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La Historia busca alternativas para llegar a nuevos públicos a través del cómic, el teatro o la animación

  • Investigadores de la UOC analizan el papel de figuras como W. G. Sebald o Svetlana Aleksiévitx

La Historia busca alternativas para llegar a nuevos públicos a través del cómic, el teatro o la animación

La Historia busca alternativas para llegar a nuevos públicos a través del cómic, el teatro o la animación

El ensayo ha sido, y continúa siendo, la forma preferida para una disciplina como la Historia, aunque no la única. Hay formas muy distintas de hacer historia, como la novela, el teatro, el cine, el cómic y la animación, y un grupo de investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya desarrolla una serie de investigaciones sobre los modelos actuales a nuevos públicos.  "Los ejemplos son numerosísimos", señala Neus Rotger, del grupo Estudios de Artes y Humanidades de la Universidad Oberta de Cataluña, "y también es cierto que las fronteras entre los distintos géneros son cada vez más difíciles de discernir".

"Si reconocemos que toda historia pasa por el lenguaje —escrito y también oral—, es imprescindible que prestemos atención a las formas de narración del pasado", explica Rotger. "Debemos tener en cuenta aspectos como la subjetividad de quien narra, el archivo o las fuentes en las que basa su credibilidad, o las propias palabras o estrategias narrativas que utiliza", señala.

Y dentro de la multitud de géneros, hay voces que son particularmente interesantes a la hora de retratar acontecimientos históricos. "Por ejemplo, me parece que vale mucho la pena estudiar de cerca autores como por ejemplo W. G. Sebald en Los emigradosLos anillos de Saturno o Austerlitz", explica Rotger. De este autor destaca "el uso que hace del material de archivo, especialmente de las fotografías", en novelas que narran la historia "desde un punto de vista muy personal —y melancólico—, y donde la memoria y la investigación de la propia identidad tienen un peso determinante en la construcción del relato".

En este mismo sentido, y también desde la literatura, la profesora destaca a Éric Vuillard. "Nos muestra cómo grandes acontecimientos históricos como la Revolución Francesa o las dos guerras mundiales pueden ser repensados desde ángulos más periféricos", comenta sobre el autor.

Un objetivo que también persigue la periodista y escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévitx, Premio Nobel de literatura en 2015, que "de nuevo muestra cómo la historia de un acontecimiento tan estudiado como la Segunda Guerra Mundial todavía contiene silencios importantes, como el de las mujeres". En La guerra no tiene rostro de mujer, Aleksiévitx combate este silencio en una "novela de voces", donde recoge el testigo real de centenares —de entre el casi millón— de mujeres que combatieron en las filas del Ejército Rojo. "Entre el periodismo, la historia oral y la antropología social, esta acumulación estremecedora de testigos femeninos, que no son ficción pero que componen un entramado narrativo profundamente meditado, adquiere una extraña calidad literaria, que también es moral".

Relatos en primera persona

Subjetividad, archivo y lenguaje son aspectos clave en la escritura de la historia. Pero ¿hasta dónde se remonta el interés por estos tres pilares de la construcción histórica? "A partir de los años ochenta del siglo xx se produjeron dos fenómenos llamados giro lingüístico giro narrativo de la historia. Se trata de un movimiento que hizo que los historiadores reencontraran el gusto por la narración", dice la profesora. En este contexto, se hizo evidente la necesidad de reconocer el carácter textual de la historia: la idea de que el pasado no existe si no es mediante la escritura, y todo lo que esta implica.

De hecho, en los últimos años, el uso de la primera persona —más propio de la literatura que de la historia— es cada vez más recurrente entre los historiadores. "Se utiliza el yo para mostrar el lugar desde donde se habla; para esquivar toda tentación de omnisciencia; para responsabilizarse de toda toma de partido, pero también para reconocer —y en cierto sentido reivindicar— la naturaleza participante, y no tanto observante, del historiador", expone Rotger. Algunos autores y autoras han criticado estas tendencias subjetivistas de la historia, que ponen el yo por ante el nosotros, y que curiosamente "es una tendencia observable también en la literatura, con el auge de géneros como la autoficción", analiza la profesora, "impulsado por la misma sensibilidad individualizadora del neoliberalismo actual".

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