre la octava semana de estado de alarma con más ajetreo y negocios preparando la reapertura si se autoriza pasar a la fase 1

Un hombre entra dentro de su negocio con la persiana medio abierta para trabajar, pero no de cara al público

Un hombre entra dentro de su negocio con la persiana medio abierta para trabajar, pero no de cara al público / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

La vuelta a (cierta) normalidad tiene sabor y aroma de café. Por primera vez en más de 50 días escuché un "¿qué te pongo?". Son los trucos que se saben sólo los que han tenido que seguir saliendo a la calle para trabajar, por suerte o porque no les quedaba más remedio. Gente como los fotógrafos, que han visto la ciudad antes y ahora, y que tienen localizados los pocos negocios que han seguido abiertos en pleno confinamiento. Se trata de una panadería que también sirve cafés para llevar. Ya se la conocen periodistas, vecinos e incluso policías necesitados de cafeína en vena para aguantar las largas y tediosas patrullas de la ciudad sin gente.

En la octava semana de estado de alarma y primera de desescalada del confinamiento, Granada parecía una ciudad distinta a la del último mes y medio, pero tampoco era un lunes de febrero. Ni el ajetreo de cuando la palabra coronavirus se quedaba dentro de los laboratorios ni el silencio sepulcral de hace tres semanas. Era una ciudad preparándose para intentar ser lo que era, donde ya se permiten hacer obras en viviendas y locales privados. Por eso el ruido del taladro o de los martillazos empezó a imponerse al de los pájaros de Plaza Bib-Rambla. La fase 0 es más bien la pretemporada del pequeño comercio; la fase 1 los primeros amistosos; la fase 2 será el comienzo de la Liga; y la fase 3 la hora de saber si la cosa irá bien o mal.

Pero será difícil que todo vuelva a ir bien, a corto plazo, y ser igual en la vida general. A los negocios, todavía cerrados en su gran mayoría, les caen del techo los escaparates telones, no de acero, si no de papel de estraza, de periódico, o directamente les han dado brochazos de pintura blanca para que no se vea el interior. En algunos siguen vivos carteles de ánimo, de "pronto volveremos", pero de otros cuelgan reivindicaciones para no abrir en las condiciones que quiere el Gobierno. Y en la mayoría no hay nada: ni un hasta luego ni un hasta siempre. El futuro es incierto.

Una mujer prepara un maniquí dentro de su tienda Una mujer prepara un maniquí dentro de su tienda

Una mujer prepara un maniquí dentro de su tienda / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

En la célebre Barranco, La Casa de las Especias, había cola. Su dueño comenta que en el mes de abril vendieron lo mismo que en cuatro días de un mes normal. "En septiembre, sin el turismo, todo va a ser una ruina", dice. 'Ruina', una palabra tétrica, que cuando se dice va acompañada de la música del apuñalamiento de Psicosis. Se oye en casi cualquier tienda abierta a poco que se le pregunta a quien la regenta. Incluso a un Policía Local que charla con unos albañiles en calle Mesones mientras comprueban la documentación de una obra dentro de un edificio. Por las sonrisas, todo parecía en regla.

Transeúntes por las calles, pero sin destino claro al que ir, igual que cuando se permitieron los paseos el sábado pasado. Tantos y tantos por las calles pero solo por tomar el aire, por ir lo que quizás llevan semanas sin ver aunque sea la calle de detrás. Salvando las diferencias, era como el Berlín tras el final de la II Guerra Mundial: "¿A dónde van si está todo derruido?". Simplemente a respirar un poco de libertad.

Por la calle Granada parecía un parque geriátrico. Los turnos de salida decretados por el Gobierno parecen estar cumpliéndose y, salvo quienes trabajan, lo que se ve es gente mayor bien protegida con mascarillas, que cada vez se ven más. Acuden a comprar "con menos miedo que antes", comenta una mujer a otra ante una tienda en Puentezuelas, otrora una de las millas de oro de la capital.

Persianas que mantienen abierta una rendija y no esconden que dentro del local hay movimiento Persianas que mantienen abierta una rendija y no esconden que dentro del local hay movimiento

Persianas que mantienen abierta una rendija y no esconden que dentro del local hay movimiento / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

Una vía que con los años fue perdiendo prestigio comercial, que mantiene a duras penas ciertos locales de alcurnia y nueva modernidad, pero que también se prepara para poder empezar a funcionar el próximo lunes, que será cuando el Gobierno diga qué provincias cruzan la pasarela para iniciar la fase 1 del desconfinamiento. Por eso, además de obreros dando paluchazos, picando suelos, y agujereando paredes, la mitad de los locales tenían la persiana de entrada levantada a la mitad. Entraban latas de pintura en unos, cajas de zapatos en otros, equipos de limpieza en uno ya cerca de Recogidas. "Acabo de entrar en el local por primera vez desde el 20 de marzo. Voy a quitar el polvo aunque aún no sé si voy a abrir porque las condiciones no me convence, pero algo haré", explica un hombre de unos 40 años pertrechado con un EPI.

Dentro de una tienda de telefonía cerrada, una única luz alumbraba el mostrador donde una mujer tecleaba con gesto de concentración y parecía que también preocupación. Un limpiador daba una mano de agua con lejía en la persiana de Pull&Bear, donde la pantalla de entrada emitía los típicos reclamos comerciales de la marca de Amancio Ortega, y en el local contiguo se ve nuevo el cartel de 'alquilado'. Algo se mueve en la fase 0.

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