Eva Yerbabuena | Crítica

Esencias encontradas

  • Icónica en sus posturas en parada, colosal en el dominio de la bata de cola o el mantón, precisa en el taconeo y los desplazamientos: la bailaora deslumbró con sus 'Cuentos de azúcar' en el Festival de Granada

Eva Yerbabuena baila dentro de un gran círculo rodeado por filigranas de metal.

Eva Yerbabuena baila dentro de un gran círculo rodeado por filigranas de metal. / Álex Cámara

Una de las características singulares del Festival de Granada es su apuesta por el baile flamenco y por la innovación. En este sentido, este año ha traído a nuestra ciudad el espectáculo Cuentos de azúcar de la bailaora y coreógrafa Eva Yerbabuena, que fusiona el flamenco con la tradición oriental llegada desde el lejano Japón. Con un diseño elegante y coherente y una realización musical llena de encanto y arte, la propuesta de Yerbabuena es una de las mejores representaciones del flamenco-fusión del momento actual.

En un primer momento puede parecer complejo unir en un solo espectáculo dos tradiciones tan alejadas como el flamenco andaluz y el milenario folklore japonés; pero la granadina ha conseguido encontrar la unión entre la esencia de ambas músicas y construir un discurso coherente que funcionó a la perfección.

Acompañada de Paco Jarana, quien ha realizado la dirección musical y fue el encargado de hacer sonar su maravillosa guitarra durante la velada, Cuentos de azúcar es un acercamiento a la cultura oriental a través de los palos del flamenco. En verdad, la monodia propia del canto tradicional japonés no está muy alejada del cante flamenco, y se puede adaptar bien a sus ritmos y toques. A la inversa, la percusión tradicional japonesa resulta versátil y moldeable ante los palos del repertorio español.

Anna Sato y Eva Yerbabuena, juntas en el espectáculo 'Cuentos de azúcar'. Anna Sato y Eva Yerbabuena, juntas en el espectáculo 'Cuentos de azúcar'.

Anna Sato y Eva Yerbabuena, juntas en el espectáculo 'Cuentos de azúcar'. / Álex Cámara

Así, los cuentos de Yerbabuena de la pasada noche empezaron con un escenario a oscuras, en el que solo una guitarra sonaba y acompasaba los movimientos de la bailaora, que en una realización a caballo entre la mímica y la danza-teatro cautivó desde el primer momento. A la guitarra se unieron las percusiones, y más adelante los cantaores. El enriquecimiento sonoro estuvo acompañado por un magistral juego de luces, que por medio de focos direccionales mostraba u ocultaba aquellos intérpretes que en cada momento se hacían cargo de la parte musical.

En el centro del escenario, un gran círculo rodeado por filigranas de metal, un espacio acotado para el arte en el que pronto la Yerbabuena se introdujo para regalarnos bellas coreografías al ritmo de distintos palos, o bien para deslizar su danza acompasada por el suave canto tradicional de Anna Sato.

Gran momento creativo de Yerbabuena

Otras veces eran los cantaores Miguel Ortega y Alfredo Tejada quienes la jaleaban y le regalaban unos tangos, unas bulerías o unas alegrías para que la artista se luciera. Particularmente bella en realización fue la bulería que bailó con mantón, en la que la artista demostró estar en un gran momento creativo y mantener la agilidad y belleza postural que años atrás ya la elevaron a lo más alto del baile flamenco.

El paso a dos de Yerbabuena con el bailaor Fernando Jiménez. El paso a dos de Yerbabuena con el bailaor Fernando Jiménez.

El paso a dos de Yerbabuena con el bailaor Fernando Jiménez. / Álex Cámara

Merece especial mención la presencia en el escenario de Fernando Jiménez, bailaor y bailarín que, si bien pertenece a una profunda tradición flamenca, en esta ocasión realizó un magnífico ejercicio de danza contemporánea en la que los equilibrios y las figuras coreográficas se enlazaron con arte, perfección y gracia, dando la oportuna réplica que Yerbabuena requería en cada momento. Fue todo un disfrute para los sentidos ver a ambos bailarines en escena, metáfora en movimiento de la fusión de ambas culturas.

La evolución del espectáculo se enriqueció con una puesta en escena muy vistosa y efectista, aderezada de un diseño de vestuario muy oportuno en ambos extremos de la tradición oriental y flamenca. Uno a uno se articularon varios números tanto solistas como de conjunto en los que cante, guitarra y percusión mixta se unieron a la fiesta sensorial que siempre resulta de contemplar a esta creadora en escena.

Tras unas alegrías magistralmente desarrolladas el elenco fue desapareciendo poco a poco, y como si de una sinfonía de los adioses se tratara concluyó dejando en escena la sola belleza de dos artistas, Eva Yerbabuena y Anna Sato, dos culturas que dialogaron sin palabras y que, a modo de gesto universal, cerraron la velada compartiendo una ceremonia del te.

La bailaora granadina sigue estando en plena forma. La bailaora granadina sigue estando en plena forma.

La bailaora granadina sigue estando en plena forma. / Álex Cámara

Icónica en sus posturas en parada, colosal en el dominio de la bata de cola o el mantón, precisa en el taconeo y los desplazamientos... El arte de Eva Yerbabuena sigue estando de actualidad, y así lo entendió la mayoría del público asistente, que ovacionó prolongadamente a los artistas, seguros de haber contemplado un espectáculo singular en la mágica noche granadina.

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