Crítica | 'La casa infernal' de Richard Matheson

Una casa no siempre es un hogar

  • La Editorial Minotauro ha recuperado para su colección 'Esenciales' una de las mejores novelas de terror del escritor norteamericano

Fotograma de 'La leyenda de la mansión del infierno', adaptación cinematográfica del libro.

Fotograma de 'La leyenda de la mansión del infierno', adaptación cinematográfica del libro. / G. H.

Lo poco que he leído de Stephen King -que muy probablemente será lo único suyo que lea- se remonta a la década de 1980, cuando King era el niño bonito de Hollywood y sus novelas las adaptaban primeros espadas como Stanley Kubrick, David Cronenberg o John Carpenter.

La fiebre pasó y el tiempo ha acabado poniendo al escritor en su sitio, como proveedor de argumentos para producciones de escaso fuste, aunque aún haya algún buen cineasta obsesionado con él -pienso en Frank Darabont, que ha dirigido tres películas inspiradas en narraciones suyas-, o algún cineasta prometedor como Andrés Muschietti, que ha dirigido una buena película (It, 2017) y una mala película (It, capítulo 2, 2019) a partir de una misma novela (!).

King: "Sin Richard Matheson no estaría aquí"

Menos célebre, pero mejor escritor, es Richard Matheson, a quien Stephen King considera una especie de padre putativo; en un gesto de sinceridad, corroído por el engreimiento, este último confesó: "Cuando la gente habla del género de terror, supongo que mi nombre es el primero que se menciona, pero sin Richard Matheson yo no estaría aquí". Y seguramente el nombre de Matheson se recuerde cuando el suyo caiga en el olvido, me permito añadir.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / G. H.

Al igual que la de King, la obra narrativa de Matheson ha inspirado numerosos largometrajes y telefilmes. Al contrario de King, además de trabajar estrechamente en la mayoría de estas adaptaciones, Matheson ha desarrollado una notable carrera como guionista y su nombre está vinculado a varios títulos clave del cine fantástico.

Como literato cuenta con varios títulos importantes en su haber, tal es el caso de La Casa Infernal (1971), un notable relato de terror, variante casas encantadas o malditas, que fue objeto de una pronta versión cinematográfica. La historia es sencilla: un magnate nonagenario, en busca de pruebas de la existencia de vida tras la muerte, envía a un grupo de expertos en parapsicología a la mansión Belasco, en Maine, "una casa que había dejado a sus espaldas una espeluznante leyenda de muertes, suicidios y locura. Una casa terriblemente impura".

Belasco, una moderna encarnación de Cagliostro o Rasputín, habría consagrado sus días y su fortuna a probar todos los excesos terrenales imaginables; ahora, según cuentan, su espíritu depravado se pasea entre los muros de su cubil. Si se demostrara la presencia de fantasmas, cabría deducir que el estertor último es únicamente un peaje en una travesía de largo recorrido.

El grupo de parapsicólogos está integrado por el doctor Barrett y su esposa, Edith; Florence Tanner, una reputada médium, y Ben Fischer, que fue el único superviviente de una investigación realizada en dicha mansión 30 años antes. Barrett pretende afrontar los hechos desde un punto de vista estrictamente científico (según él, la parapsicología debería estar englobada, como una ciencia natural más, dentro de la biología).

El doctor no cree en espectros, sino en corrientes de energías pendientes de estudio -campos electromagnéticos, fluidos psíquicos- y su reacción ante las primeras manifestaciones sobrenaturales es de incredulidad. No da ninguna validez al miedo de sus compañeros hasta que no empieza a sentirlo en su propia piel.

Otro fotograma del filme dirigido por John Hough. Otro fotograma del filme dirigido por John Hough.

Otro fotograma del filme dirigido por John Hough. / G. H.

Los fenómenos extraños se suceden y para cuando Barrett acepta la gravedad de la situación, ya es tarde. Una idea pende, cual espada de Damocles, sobre la historia: contrariamente a cuanto creemos, no es que los hechos se repitan de manera cíclica, sino que éstos en verdad jamás acaban. El buen aficionado debería darle una oportunidad a la novela y a la película que inspiró.

El propio Matheson se ocupó de convertir el libro en libreto. Por imposición de los productores, descartó o redujo la intensidad de los pasajes de mayor voltaje; de haber rodado ciertas escenas tal cual están descritas, el film habría incurrido en los excesos sangrientos del gore o en una explicitud sexual cuasi pornográfica. Con bastante buen juicio, Matheson eliminó además episodios espectaculares fuera del alcance de los efectos especiales de la época.

La leyenda de la mansión del infierno (The Legend of Hell House, 1973) -así se tituló la película- es una obra menor, no desdeñable, dirigida por John Hough. Quizás Hough fuera un cineasta poco o nada sutil, pero esta falta de sutileza no perjudica un relato sustentado en la crispación. Hough crea una atmósfera rarefacta, de deseos reprimidos o perversos, que funciona aceptablemente bien.

Entre lo peor, hay que señalar su tendencia al subrayado y el recurso a trucos fáciles; algunos de los cuales, todo sea dicho -como el empleo de travellings para sugerir el avance de un ente invisible-, conforman la esencia misma del cine de terror. En este género, no se olvide, el auténtico monstruo es la cámara.

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