GRANADA CF | RAYO VALLECANO

El baño de un equipo de Primera

  • El Granada necesitará un milagro para meterse en la fase de ascenso tras caer ante el Rayo Vallecano, que muestra las hechuras y el juego de un conjunto que va a estar en la máxima categoría el curso que viene

Salvador Agra trata de llevarse el balón a duras penas ante un rival.

Salvador Agra trata de llevarse el balón a duras penas ante un rival. / REPORTAJE GRÁFICO: ÁLEX CÁMARA

Se acabó. Esto se acabó. El Granada no subirá este año a Primera División. La promoción ya se queda a cinco puntos de distancia con doce aún por jugarse. Pero más que por números, este equipo no va a ser de élite en la 2018-2019 porque su juego no ha dado para ello, sobre todo en los últimos dos meses, en una crisis que ya empezó a barruntarse en los estertores de la era Oltra. La gran diferencia entre un equipo que se dice aspirante y favorito a subir a Primera se vio ayer plasmada en el terreno de juego. El Rayo Vallecano le dio un auténtico baño a los rojiblancos, en intensidad, en ideas de juego, en creación de ocasiones de peligro, en todo lo que conlleva un partido de fútbol...

Quizás sea aquello que el debutante Miguel Ángel Portugal dijo en su presentación: la inercia positiva. El Rayo la tiene. Alberga en su interior esa confianza que le hace llevarse todos los balones, moverlos bien, y estar seguros de que tarde o temprano, su forma de jugar dará sus frutos. Y lo maduraron, lo doraron, y lo asaron durante la primera parte hasta que en la segunda, en el momento oportuno, asestaron la estocada definitiva. El 0-1, apenas pasado el cuarto de hora, acabó con toda esperanza rojiblanca, a pesar de que Espinosa tuvo el empate en sus botas en una doble ocasión desbaratada por Alberto García apenas dos minutos después del tanto rayista. Tampoco hubiera sido justo, porque ya el conjunto madrileño era superior al Granada. En la primera entrega del encuentro prevalecieron las tácticas, cada una encaminada a destruir el juego del oponente. Un duelo que tenía fecha de caducidad, porque los locales podían contener aseadamente a los de Míchel, pero de medio campo en adelante no había manera de hacer cosquillas. El guión era el mismo ya conocido con los anteriores técnicos: balones a Agra y a Machis. Muy previsible todo.

El rival del Granada lo fue madurando todo sin ser un dechado de ocasiones peligrosas. No hacía nada pero a cada posesión larga que tenían, más iba creciendo su confianza. Se llevaban más balones divididos, sus mediocampistas se empezaban a encontrar, con un canterano a la cabeza como Fran Beltrán, que menuda joya han sacado de su factoría. Hubo intentos de Trejo y Unai López resueltos por un Varas que volvía a vestirse de corto, y que intervino más de lo que los acercamientos del rival vaticinaban. Aún así, el Rayo había plantado su semilla.

Esta germinó al abrazo de una lluvia intensa que empezó a caer torrencial y a rachas al descanso. Dio la impresión de que al equipo le pesó como una losa la tormenta y rememoró el quiero y no puedo de Huesca, de nuevo obligado a ir a por el triunfo ante un equipo superior. El agua dio rapidez al campo y la semilla brotó en forma de baño de fútbol y ocasiones. La colocación y el medio buen hacer del Granada hasta el descanso desapareció. El Rayo piensa y mueve rápido. Los locales necesitan presentar una solicitud para saber lo que hacer con la pelota. Mal negocio con el campo empapado. Beltrán y Trejo volvieron loco a un centro del campo que no sabía qué hacer, desarbolado. Primero Raúl de Tomás se atrajo las atenciones para dársela a Bebé, solísimo en la frontal para tirar porque el equipo estaba roto tan pronto. Superaron el amago de empate de Espinosa para poco después trenzar una jugada al primer toque, con Chico Flores desubicado, que culminó Trejo en combinación con otros tres compañeros. 0-2 y adiós, el público empezó a abandonar Los Cármenes. Un chaparrón, vale. Dos, a esas horas de la noche, son difíciles de aguantar. Entregado y derrotado el ejército rojiblanco, lo intentó por obligación y sin convicción, superados por colectivo por el rival que pudo sentenciar en dos mano a mano. Pitos al final y directores deportivos en la grada pensando en el año que viene.

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