Patimonio en vivo

El don de Allah

  • Es impensable Granada sin la red de acequias que los ziríes, primero, y los nazaríes, después, crearon y mantuvieron en nuestra ciudad y en su Vega

Acequia de Aynadamar

Acequia de Aynadamar / Ángel Rodríguez Aguilera

Como todo el mundo sabe, la fundación (ex novo) de la ciudad de Granada en el siglo XI estuvo a cargo de una tribu beréber procedente del Marruecos noroccidental, los Banu Zirí que, a su vez, pertenecía a una confederación mayor de tribus conocida como los Banu Sinhaya, nombre que se podría interpretar o traducir como "los que proceden de los oasis" y que nos da una idea aproximada de la importancia que el asunto del agua tenía para nuestros padres fundadores.

La preocupación por el agua y el desarrollo técnico asociado a ella, a su uso, a su disfrute, a su distribución y a su aprovechamiento es uno de los elementos claves de nuestra ciudad, de nuestra civilización y de nuestra cultura y uno también de los más singulares de nuestra identidad como andaluces.

Es impensable Granada sin la red de acequias que los ziríes, primero, y los nazaríes, después, crearon y mantuvieron en nuestra ciudad y en su Vega. Desde la de más hermoso nombre, Aynadamar, la Fuente de las Lágrimas, que permitió el primer asentamiento en lo que llamamos la Alcazaba Qadima, la Alcazaba Antigua, pero que también daba agua a las huertas de la Cartuja y, con seguridad, a las que más tarde ocuparía el Hospital Real, hasta Axares, desde el Darro, que regaba el propio barrio y la zona baja del Albaicín, hasta llegar a una noria en la puerta de Elvira para llenar las calles de evocadores nombres; Azacayuela, Laurel del Boquerón… También desde el Darro, pero en su otra orilla, la Acequia Real, con su ramal del Tercio, para regar el Generalife y la Alhambra y, desde allí, Romayla, que llevaba el agua hasta la mismísima Mezquita Mayor, cruzando el Darro por un acueducto a la altura del Puente de los Barberos, donde el Corral del Carbón, regando huertas, moviendo molinos y batanes, limpiando las tenerías…y, desde las principales, hasta las más humildes; cientos de ellas más, con su infinidad de azacayas, qanats, alcántaras y alcantarillas, ramales, partidores, depósitos en forma de presas, azuds, albercas, aljibes, fuentes…. una toponimia rica y hermosa de origen árabe o amasihg siempre vinculada al agua; el don de Allah.

Y no se me olvidan las que venían del Genil; Arabuleila, Taramonta… y, sobre todo, la al Kubra, la Acequia Grande, que luego sería la Gorda del Genil, también del siglo XI y que aún recorre la Vega antes de entrar en la ciudad, para asomar, un poco humilde y maltratada, por el Paseo de las Palmas y convertirse en un superviviente fósil en la fábrica de harinas El Capitán, después de pasar por el Molino de Ganivet, uno de los muchos que jalonaban el recorrido de las acequias aprovechando sus desniveles y la potencia de su flujo. 

La Acequia Gorda es pura riqueza patrimonial, etnológica, arqueológica y paisajística y también, pura riqueza material para los regantes de la Vega que la cuidan y limpian y la aprovechan en esa maravilla de la agricultura que son los huertos que recorren, por las dos orillas, las riberas del Genil. Eso sí, riqueza hasta que entra en Granada donde el desarrollo urbanístico la ha encajonado machacado, ocultado y condenado.

Aquequia Gorda en Cenes Aquequia Gorda en Cenes

Aquequia Gorda en Cenes / J. Cañavate

Llega libre hasta la Cuesta del Pino, donde había un pino y ya no lo hay gracias a sus vecinos y a quien se lo permitió, y allí, se entuba en grandes rulos de fibrocemento haciendo desaparecer la riqueza de vegetación y sombras que en otro tiempo dieron vida a esa zona, luego aparece en el Paseo de las Palmas y, lo que pudiera ser un hermoso jardín de frescor y agua que se va adentrando en la ciudad, se convierte en un disparate de vía rápida de tráfico infernal, ruidosa, sin aceras, con un coche tras otro aparcado en su linde o sobre la propia acequia, con vallas de obra sucias cogidas con bloques de hormigón como pretil de su cauce, con basura amontonada; un horror, en fin, y perdonen el exabrupto, pero es que la actitud de este Ayuntamiento de Granada con el patrimonio que no está por donde los turistas pasean y consumen, no tiene otro nombre y ya que el Presidente de los socialistas andaluces, mi buen amigo Manolo Pezzi, se permite usar exabruptos como "tontopollas" para calificar al señor Feijóo, se lo merezca o no, me permito yo llamar porquería a lo que tiene liado el Ayuntamiento con un paseo que podría ser una joya, un hermoso rincón de descanso para unos ciudadanos que, cada vez más, huyen del centro saturado y cañí, un jardín de arboleda y flores como recuerda el nombre de una de las casas que junto a la acequia se levanta, Dar al nagua, y que solo es un desastre más de los muchos que llenan la ciudad.

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