Crítica musical

Onofri y la OCG dan la bienvenida al otoño

Onofri y la OCG dan la bienvenida al otoño.

Onofri y la OCG dan la bienvenida al otoño. / R. G. (Granada)

El segundo concierto de septiembre de la Orquesta Ciudad de Granada trajo a Granada a Enrico Onofri, uno de los violinistas y directores barrocos más renombrados del panorama actual. Efectista y festivo, Onofri imprimió un carácter brillante a un programa con obras del preclasicismo europeo.

Algo de lo que tiene que tomar conciencia el oyente es de la voluntad interpretativa del director de orquesta. Afortunadamente, una partitura no es un código cerrado de comunicación que no admite modificaciones ni incorporaciones; por el contrario, lo verdaderamente interesante asistir a la propuesta interpretativa que de una determinada obra puede ofrecer cada intérprete, imprimiendo su carácter y construyendo su propia versión mientras que no traicione la idea original del compositor. En este sentido, Enrico Onofri no defrauda, pues desde un profundo conocimiento de la técnica y del repertorio, devuelve a la vida obras del pasado desde una visión coherente y muy fresca.

La velada se abrió con el Concierto para violín y orquestra en Sol mayor HOB VIIa:4 de Joseph Haydn, que Onofri dirigió a la par que interpretaba la parte solista. Desde los primeros compases de esta obra temprana de Haydn, Onofri imprimió un carácter dinámico a la orquesta, que todavía en este temprano clasicismo se alterna a modo de ritornello con la parte solista. Sus intervenciones estuvieron cargadas de preciosismo y perfección técnica, sin desdeñar en todo momento la musicalidad y el aire cantable de las melodías.

Le siguieron en la primera parte dos obras de excepcional preciosismo. En primer lugar, escuchamos la Chaconne en Do menor de Antonio Sacchini, delicada en su estructura y bella en su desarrollo motívico. Le siguió una de las sinfonías de Michael Haydn, la número 39 en Do mayor, en una interpretación llena de viveza y efectismo, con especial atención al juego de los vientos y la percusión, ya que el autor establece un interesante diálogo con las cuerdas. Enrico Onofri equilibró magistralmente los efectivos tímbricos de la OCG, trasmutada en orquesta tardobarroca para la ocasión.

La segunda parte se abrió con la Sinfonía en Re mayor K. 19 de Wolfgang Amadeus Mozart, una obra temprana del autor donde todavía se muestra cómo el autor estaba fijando la estructura de la que sería una de las formas predilectas del clasicismo. Sencilla en su concepción y breve en su desarrollo, resulta un buen ejercicio tímbrico, particularmente para las cuerdas, donde se carga gran parte del peso de la partitura. Mención especial tiene en estas obras, anticipo del clasicismo, la permanencia del bajo continuo, desarrollado con maestría por Darío Moreno.

Tras Mozart, escuchamos la breve Sinfonía en La mayor de Sammartini, uno de los precursores de esta forma. Y cerrando el concierto pudimos apreciar la más evolucionada y madura de las obras del programa, la Sinfonía núm. 26 en Do menor op. 41 del genial Luigi Boccherini, un autor que supo implementar en su repertorio las innovaciones europeas y ponerlas al servicio de la corte española en las postrimerías del siglo XVIII. Nuevamente, Enrico Onofri desplegó toda su habilidad interpretativa, equilibrando los tempi y exponiendo con limpieza y claridad los motivos melódicos de cada movimiento. Destaca por su belleza y aire danzable el trío del tercer movimiento, Minuetto, interpretado por la sección de vientos, y el Finale: Allegro, de gran optimismo y viveza.

Como viene siendo ya tradición en cada arranque de temporada, el ciclo de otoño de la OCG de este año ha traído a grandes maestros de la interpretación de la talla de Koopman y Onofri, ofreciendo toda una lección de autenticidad interpretativa y calidad musical y dejando un buen sabor de boca para lo que está por venir.

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