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Todo lo que tres estudiantes de Arquitectura de la Universidad de Granada aprendieron entre chabolas

  • Buscan un terreno y recaudan fondos para ayudar a las personas que lo perdieron todo el pasado 23 de mayo en el incendio del asentamiento de Los Nietos, en la localidad almeriense de Níjar

Pablo López de Hierro, Carlos Espases y Lukas Isak, en la Escuela de Arquitectura.

Pablo López de Hierro, Carlos Espases y Lukas Isak, en la Escuela de Arquitectura. / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

Hay asignaturas que se aprenden fuera del aula. El granadino Pablo López de Hierro, de 24 años, el mallorquín Carlos Espases, de 23, y el italiano Lukas Isak, de 21, dividen su tiempo entre exámenes, idas y venidas a la Escuela de Arquitectura y un proyecto que quiere devolver la dignidad a las personas que se vieron afectadas por el incendio del asentamiento chabolista en el que subsistía, en la localidad almeriense de Níjar. Desde hace unas semanas recaudan fondos. “Si alguien sabe de un terreno que pueda ser cedido, que nos escriban a proyectoasentamientos@gmail.com”, pide Espases. “Es la máxima ayuda que nos pueden dar, buscar un sitio” en el que estas personas puedan vivir.

Tres estudiantes de Arquitectura y un asentamiento de chabolas arrasado. Este curso, dentro de la asignatura de Proyectos, se planteó ir a Níjar e intentar una “intervención temporal”, explican desde el otro lado del teléfono. La idea era algo que estaba pensado para el papel, para el campo de la teoría, para las clases. “Fuimos con la Escuela una vez” al asentamiento de Los Nietos. Después de esa visita López de Hierro, Espases e Isak regresaron tres veces más. “La última vez fue tres días antes del incendio”, recuerdan.

Han encontrado una motivación académica e incluso profesional en la arquitectura social. Recuerdan que se han desarrollado proyectos de repoblaciones en África, para acoger a poblaciones nómadas, para ayudar a los damnificados por terremotos en Japón... “Se trata de una arquitectura rápida, modular, quizá no era nuestra opción favorita, pero cuando hemos visto la oportunidad, nos hemos volcado”, señalan. Tienen claro que quieren continuar en el futuro con esta vía de trabajo.

Recuerdan que en Los Nietos la urgencia es el incendio, pero también “la precariedad” en la que viven estas personas, unas 600, inmigrantes, varones, que han construido sus chamizos de forma precaria y sin ningún recurso. “Tenían pinchada la electricidad, con los cables por el suelo. Cada vez que llueve hay chispazos”. Compran el agua potable, y la que se destina para el aseo se extrae de un pozo y se traslada en bidones con carretillas. “Y eso ocurre en España”.

El primer objetivo que se plantean estos estudiantes es que la situación de estas personas “deje de estar olvidada”. Recuerdan que en Níjar hay decenas de asentamientos, que los incendios no son infrecuentes, aunque la distancia entre chabola y chabola ayuda a evitar que se propaguen. No fue así en Los Nietos, que ardió de lado a lado.

La marginalidad “da alas a que la gente de la zona tenga miedo”, explica Espases. Junto a sus compañeros defiende que una intervención integradora con las poblaciones de la zona puede ser clave para solucionar el problema. “Lo que necesitan es tener que dejar de esconderse”, aseguran.

Para ello, defienden el papel del arquitecto. “Tiene que ser una intervención muy cuidada”, añade Isak, que subraya la necesidad de tener en cuenta “cómo viven, cómo se relacionan” para aportar. Las instalaciones básicas (luz, agua, higiene, alcantarillado) permitirán, según explican, que “puedan avanzar como personas”. “Una vez que hablas con ellos pierdes los prejuicios”, señalan mientras.

Se enteraron el incendio de Los Nietos, ocurrido el pasado domingo 23 de mayo, cuando estaban en la biblioteca. “Llamamos a las personas que conocíamos... lo habían perdido todo”, recuerda Espases. “Nuestra reacción fue hacer algo sí o sí. Ardieron 300 chabolas... A lo mejor han quedado tres, pero no se puede ir. Está todo perimetrado”. Algunas de las personas que vivían en el asentamiento duermen en la calle. Otros se han ido a poblados similares.

En ese “hacer algo sí o sí” decidieron abrir una colecta a través de una plataforma virtual. Comenzaron a pedir fondos para comprar materiales, “pero nos saltaron las alarmas de todo tipo”. Ante la posibilidad de acabar con más problemas en lugar de solucionarlos “ahora el proyecto va encaminado a buscar un terreno”, que no esté en uso donde se pueda buscar una solución de habitabilidad. “Se trata de buscar un lugar donde no nos vayamos a pillar los dedos y poder intervenir”, ya sea con una cubierta continua, con módulos o con la instalación de generadores de energía solar. “Empezó como algo a corto plazo, pero ahora vemos que se trata de algo que es a largo plazo”, añaden, al tiempo que agradecen el apoyo del Vicerrectorado de Igualdad, Inclusión y Sostenibilidad de la Universidad de Granada, con el que trabajar para establecer con la Universidad de Almería qué se puede hacer. “Se han volcado”, añaden sobre el papel de la UGR.

Hasta ahora han recaudado unos 2.900 euros. “Depende de lo que pase le daremos un uso u otro”, explican sobre este fondo. Si se consigue un suelo, se invertirá de una manera. Si no, el dinero “irá para ellos”. Saben que necesidades como la comida o la atención sanitaria están cubiertas por ONG o entidades de la zona, pero quieren que “lo nuestro no sea algo perecedero”, añade Espases, que reconoce que la experiencia “nos ha cambiado”. Hemos pasado de hacer casas sin límites de espacio o presupuesto a que nos digan que por hacer una chabola nos pueden denunciar”.

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