ANÁLISIS PARA CONTEXTUALIZAR EL FESIVAL

Granada y España, imaginadas por Debussy

  • "La verdad sin la autenticidad", escribió Falla desde Granada en su análisis del compositor francés

  • Lindaraja o La Puerta del Vino son algunas imágenes que le impresionaron

En el centenario de la muerte de Claude Debussy, presente en la 67 edición del Festival Internacional de Música y Danza que comienza el viernes próximo, creo oportuno recordar al músico español que mejor retrató la influencia que tuvo Granada y España en buena parte de la obra del compositor francés: Manuel de Falla. En el 150 aniversario del nacimiento del compositor galo escribí un análisis -que sustancialmente suscribo en este doble recuerdo- en las páginas que Granada Hoy dedicó al 61 Festival, subrayando la inspiración española que encontramos en algunas de sus creaciones, siguiendo al mismo tiempo el homenaje doble que Manuel de Falla, desde la ciudad en la que viviría casi dos décadas, le rinde dos años después de su muerte (acaecida el 25 de marzo de 1918), en el número de la Revue Musicale dedicada al compositor, en diciembre de 1920, bajo el título Claudio Debussy y España. Y digo doble porque, además de aquella glosa literaria, el gaditano le dedica un tributo musical con el conmovedor Homenaje pour le Tombeau de Claude Debussy, la única pieza escrita originariamente para guitarra por Falla. Ambas creaciones -ensayo y música- están trazadas en Granada.

En un certamen inspirado este año en las inspiraciones españoles y granadinas del compositor galo -programas que han estado presentes en toda su larga historia y, en especial, en el 150 aniversario de su nacimiento- merece la pena recordar el análisis que Falla hace en la Revue Musicale, en un momento donde aflora el antidebussysmo, capitaneado por Stravinsky, que proclama su rechazo al 'misterio' en la música, al impresionismo -cuyo encasillamiento también molestaba al propio Debussy- con la idea de que "un cuerpo desnudo es más bello que otro vestido" y sobre todo, con un concepto que su propia obra contradice estas palabras: "Yo considero la música ineficaz, en su esencia, para expresar algo, sea lo que fuese: un sentimiento, una actitud, etc. La expresión no ha sido nunca la propiedad inmanente de la música y su razón de ser no está, en ningún modo, condicionada por aquella… El fenómeno de la música nos es dado con el único fin de de constituir un orden en las cosas… Por consiguiente, para ser realizada exige necesariamente una construcción; una vez la construcción realizada y alcanzado el orden, todo está hecho. Es inútil pedir más". Decía en el mencionado artículo que Stravinsky no ha sido fiel a esas ideas, porque, además del genial orden establecido en el propio 'desorden' sonoro que es el verdadero hallazgo de la música contemporánea, cualquier música, y especialmente la de Stravinsky, no sería nada sin la fuerza comunicadora -es decir, expresiva- que aletea en cualquiera de sus ballets o de sus sinfonías, en especial, la de los Salmos.

Resaltaba en aquél trabajo que Falla, modestamente, sólo quiere subrayar la predilección española de Debussy, quien nunca visitó España -sólo asistió fugazmente en una ocasión a una corrida de toros en San Sebastián- y, sin embargo, afirma, hizo más música española que muchos que la conocían muy bien. Don Manuel ya señala como ese contraste en una plaza de toros, donde hay tanto choque de luz entre las zonas de sol y de sombra en un reciento en círculo, lo recoge en esa evocación de la Matin d'un jour de fête, de Iberia. Pero Falla advierte que esa España no era la suya. "Sus sueños iban más lejos, porque él quería, sobre todo, recoger su pensamiento en la evocación del embrujo de Andalucía. Dan fe de ello Par les rues et par les chemis y Les parfums de la Nuit de Iberia, La Puerta del Vino, la Sérénade interrompue y la Soirée dans Grenada. Con esta última obra inaugura Debussy la serie que debería inspirarle España".

Es significativo que estas líneas escritas desde Granada subrayan ya la predilección que por la ciudad sentía Falla y donde se instalaría definitivamente durante casi veinte años y que, además, tanto influiría en su estética -cuando llega tiene superada su etapa andaluza- y en su evolución creativa. Insiste en esa relación Granada-Debussy cuando dice: "La fuerza de evocación condensada en la Soirée dans Grenade tiene algo de milagro cuando se piensa que esta música fue escrita por un extranjero guiado por su sola intuición de su genio… Se podría decir que esta música, con relación a la que la ha inspirado, nos hace el efecto de imágenes reflejadas al claro de luna sobre el agua limpia de las albercas que llenan la Alhambra". En efecto, en la faceta de las obras para piano de Debussy -que alambica desde las referencias de Liszt, hasta las sugerencias de Ravel expresadas en su famosa Habanera que incluye, orquestada por el autor en la Rhapsode espagnole- llega un momento clave donde ya no sólo es la evocación, la sutilidad, lo que surge de unos pentagramas, sino que exigen en su complejidad toda una especialización pianística para poder transmitirlo en su belleza, interiorismo y plasticidad. Precisamente fue el pianista español Ricardo Viñes quién primero los difundiría en Francia y en Europa. En la memoria juvenil del crítico está el memorable recital dedicado a la obra pianística de Debussy por Walter Gieseking el 27 de junio de 1957. De ese piano delicado, misterioso, profundo del compositor, que exige intérpretes de excepción para extraer el milagro sonoro, hablaremos en otro momento.

Las palabras evocación, imágenes, Granada, España la repite Falla en su artículo, como ocurre en la misma obra de Debussy y la subraya en la Puerta del vino, inspirada en una postal que hace adivinar el momento de una ciudad en la hora de la siesta, con acentos y giros que no duda emparentar con el cante jondo. Una Andalucía presente y viva en estas piezas con "la verdad sin la autenticidad" porque, en efecto "no hay un solo compás tomado del folklore español y, no obstante, todo el trozo, hasta en sus menores detalles -dice de la Soirée- hace sentir a España".

Considero oportuno repetir, para completar estas ideas de Falla, algunas de las referencias que hace de Iberia, la segunda composición del bloque orquestal Images, escritas entre 1910 y 1913 -Gigues, Iberia y Rondes de Printemps- porque no creo que haya mejor guía que la que hace un músico como Falla que convierte la evocación -ahí están sus Noches en los jardines de España- en una ley de expresión musical. Considera el autor de El retablo que Iberia es una excepción, dentro del grupo de inspiración española. "Excepción -dice- que proviene del procedimiento temático empleado por el músico en la composición de la obra: su tema inicial dando lugar a transformaciones sutiles y éstas, no lo olvidemos, alejándose a veces del verdadero sentimiento español que se desprende de las obras anteriormente citadas. No se vea, sin embargo, la menor censura en esto que acabo de indicar: pienso, al contrario, que debemos felicitarnos de la nueva faceta que Iberia ofrece. Se sabe que Debussy evitaba siempre repetirse. Es necesario, decía, rehacer el 'metier' según el carácter que se quiera dar a cada obra" ¡Cuanta razón tenía!"

"Claudio Debussy -continua Falla en este ensayo- dijo expresamente en la primera audición que él no había tenido intención de hacer música española, sino más bien traducir en música las impresiones que España despertaba en él… Apresurémonos a decir que esto ha sido realizado de manera magnífica. Los ecos de los pueblos, en una especie de sevillanas -el tema generador de la obra-, parecen flotar sobre una clara atmósfera de luz centelleante; la embriagadora magia de las noches andaluzas, la alegría de un pueblo que camina danzando a los festivos acordes de una banda de guitarras y de bandurrias… todo esto burbujea en el aire, aproximándose, alejándose y nuestra imaginación, despierta incesantemente, se queda deslumbrada por las fuertes virtudes de una música intensamente expresiva y ricamente matizada".

Recordaba en aquél trabajo que Images fue, comparada con La Mer, una decepción para el público en su primera audición, tachando incluso al compositor de haber perdido la originalidad y frescura que siempre se esperaba de sus creaciones, para refugiarse en una fácil inspiración folclórica. Excepto Iberia, la realidad es que el tríptico en su conjunto, no se ejecutó frecuentemente y Gigues, con sus reminiscencias escocesas, y Rondes de Printemps, no han ocupado el lugar que les corresponde en las salas de conciertos. Pero aquella impresión no era correcta. Tanto Gigues, como, sobre todo, Parfums de la nuit -el segundo movimiento de Iberia- revelan la renovación constante del lenguaje debussyano que alcanza aquí cimas de esta etapa. No hay que añadir más a lo dicho por Falla en esas tres evocaciones magistrales y emocionantes -originalidad de la paleta orquestal, utilización de las sonoridades en los acordes divergentes y las melodías concatenadas- que se inician con el ritmo ardiente y melodías de lánguida indolencia de Por las calles y los caminos; el misterio ensoñador de Los perfumes de la noche y esa "resurrección de la luz, retorno de la vida y a la alegría" -como escribe Georges Gourmet- de La mañana de un día de fiesta.

Es, junto con otras obras, parte del amor de Debussy por una España que sólo vio en tarjetas postales, en fotografías -ahí esta Lindaraja, escrita para dos pianos en 1901-, por referencias y, desde luego, por conocimientos de las músicas populares, aunque, como Falla, nunca utilizara ningún fragmento folclórico original, salvo algunas referencias a las habaneras que era donde, al fin y al cabo, bebieron tantos compositores que se acercaron al tema español. Pero Debussy era un impresionista -aunque él renunciaba ese encasillamiento- que, como Renoir, Monet, Cézanne, sabía traducir esas imágenes llenas de sugerencias en sonoridades que nos acercaban, como decía Falla, "a la verdad sin la autenticidad". Una verdad que se encuentra no sólo en las páginas citadas, sino que esos ornamentos y giros musicales ´jondos' que se manifiestan en La port du Vin, se dibujan en la Danza profana, en Fantoches y hasta en el segundo movimiento del Cuarteto que, según Falla, podría pasar por una danza andaluza.

Hablaba en el mencionado análisis que la obra de un autor hay que incluirla en su tiempo, aunque se convierta luego en universal y de todas las épocas. Por eso no habrá que olvidar la atapa de la superación del wagnerismo, la irrupción de Picasso y Strawinsky, la influencia de Valéry, Apollinaire, Gide o el del "Yo acuso" de Zola. Pero creo que es obligado, de la mano de Falla -que debería ser un símbolo siempre presente en el Festival, ausente este año, precisamente cuando celebramos el centenario de la muerte del compositor galo y las influencias recíprocas entre las músicas y los músicos españoles y franceses-, repetir, casi con las mismas palabras que utilicé en el mencionado análisis, el agradecimiento que España y Granada le debe por la importante presencia que tuvieron en la obra del compositor francés… Y, naturalmente, eterno recuerdo y gratitud a Manuel de Falla que durante dos décadas vivió en una ciudad que tanto amó, también, aunque le quedase el recuerdo amargo de la barbarie cainita, antes de su partida a Argentina, donde no tuvo fuerzas para terminar su Atlántida concebida muy cerca de la Alhambra.

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