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Jean Dubuffet, inventor de nuevos lenguajes

  • El Centre Pompidou acoge una importante retrospectiva del artista francés, una de las figuras fundamentales de la creación plástica de la segunda mitad del siglo XX

Como si se tratara de ojos que ven por primera vez, como si pintara un alma libre y pura, al margen de cualquier convencionalismo, alejada de etiquetas y precedentes, Jean Dubuffet (1901-1985) quiso inventar su propio lenguaje. Criticado en sus primeros momentos y respetado después, el francés logró ser un referente del arte contemporáneo de la segunda mitad del siglo XX. El Centre Pompidou de París posee una de las mejores colecciones del creador y, por primera vez, lleva al Pompidou una muestra temporal con unas 80 piezas que se podrán visitar hasta el 14 de octubre. El recorrido, dividido en cuatro secciones, representa cuatro grandes hitos en su producción.

Sin vacíos, sin mares, ni cielos, con la materia como referente, la tierra y lo primitivo como inspiración, también el grafiti y los dibujos infantiles, Jean Dubuffet es El viajero sin brújula. El nombre de esta obra de 1952 sirve de título a la exposición y de metáfora de toda su creación. "Me impacta su voluntad loca, utópica, de crear arte negando la herencia anterior, trabaja como un niño o, tal vez, como un hombre prehistórico", comentó en la presentación de la muestra Serge Lasvignes, presidente del Centre Pompidou. Para Lasvigne el punto de referencia con Picasso es "su capacidad para renovarse, para inventar cosas nuevas" y destacó la gran diversidad y el eclecticismo que muestran sus obras.

De forma cronológica se ordenan unas 80 piezas para apreciar algunos de sus hitos

Sophie Weble, directora de la Fundación Dubuffet, destacó en la presentación que el artista se negó en numerosas ocasiones a participar en exposiciones colectivas en las que cada pintor mostrase una o dos piezas porque consideraba que "no se podía entender a un artista por una de sus obras". Y el recorrido por las cuatro salas de la exposición refuerzan esta teoría. Desde la primera a la última, serie que pintó con más de 80 años, puede existir todo un abismo. "Trabajó de forma muy independiente, muy solo", comentó Weble y siempre hubo en él, añadió, una pugna entre la atracción y la figuración, por lo que no era fácil enmarcarlo en ninguna corriente o entender su trabajo por el resto.

"Dubuffet tenía relaciones muy difíciles con las instituciones, así que en los años 70 creó su propia fundación, donó dibujos, esculturas y lienzos de las etapas anteriores y durante sus diez últimos años de vida entregaba cuadros a la entidad conforme los producía", apuntó la directora de la fundación. Gracias a la gran cantidad de documentación que aportó, su archivo es muy rico y permite a los investigadores trabajar sobre su producción artística. "Aquí se pueden contemplar cuadros excepcionales, es una oportunidad única para conocerlos", invitó Weble.

El recorrido por la muestra es cronológico. Más bellos de lo que creen: figuras y retratos presenta sus primeros trabajos, los que inició cuando dejó definitivamente su negocio de vinos y con 41 años se dedicó por completo al arte. Estas piezas subrayan el interés del pintor por el 'arte bruto', expresión acuñada por Dubuffet en 1945 para referirse a la producción de personas totalmente ajenas al mundo de la cultura. En estas obras, en las que renuncia a todo orden estético, según explicaron en la presentación, predominan rasgos como la frontalidad, la torpeza en el dibujo y la libertad en el manejo de los colores. En este apartado destaca Unviaje en metro... (1943), una abigarrada tropa de viajeros repletos de color.

En la segunda sala, Las turbulencias de la materia, el registro cambia totalmente. La figuración desaparece y su obra se centra en las investigaciones matéricas del francés. "En esta serie explora la tierra, los elementos naturales, investiga y se centra mucho en la práctica de la litografía", subrayó Sophie Duplaix, comisaria de la muestra. De 1962 a 1974, el artista se consagra a la creación de un gran ciclo en el que está enteramente dedicada la tercera sección, L'Hourloupe o la invención de un nuevo lenguaje.

El nacimiento de este lenguaje, al que dedicó doce años y numerosos dibujos, cuadros, esculturas, diseños arquitectónicos y espectáculos, partió de unos garabatos que hacía con bolígrafos de color rojo y azul mientras hablaba por teléfono. A través de esta particular forma de expresión, constituida por una especie de células, rellenas totalmente de color o rayadas, el artista ofrece una lectura del mundo "como un todo continuo, una vasta continuidad ininterrumpida en la que todos los elementos poseen el mismo valor", según se explica en el catálogo. Y es precisamente esta etapa la que más le brindó una mayor popularidad. "En Francia se le conoce especialmente por este trabajo", apuntó la comisaria de la muestra.

En la última sala, llama la atención la "vitalidad creadora" de un pintor que ya había cumplido los 80 años. "Continuaba investigando sobre la desmaterialización y sigue existiendo ese debate interno entre la abstracción y la figuración, son propuestas audaces que conforman uno de los mejores artistas del siglo XX", consideró Duplaix. En esta sala destaca un mural de trazos libres y desinhibidos, espontáneos y coloridos. Al final de su vida el artista cruzó el umbral para alcanzar el estadio más extremo de su producción pictórica, la pura desmaterialización. Así pintó los Non Lieux, los campos de puro pensamiento, que cuestionan la misma existencia de lo que ven los ojos del espectador.

Entre las obras expuestas, además de una cronología histórica para conocer al personaje, su fascinación por los orígenes, sus viajes al Sáhara, sus estancias en Estados Unidos y sus lugares de trabajo, entre ellos sus talleres de litografías, se puede ver una obra de lo que él mismo llamó su "prehistoria". "Dubuffet ocultó sus obras anteriores a 1942 porque les parecían muy referenciadas en otros artistas", apuntó la comisaria. Sin embargo, su particular visión de un lecho del río conecta de forma especialmente precisa con la sección dedicada a Las turbulencias de la materia.

Una de las obras que compone la muestra, La giga irlandesa, de 1961, formó parte de la exposición permanente que ha exhibido en Pompidou Málaga en sus primeros años de vida. Aquí se puede observar como precedente del gran ciclo L'Hourloupe. Pero quizás es la única pieza que con anterioridad se ha podido ver en la ciudad. Esta completa retrospectiva es la primera que se hace en la provincia sobre el artista y, además, según aseguró el director de la Agencia Pública para la Gestión de la Casa Natal de Picasso y otros equipamientos culturales, José María Luna, es "una ocasión única para ver en España una exposición de esta importancia".

Las obras que componen la muestra provienen, en su conjunto, del Centre Pompidou París, aunque Duplaix subrayó la "importancia de colaborar con la Fundación Dubuffet, que posee imágenes y archivos". Además, dicha entidad es la que atesora los derechos morales del artista y toda publicación se tiene que realizar con su colaboración y supervisión.

Desde los alegres y coloridos trazos infantiles hasta la comprensión de cada objeto, de cada arquitectura que le rodeaba en forma de célula rayada, de magma en movimiento, de las tierras y texturas que representan fenómenos naturales a la expresión última más inclasificable, se encuentra todo un mundo. Es el universo de Jean Dubuffet y ahora se puede contemplar en el Centre Pompidou.

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