Granada

Dos sucesos graves conmovieron a Granada

  • Ni los accidentes laborales, ni la violencia de género son nuevos

  • Granada se conmovió con la muerte de Diego en las obras del Banco Hispano y el apuñalamiento de Amparo en calle Duquesa

Si contamos esto ocurrido en 1918 es para ver lo poco que avanzamos un siglo después. Ocurrió en una fría tarde del entonces lluvioso mes de febrero. En las obras que se llevaban a cabo en la recién abierta Gran Vía para la construcción del Banco Hispano Americano, mientras se trabajaba en una zanja de tierras movedizas, muy inestables por las aguas cercanas del río Darro, un desprendimiento provocó una catástrofe; cedieron los puntales, se rompieron las tablas y fueron atrapados varios obreros. Algunos pudieron escapar, quedando en el fondo tres: Andrés Torres, Juan Escobar y Diego Moldero; este último, de treinta años de edad, resultó cadáver, certificándole muerte por asfixia al quedar sepultado. Al suceso acudieron el arquitecto del banco Ángel Casas, el contratista Antonio Contreras y el doctor Olóriz con otros facultativos de la Casa de Socorro. Enseguida se agolpó en la Gran Vía un gran número de curiosos y entre ellos la mujer de Diego que reconoció desconsolada y entre llantos el cadáver de su esposo; una hora antes le había llevado el almuerzo a su marido, además acababa de ser madre por cuarta vez el mes anterior. Una tragedia que conmovió a Granada entera y sobre todo al barrio del Albaicín en el que vivía, y al Realejo, barrio del que Diego era sereno suplente. Menos mal que el contratista Contreras costeó el entierro y gratificó a la viuda con 75 pesetas. Y ya está todo arreglado ¿no?

La Junta general de trabajadores celebrada días después acordó, entre otras cosas, dar el pésame a la familia del compañero muerto, abrir una suscripción para socorrerla, protestar enérgicamente contra los malos tratos que el encargado de las obras del Banco Hispano daba a los obreros y contra las deficientes medidas de seguridad en la obra.

Los periódicos preferían guardar papel y tinta a los largos y tediosos discursos políticos

Un mes después, y cuando aún Granada no salía de su última tragedia, era apuñalada en la calle Duquesa Amparo S.V. cuando iba acompañada de su nuevo amante; venía de buscar trabajo como sirvienta en una casa de las Vistillas. Al parecer su marido Emilio P.V., del que andaba separándose por haber sido varias veces maltratada e incluso amenazada de muerte, movido por los celos, abordó a la pareja; se entablaron en acaloradas discusiones y forcejeos, hasta que el novio sacó una navaja barbera, hirió a Emilio y huyó corriendo. Solos quedaron marido y mujer, fue entonces cuando Emilio le asestó trece puñaladas en muslo, brazo, cabeza y cuello con una navaja. Ingresada Amparo en el Hospital de San Juan de Dios su pronóstico era muy grave. El propio Emilio, que por entonces contaba 29 años, fue detenido por un oficial del Regimiento Lusitania que casualmente pasaba por allí y por las heridas que el amante de Amparo le produjo en el forcejeo fue también ingresado en el mismo hospital.

La tal Amparo venía denunciando las amenazas en la llamada entonces Jefatura de Vigilancia. A pesar de los consejos del comisario señor Martos, el matrimonio no llegaba a entenderse. Ella incluso para evitar agresiones se marchó de su domicilio en Nueva de San Antón para ir a vivir con su prima en la portería de la iglesia de San Jerónimo. Hizo lo que pudo. El caso pasó luego al Juzgado del Sagrario. Yo no sé cuánto hemos progresado, porque cien años después parece que no vamos muy deprisa, ni en la lucha contra la violencia llamada de género, ni en la seguridad en el trabajo, creo.

En Granada sabemos mucho del arquitecto Ángel Casas, y mucho más del doctor Olóriz, pero poco de las muchas apuñaladas por celos que se atendían en los hospitales; ni de los obreros sepultados en las obras que se subían entre llantos por el Paseo de los Tristes al cementerio de San José. Los periódicos preferían guardar papel y tinta para los largos y tediosos discursos de los políticos de moda.

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