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Destellos renovados sobre clichés clásicos

  • Las versiones músico-escénicas de 'El amor brujo', de la Fura, y el 'Human Requiem, compiten en la edición de este año con un variado programa sinfónico y de ballet

Como en todas las ediciones, el análisis previo sobre los esquemas del programa presentado ayer, deja las valoraciones sobre el interés y calidad del mismo al desarrollo de las distintas y variadas ofertas en las que no valen sobre el papel, como es natural, ni currículo, intenciones ni referencias. Cada actuación, incluso sobre una misma obra, es distinta y a veces hasta distante. Digamos, sin embargo, que sobre un programa variado y popular, basado en clichés clásicos -en el repertorio sinfónico, en las ofertas de danza, incluso aunque se aborden temas historicistas aprovechando el centenario de Teresa de Jesús, con el Ensemble Plus Ultra, o la época del Gran Capitán o del primer alcaide de la Alhambra- hay toques novedosos.

El primero, la versión que ofrecerá la Fura dels Baus de El amor brujo, de Falla, junto con otras páginas conocidas del autor o populares. Aunque tenemos en alta estima a la Fura y su originalidad, no exenta de respeto a las obras que escenifican -recordaremos Atlántida, en la fachada de la Catedral y el pasado año la magnífica Carmina Burana- sólo podemos suponer que el espectáculo superará el cliché 'gitanero' y profundizará en el espíritu y aliento de la obra musical, que es el elemento esencial que muchos hemos disfrutado en su desnuda versión orquestal -como la inolvidable que grabó Ansermet con la Suisse Romande- y que esperamos encuentre en la Fura esa dimensión que, por cierto, no encaja a priori con las arenas y tendidos de una plaza de toros, aunque se incrusten otras estampas flamencas. Estaremos expectantes.

Otra nota novedosa es la versión coral-escénica del Human Réquiem, basado en el Réquiem alemán op. 45 , de Brahms, adaptado por el propio autor para piano y coro, en una creación del berlinés Rundfunkchort en colaboración con Sasha Walts que hará desaparecer el escenario y los asientos del Palacio de Carlos V y donde los cantantes se mezclarán o rodearán a un público en movimiento. En Alemania y en los países nórdicos ha gustado ese protagonismo de la voz, apoyada sólo en el piano y las referencias escénicas, de acuerdo con esas revisiones de obras estrictamente musicales. Será difícil reemplazar la fuerza de su formato sinfónico-coral, con la que tantas veces hemos palpitado en este cálido réquiem, que alguien dijo que merecía estar muerto para escucharlo. Humano, sí, por sus escasas referencias litúrgicas, aunque repleto de espiritualidad. Desde luego no podrán morirse los que los oigan y contemplen de pie. Hace unos días en el Auditorio Manuel de Falla se expuso esa versión coral-pianística de Ein deutches requiem.

Hay que destacar el capítulo orquestal, pilar básico del certamen. Lo abre la Orchester Wiener Academie, con un maridaje Beethoven-Goethe, de la mano de Martin Haselbölck y el actor John Malkovich que narrará la versión en inglés de la música que el genio de Bonn escribió para una representación del Egmont, de Goethe, y continúa con la Orquesta Sinfónica de la RTVE, con dos insignes octogenarios, Joaquín Achúcarro al piano en la Rapsodia de Rachmaninov sobre un tema de Paganini, y la Sinfonía núm. 1, 'Titán', de Mahler. La Orquesta de París, bajo la dirección de Jukka-Pekka Saraste y Josep Pons, aborda dos actuaciones, con protagonismo de violín solista. Violín que está presente en un importante recital de Anne-Sophie Mutter, con obras de Bartok, Beethoven, Respighi y Ravel, con su apasionante Tzigane.

La cantante israelí Noa, con la OCG, el minimalismo europeo de Win Mertens (por cierto el Centro García Lorca se incorpora a los escenarios del Festival), matinales de interés, flamenco en las voces o guitarras de Estrella Morente, Vicente Amigo, Juan Habichuela Nieto. Y, aunque sea en el espacio reducido del Corral del Carbón, varios jóvenes pianistas españoles se enfrentan a la integral de las 32 sonatas para piano de Beethoven, una obra que exige una categoría interpretativa de excepción y que es siempre es oportuna para que todos puedan acercarse a este trascendental monumento pianístico por la simbólica cantidad de cinco euros.

También nutrido el ciclo de ballet, aunque con programas convencionales, con estampas y fragmentos para lucimiento de solistas, como ocurre con el Ballet estatal de Viena, con numerosas coreografías de Nureyev; el Ballet Nacional de España, el de la Ópera de Noruega que presenta en España una versión de Carmen, del coreógrafo Liam Scarlett; el de Víctor Ullate y la fantasía española, en la corte de Luis XIV, de la Accademia del Piacere, de Antonio Ruz.

Sobre este entramado heterogéneo surge una edición, si no fundamentada en grandes figuras y acontecimientos estelares, sí con atractivos indudables sobre el papel que espero se confirmen en el balance final, y en la que los patrocinios externos suplen el no siempre generoso apoyo institucional, con un presupuesto de 3.247.500 euros. Tiempo habrá de valorar calidades o frustraciones.

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