Mundo

¿Logrará Gordon Brown evitar una derrota histórica del laborismo?

  • Los últimos sondeos muestran una insólita recuperación del primer ministro al que beneficia la mejora económica del país · Después de las previsiones en sentido contrario, la campaña será reñida

Por primera vez desde 1992 los analistas y sociólogos del Reino Unido no son capaces de predecir qué partido ganará las elecciones. La sorprendente recuperación económica del país ha sido un caramelo caído del cielo para Gordon Brown.

Las elecciones en el Reino Unido están que arden: escándalos financieros, crisis económica, medidas más o menos impopulares... Gordon Brown sube puntos al mando de los laboristas contra todo pronóstico.

Hace unos meses parecía una utopía que los laboristas ganasen las elecciones, y sin embargo ahora están a punto de darle la vuelta a la tortilla. Joe Twyman, presidente de la empresa de sondeos YouGov, afirma que hay que tener en cuenta que las encuestas siempre tienden a converger. El año pasado a estas alturas Cameron le llevaba 15 puntos de ventaja a Gordon Brown, un porcentaje que ni siquiera líderes de la talla de Tatcher o Tony Blair consiguieron adquirir cuando ganaron las elecciones. Algo parecido ocurrió en las últimas elecciones de EEUU donde un año antes de que empezaran todas las encuestas daban mayoría a la candidata Hillary Clinton y conforme fueron avanzando la brecha entre Clinton y Obama se estrechó acabando con la victoria del actual presidente.

Twyman comenta que esto se explica porque las encuestas predicen que un partido va a perder, sus votantes deciden ponerse las pilas y apoyarlo. "Cuando no está claro el ganador, la gente tiene que decidir a quién va a votar", afirma Twyman.

Pero la mayoría de encuestadores del Reino Unido afirman que la economía es la principal razón que decidirá quién va a ganar las elecciones. En las elecciones del 2005 los factores sobre los que giraron las campañas fueron impuestos, educación o salud pero este año es distinto. Quizás porque el Reino Unido, al igual que el resto de Europa está inmerso en la crisis económica más profunda desde los años 30. Resulta curioso que cuando se le pregunta a los votantes si piensan que Westminster puede influir en la economía del país, la mayoría de ellos responde que no.

El Reino Unido, a diferencia de otros países del Sur de Europa como Grecia y España, donde una gran parte de los trabajadores son funcionarios, tiene una economía muy flexible, variable y privatizada, por lo que está aguantando bien la crisis europea. Y parece que Gordon Brown, hombre astuto en economía, se ha atribuido el mérito de la pequeña recuperación económica.

Twyman apunta que ahora la "situación ha mejorado bastante pero que puede seguir mejorando o volver a empeorar, dado que la economía es cíclica. Si sigue subiendo, los laboristas seguirán consiguiendo puntos, pero si baja, sin duda los conservadores volverán a estar por delante".

Colin Gordon, profesor en The London College, periodista free lance y ex corresponsal de la BBC en América Latina, afirma a este diario que Gordon Brown no llega al electorado. "No tiene ni idea de comunicar, y eso es esencial para un líder. Por ejemplo, Obama ganó porque suponía un contraste muy pronunciado con Bush y McCain. Una persona nueva, atrayente y magnética, cualidades de las que Brown carece". El periodista también señala que su baja popularidad se debe a que Brown es escocés. "No tengo nada contra los escoceses, pero Escocia tiene su parlamento soberano y el hecho de los escoceses dominen la política del Reino Unido no gusta a muchos votantes", añade Gordon.

David Sunderland, doctor de la facultad de Business de la Universidad de Greenwich, afirma que el electorado se siente decepcionado con Brown porque el pertenece a la "clase alta" mientras que Blair era un líder de clase media y cercano al pueblo. Gordon sostiene que todo el círculo político que apoya a Brown proviene de las elitistas universidades de Oxford y Cambridge, referencias con las que la clase trabajadora, el cimiento electoral del partido, no se siente identificado. Por lo que en palabras de Sunderland, "el partido laborista se ha convertido en un partido fallido y en una gran decepción".

Aunque no son sólo las escasas cualidades personales de Brown las que han llevado al declive del laborismo, sino también sus actuaciones. "Gordon Brown culpa a los bancos británicos de la crisis económica, pero todo el mundo sabe que al principio de su legislatura, y siendo ministro de Finanzas, él y Blair eran los aliados de los banqueros, regalándoles el libre mercado. Se queja del sistema que él mismo ha creado, y ahora el creador del sistema pide control porque no es capaz de regularlo", señala Sunderland.

Brown no sólo encuentra recelo en las bases de su electorado, sino también dentro de su mismo partido. En este sentido, Sunderland comenta que "el partido laborista está divido en dos corrientes desde que Tony Blair se fue: los llamados old labours (viejos laboristas) que quieren continuar con la política de Blair y no introducir cambios, y los new labours (nuevos laboristas), quienes siguen a Brown y proponen nuevas ideas. "Brown asegura que él representa el cambio, pero no es así porque lleva en el poder dos años y no ha habido cambio, sino decaimiento", señala Gordon.

El plan económico que Brown diseñó bajo el mandato de Blair funcionó durante las dos primeras legislaturas de los laboristas y en el primer trimestre de su mandato, pero Rodney Barker, doctor de la London School of Economics, una de las instituciones más prestigiosas del Reino Unido, analiza que "en los primos años del mandato de Blair, el Gobierno se benefició de un superávit económico que despilfarró en agendas sociales que acarrearon un gran déficit en las cuentas".

Barker, Professor of Government en la London School of Economics & Political Science, (LSE) afirma que la principal causa de la recesión en el Reino Unido se debe a la enorme cantidad de fondos públicos que se han debido destinar a evitar el hundimiento de las instituciones financieras. En opinión de Sunderland, "Brown ha malgastado el dinero. Uno de sus fallos fue invertir fondos públicos en la sanidad, aumentando el salario de los doctores (uno de los más altos de Europa), en lugar de facilitar infraestructuras y medicinas".

Crisis económica, pérdida de identidad, pérdida de votantes, poco carisma… parece que a Brown se le ha juntado un cóctel que resulta demasiado fuerte para los británicos. La pregunta, entonces, cae por su propio peso: ¿por qué no han aparecido líderes dentro del partido que le hagan oposición a Brown en vez de resignarse a perder las elecciones?

En opinión de Sunderland, "aunque mucha gente querría clavarle un cuchillo, nadie se atrevería a reemplazarle". Y es que los laboristas tienen muy presente lo ocurrido en el Partido Conservador cuando Michael Heseltine encabezó una rebelión abierta contra Margaret Thatcher por su política de privatizaciones. Obviamente, Heseltine deseaba lo mejor para su formación pero lo único que consiguió es que un conservador mucho más tibio (John Major) se convirtiera en el sucesor de la Dama de Hierro. El pueblo británico ve con malos ojos que haya confrontaciones internas, y dentro del propio partido no es agradable convivir con miembros que se pasen el día atacando al líder.

Obviamente han salido algunos nombres para reemplazar el escaso talento de Brown, algunos como Jack Straw o David Miliband. En opinión de Sunderland, "podrían ocupar su puesto por un periodo de tiempo de un año si ocurriese algo inesperado, pero presentar un nuevo líder seis meses antes de las elecciones es una locura, ofrece una imagen de partido desesperado y poco serio".

Entonces, ¿cuál es la receta milagrosa que los laboristas tienen bajo la manga para ganar las elecciones? Los tres expertos afirman que "solamente si surge un gran escándalo dentro del Partido Conservador, por ejemplo que su líder David Cameron tenga una amante, podría haber un atisbo de esperanza para los laboristas". O que la credibilidad de Cameron empiece a mermar.

Pero si la cuestión va de escándalos los que se llevan la palma son los laboristas. Si algún partido ha salido perjudicado por las revelaciones del diario The Daily Telegraph sobre los gastos personales que numerosos diputados han endosado al erario público, quizá el más espectacular sea el del laborista David Chaytor que pidió 13,000 libras del dinero público para pagar una hipoteca que ya había pagado. Gordon explica que el escándalo se intentó vender porque "el Estado tiene la obligación de dar una casa a aquellos parlamentarios que trabajan fuera de Londres y tienen que acudir todos los días al Parlamento". Obviamente, no incluye pagar una casa que ya había sido comprada.

Aunque no sólo los problemas con la mala utilización de los fondos públicos han salpicado al laborismo, también algunas cuestiones legislativas. La revista británica Private Eye publicó un artículo sobre Patricia Scotland, la actual Abogada General para Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, autora de una dura legislación contra la inmigración ilegal mientras ella mantenía a una ilegal para limpiar su casa. "La máxima autoridad crea una ley que ella misma no es capaz de cumplir. Escándalos de este tipo han acabado con la reputación de los laboristas", sentencia Gordon.

¿Cuál será el futuro del laborismo inglés? Difícil de predecir. Los expertos coinciden en que hay que tener en cuenta que el Partido Laborista fue fundado a finales del siglo XIX con el apoyo del socialismo y de los sindicatos. Pero el mundo ha cambiado, las ideologías son cada vez más difusas y los laboristas ya no cuentan con la fuerza de los sindicatos.

La derrota laborista, si finalmente se produce, puede ser, paradójicamente, un importante punto de inflexión. Tras las elecciones, el laborismo deberá buscar un nuevo líder y poner caras nuevas al frente del partido; recobrar los principios de izquierda con los que fue fundado dejando un espacio de maniobra al ala izquierdista; no volver a caer en escándalos que dañan su imagen pública y, sobre todo, aportar soluciones para resolver o al menos mermar el impacto de la crisis económica.

Las próximas batallas electorales ya no serán un pulso entre ideologías contrapuestas sino entre los gestores que mejores propuestas ofrezcan para resolver la crisis económica.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios