Literatura

El regreso de Mary Poppins

  • Con motivo del estreno de la nueva versión de la película, la editorial Alianza ha publicado un volumen con las dos primeras aventuras literarias del personaje

Mary Poppins.

Mary Poppins. / G.H.

Mary Poppins es otra de esas criaturas fabulosas que el cine nos descubrió siendo niños; una imagen perdura en el recuerdo de aquel remoto film de 1964, la de la institutriz descendiendo desde las alturas a un Londres de regaliz coquetamente aferrada a un paraguas. Después supimos que Mary Poppins había nacido de la pluma de P. L. Travers, seudónimo equívoco de Helen Lyndon Goff, una escritora de origen australiano afincada en Inglaterra, que se lo puso crudo al todopoderoso Walt Disney cuando quiso adaptar a la pantalla la primera novela protagonizada por esta niñera prodigiosa, sagaz aggiornamento de las hadas buenas de antaño.

Resulta sorprendente la falta de entendimiento entre ambos, pero así parecen haber ido las cosas: Disney no tiraba la toalla porque quería contentar a sus hijas, lectoras entusiastas del libro, pero Travers le dio largas durante veinte años y sólo condescendió cuando le concedieron el control del guion. Nada se estipuló sobre el montaje final –que es donde se da realmente forma a la película– y dicen que ella estuvo despotricando de la adaptación cinematográfica hasta el fin de sus días. Travers se negó en redondo a ceder los derechos del resto de novelas.

Sorprende la ojeriza entre el cineasta y la escritora, insisto, pues una vez leída la novela, recientemente publicada por Alianza, uno se encuentra con una fantasía disneyana al ciento por ciento: Mary Poppins parece haber sido concebida para incorporarse sin tardanza al mundo animista de Disney. Además, pese a sus muchas libertades, la película me parece una adaptación acertada del libro: Walt Disney no tuvo que ‘blanquear’ los aspectos más oscuros de la narración como hiciera con el Pinocho de Carlo Collodi o el Peter Pan de James M. Barrie, pues Mary Poppins es de una blancura inmaculada. La historia rezuma ese blancor: la familia Banks –atención al apellido– se queda sin niñera y Mary Poppins ocupa la vacante y seduce a los pequeñuelos gracias a sus inagotables artes mágicas. Una curiosidad: en la novela, la niñera llega al hogar de los Banks llevada en volandas por el viento del Este y no gracias al paraguas paracaídas que todos recordamos. Asimismo, los Banks tienen cuatro hijos, aunque los dos más pequeños, dos gemelos de escasos meses, tienen un protagonismo muy limitado.

La novela adopta la construcción episódica característica de este tipo de narraciones, que facilita la lectura a los más jóvenes: el libro puede tomarse y dejarse sin temor a perder el hilo. Varias aventuras las conocemos por el film, como el viaje al interior de un cuadro pintado en la acera (que en la novela realiza Mary Poppins en compañía de su amigo Bert) o la visita de Mary y los niños a casa de tío Albert, a quien las risas hacen flotar en el aire, de manera que el grupo acaba merendando en el techo, y que en la película introducía esa contraproducente moraleja disneyana de que hay que ser feliz a cualquier precio. La novela tiene el toque deliciosamente desquiciado de tantas fábulas, si bien nunca llega al frenesí de Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, un obvio referente.

En el libro hay muchos episodios no incluidos en el film y que sorprenderán al lector que decida darle una oportunidad: hay una vaca que no puede dejar de bailar porque una estrella fugaz se le ha quedado prendida en un cuerno, y una tienda regentada por una mujer que parece ser tan vieja como la Tierra, y una visita al zoo durante una noche de luna llena para asistir a una fiesta de cumpleaños a la que están invitados todos los animales, entre otras muchas cosas.

Aunque la crítica no siempre les dedique la atención que se merece, la importancia de obras como Mary Poppins está fuera de discusión. Estos libros pueden ser la llave, la puerta o el pasillo para entrar en el mundo de la literatura. Estos libros forjan futuros lectores.

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