Granada

La última noche con humo

  • Granada dio la bienvenida al 2011 con una Nochevieja pasada por agua que no restó ambiente a la tradicional cita de la Plaza del Carmen para tomar las uvas y aprovechar la última madrugada de libertad de los fumadores

Comentaba en el pub un amigo que el 2011 es el año del "virgencita, virgencita, que me quede como estoy". Quién iba a predecir hace una década que en un país famoso por su picaresca los españoles se iban a poner de acuerdo para pedir trabajo con las uvas de esta Nochevieja. Aunque después, con el correr de las horas y el alcohol, las prioridades pudieron ir cambiando, las supersticiones para la cena del viernes iban más por la moneda en la copa de champán que por el tanga rojo.

Con independencia de lo que deparen los 364 días restantes, la madrugada del sábado fue la última noche de felicidad de los fumadores. Por lo menos en la Plaza del Carmen y en los bares del centro los adictos al tabaco disfrutaban de la lujuria del combinado de alcohol, humo y calor con la incertidumbre de qué pasará en los próximos días. ¿A partir de qué momento exacto uno tiene que salir a echarse la caladitas en la calle? ¿Qué pasa con los presos, no pueden fumar en las sus celdas por ser un espacio estatal? Cuando se es nuevo en una ciudad, ¿cómo saber si hay un colegio cerca? Si no se puede fumar, ¿retirarán las máquinas de tabaco de los bares? ¿Qué harán los que se dedican a ese negocio?

Un país donde puede haber más humo en los bancos que en los bares demuestra que puede haber cambios. Desde las doce uvas hasta el propósito de soltar cuanto antes los kilos que se han ganado con las cenas navideñas y algunos más, los brindis por la salud y los 1 de enero con resaca, aunque todos los años se repiten los mismos rituales y los mismos tópicos, este año la Nochevieja ha traído algunas peculiaridades.

La corporación municipal volvió a repartir las mismas bolsas de cotillón a los que acudieron a la Plaza del Carmen para tomarse las uvas. Las miles de personas que se dieron cita allí pudieron ponerse los mismos gorricos y antifaces de cartones acharolados, tirar las mismas serpentinas de papel y felicitar el año nuevo a todo bicho viviente que se encuentre alrededor, pero en esta ocasión se tuvieron que conformar con escuchar las campanadas al ritmo de los cascos del caballo. Y chimpum.

La lluvia con la que salió 2010 y entró 2011 obligó a suspender el tradicional concierto que el Ayuntamiento programa todas las nocheviejas.

La medida evitó que los músicos pasaran a los anales de la historia de Granada como las primeras víctimas de 2011 pero no logró enfriar el ambiente la Plaza del Carmen, que no vivió una celebración así en todo 2010, ni tan siquiera con el ascenso del Granada.

Había muchas ganas de fiesta, mucha sidra, destilados y público de todo tipo y edades. Dentro de la variedad de celebrantes que se toman las doce uvas en la puerta del Ayuntamiento, cierto es que hay un predominio de fiesteros que no están empadronados en esta ciudad.

Y para muchos de estos turistas 2010 debió pasar tan rápido que muchos empezaron el 2011 dispuestos a no peder ni un minuto de los próximos 365 días. Uno de ellos era Manolo Matías, que llegó a las puertas del Ayuntamiento procedente de 0lula del Río y dispuesto a darlo todo. Esa noche había conocido, a través del grupo de amigos comunes, a una casi paisana, Juani Martínez, de Purpil. Aunque llegaron a las doce menos dos minutos, antes de las dos de la mañana Manolo le preguntaba si tenía Facebook e insinuaba que había "una buena manera de terminar el año".

Los que terminaron o empezaron la noche de forma salvaje, según se mire, fue una pandilla de adolescentes que no tuvieron mejor idea que lanzar por los aires una de las numerosas botellas de cristal que dejó en la plaza la tradicional costumbre del botellón. Uno de los trozos impactó en la cabeza de Lola Rodríguez, otra de las amigas de Purpil, y los guardias jurados aconsejaron desalojar el lugar.

Hacía ya casi una hora que en los bares, pubs y tugurios se guardaba cola para conseguir una copa. La opción del cotillón había desaparecido prácticamente esta Nochevieja, por lo menos entendido a la antigua usanza. Las discotecas de moda y algunos bares que se asociaron para la ocasión sí ofrecían la posibilidad de una Nochevieja con barra libre o exigían el pago de una entrada con una primera consumición más cara de lo habitual. La mayoría de los locales optaron por abrir sus puertas sin cobrar nada. Incluso algunos restaurantes, como el Botánico, se sumaron a esta alternativa para hacer caja en una noche en la que todo el mundo tiene que pasárselo bien.

Así entró un año en el que Granada y España escuchaban las campanadas y miraban los modelos de Sara Carbonero o Pedro Lara esperando un milagro a gran escala. Con un balance 'regulero' y unas expectativas inciertas, temiendo por lo que se tiene y lamentando lo que se perdió, ante la posibilidad de que se imponga el copago hasta para rezar, la penas flotaron en el alcohol hasta altas horas de la madrugada.

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