Sahara occidental 33º aniversario de la creación de la República Árabe Saharaui Democrática

Las armas se imponen al diálogo

  • La gran mayoría de los jóvenes de la ex colonia española se inclinan por volver a la lucha armada, desencantados por lo que consideran una "inútil" búsqueda de una solución política con Marruecos

La población saharaui celebró ayer el 33 aniversario de la creación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), cuyos dirigentes militares advirtieron de que están "preparados para la guerra" y que, si ésta llega, alcanzará todo el territorio marroquí.

El acto oficial central de las celebraciones tuvo lugar en la localidad de Akhacha, a 20 kilómetros de Tifariti, en la zona del Sahara Occidental bajo control del Frente Polisario, con un desfile en el que participaron cerca de 2.500 efectivos.

Los jóvenes saharauis, ya sean de la generación anterior a 1975 o nacidos en los campos de refugiados, se inclinan en su gran mayoría por la vuelta a las armas y consideran "inútil" la búsqueda de una solución política.

En los campamentos de refugiados los saharauis están muy politizados e impregnados desde la más tierna edad por el sueño de la recuperación de su tierra junto al océano Atlántico.

Los niños de la hamada, la parte más dura del desierto argelino, aprenden desde muy pequeños palabras como "independencia, derechos humanos y ocupación" y las recitan de memoria en los cantos que van aprendiendo mientras juegan con cualquier cosa entre las ariscas piedras de esta parte del Sahara.

En el campamento de Esmara, el más poblado de los cinco, viven desde hace 34 años cerca de 160.000 refugiados. Uno de ellos es el comerciante Mohamed Sadek, quien sintetiza en una frase la convicción de la mayoría de los saharauis de su edad. "Lo que ha sido tomado por la fuerza no puede ser recuperado más que por la fuerza, el ruido de un tiro de fusil resuena mucho más que los discursos de cien congresos", dice.

Sadek es consciente del peso y la gravedad de sus afirmaciones, pero recalca que espera con impaciencia una orden del Frente Polisario para emprender la lucha armada, aunque añade que seguirá las instrucciones del movimiento independentista "con la más rigurosa disciplina".

Para justificar sus palabras, eleva un dedo y dibuja un semicírculo que abarca gran parte de Esmara, donde nacieron sus dos hermanas pequeñas y donde su familia sobrevive en condiciones precarias. "Cuando se vive en la miseria más total, contando sólo con la caridad para comer, vestirse o curarse, mientras que, apenas a unos cientos de kilómetros, tu país vive bajo la ocupación, con sus numerosas riquezas expoliadas, sólo queda una única opción: batirse hasta el fin para recuperar lo que legítimamente te pertenece", argumenta.

Otro joven, Hammoudi, apoyado junto a un muro del que cuelga una enorme bandera con la inscripción "Bienvenido Christopher Ross, portador de una luz de esperanza para una solución justa", comparte la opinión de Sadek, aunque se muestra también partidario de darle otra oportunidad a las negociaciones políticas.

Ross es el nuevo enviado especial de la ONU para el Sahara Occidental. Llegó el pasado sábado a los campos de refugiados y se entrevistó el domingo con el presidente de la RASD, Mohamed Abdelaziz.

En sus declaraciones, tras reunirse con el presidente, dijo que pretende llegar a una solución que tenga en cuenta el derecho de autodeterminación saharaui. Lo que ha caído en los campamentos como la ansiada agua de la lluvia sobre la hamada.

"Hay un tiempo para la guerra al igual que hay un tiempo para la estrategia política y pacífica. No queremos ser los primeros en retomar las hostilidades", comenta Hammoudi, que depositó ciertas esperanzas en el nuevo enviado de la ONU.

El joven refugiado insiste en que los saharauis desean que la opinión internacional sea testigo de su voluntad de resolver el conflicto con Marruecos, en primer lugar, a través del diálogo. "Pero en caso de necesidad imperiosa, toda la población está y estará atenta para volver a las armas", advierte.

Cheja, uno de los cientos de saharauis que dejaron los campamentos cuando eran niños para estudiar durante años en Cuba con la ayuda del Gobierno de ese país, coincide también con sus compañeros. "Llevamos muchos años intentando encontrar una solución con el diálogo, pero la gente está ya cansada de buenas palabras", subraya.

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