Antonio Arias y Juan Codorniú | Miembros de Lagartija Nick

"El amor es siempre la primera víctima cuando estalla una guerra"

  • La banda granadina y el genio de Jesús Arias se funden en 'Los cielos cabizbajos', un ambicioso disco donde el conjunto interpreta un poema sinfónico compuesto por el periodista

Juan Codorniú y Antonio Arias posan frente al periódico.

Juan Codorniú y Antonio Arias posan frente al periódico. / Álex Cámara

Jesús Arias trabajaba en un gran proyecto cuando murió en 2015. Hablamos de Los cielos cabizbajos, "un poema sinfónico para coro, orquesta sinfónica, voces flamencas e instrumentos extraños que pretende rendir homenaje a aquellas ciudades que durante el siglo XX se vieron devastadas desde el cielo, como un tornado de fuego, por el odio y el salvajismo más desolador del hombre", anotó él mismo en su diario. El músico dejaba trazado así un mapa del horror, del dolor humano, producto de las constantes guerras de poder en el siglo XX.

El año pasado, Lagartija Nick lo interpretaba en directo por primera vez junto a Estrella Morente, el pianista David Montañés, el coro Manuel de Falla y el ensemble de la orquesta de la UGR en el Paraninfo del PTS. Aquella idea de Jesús esbozada en numerosos cuadernos se ha materializado en un gran disco, que la banda publicó el pasado 27 de septiembre. El conjunto formado por Antonio Arias, Juan Codorniú, M.A.R. Pareja y Eric Jiménez se ha enfrentado así al "trabajo más ambicioso de mi hermano Jesús Arias y de Lagartija Nick", en palabras del cantante.

Basta con escuchar el primer single. Buenos días Hiroshima muestra el perfecto equilibrio entre el bello sonido sinfónico, a cargo del ensemble de la orquesta de la UGR y el coro Manuel de Falla, la distorsión rockera de Lagartija y los arreglos de David Montañés. A eso hay que sumarle las letras de una calidad enorme: "Buenos días Hiroshima. / Soy sol dentro en otro sol. / Soy la sombra de la noche. / Átomos bailando en tu honor".

-En vuestro anterior disco ya aparecían canciones compuestas por Jesús Arias. Ahora os enfrentáis a su poema sinfónico. ¿En qué sentido Los cielos cabizbajos (Montgrí, 2019) ha puesto a prueba al grupo?

-Antonio Arias: Hay varios retos. Primeros los exteriores: cómo afrontas una obra o intentas abarcar una persona como Jesús, con tantas ramificaciones. Nos llevaba hacia un repertorio diferente: canciones muy largas, con una cantidad de textos tremenda de muchísima calidad. Los textos nos llevaban a un desarrollo casi infinito de los temas. El proyecto arrancó desde el respeto más absoluto cuando Estrella Morente y el grupo dedicó una actuación en el PTS a algunos de sus textos. Nos enfrentamos a nuestro propios miedos por esa bicefalia que se había establecido entre Jesús y la banda. Otro de los retos era respetar la memoria de Jesús. Lo hemos vivido como un fuego que purifica, difícil de atravesar por el respeto y el carácter de homenaje colectivo, pero que se ha beneficiado precisamente de ello. Un reto es trabajar con la orquesta. Se ha involucrado muchísimo. Lo mismo con el coro y el propio grupo. No nos hemos visto tan solos.

-¿Están satisfechos con el disco?

-Juan Codorniú: Estamos muy satisfechos. Los retos eran de distinto nivel: retos conceptuales, cómo interpretar y hacer operativa de Jesús; retos a nivel musical, compositivo, de textos; y ahora estamos con los retos organizativos porque llevar esto al directo es un reto.

-¿Sois unos veinte músicos en el escenario, no?

-J.: Somos unos 23. Manejábamos tal cantidad de pistas que corríamos el riesgo de todo sonara y se quedara en un ente etéreo, difuso, que no se entendiera todo. Hubo mucho trabajo de selección, de diseñar estratégicamente planes para que aquello sonara de una manera entendible. Planteamos que lo mezclara alguien externo, pero muchos decíamos: "Con la cantidad de cosas que tenemos grabadas ahora que tenemos hecha esta primera mezcla y sobre esta versión haber trabajo". Estamos bastante satisfechos con el resultado del disco.

Portada de 'Los cielos cabizbajos'. Portada de 'Los cielos cabizbajos'.

Portada de 'Los cielos cabizbajos'. / G. H.

-Hay canciones de enorme belleza sinfónica como Sarajevo. ¿Lo sinfónico engrandece siempre el sonido de una banda?

-J.: Esta en la propia definición del proyecto. Es un poema sinfónico. Pretendida tenía que estar. Ese matiz sinfónico era algo ineludible para desarrollar el disco.

-A.: Sí. Se puede trabajar de muchas maneras. La de Sarajevo es de las canciones que menos manoseado. Las partituras estaban completas. No era un desarrollo desde nosotros. Ha habido arreglos de David Montañés. No sólo se presentaban con ese aspecto de rock sinfónico, sino que había otros retos sinfónicos. Esta idea de mi hermano de que el Guernica cobrara vida a través de los elementos que se representan. Ahí ha sido una labor de creación sinfónica donde nos hemos acercado a las vanguardias de principio de siglo. Es sinfónico pero muy ecléctico en ciertos aspectos formales. En Buenos días Hiroshima la banda se ha involucrado mucho.

-Ésa es una de mis favoritas.

-J.: Jesús tenía diseñado un poema sinfónico para orquesta, coro y e instrumentos extraños. En este caso, el instrumento extraño somos nosotros: la banda de rock.

-La línea de guitarra de Lagartija Nick parece haberse mimetizado con el poema sinfónico. ¿Cómo de difícil ha sido adaptar el material de Jesús a vuestro sonido?

-J.: El sonido de Lagartija Nick nunca ha sido uniforme. Siempre se ha caracterizado por guitarras bastante distorsionadas. Aquí el asunto requería buscar otras texturas. A veces hay un sonido Lagartija pero otras veces hemos intentado modular un poco los sonidos para que tuviera un cromatismo parecido o similar al resto de arreglos musicales.

-Y su voz, Antonio. Suena hasta distinta.

-A.: Intenté emular el aire de Jesús cantando. La mejor manera era tener siempre a manos sus diarios para que los textos nos fuese llevando. Él busca punto de ruptura. Si queríamos emular unos sirenas o el ruido de las bombas al caer las generábamos nosotros. En Sarajevo o Somalia todo empieza muy suave y luego explota. La demostración de que hay gente tocando es una intención humana y humanista de expresar los puntos emocionales del disco. No nos cebamos con la perfección.

Juan Codorniú y Antonio Arias, de Lagartija Nick, posan para 'Granada Hoy'. Juan Codorniú y Antonio Arias, de Lagartija Nick, posan para 'Granada Hoy'.

Juan Codorniú y Antonio Arias, de Lagartija Nick, posan para 'Granada Hoy'. / Álex Cámara

-La carga poética en las canciones es enorme en Buenos días Hiroshima. ¿Jesús Arias fue por encima de todo un poeta?

-A.: Es un gran poeta. Él ya repite este imaginario desde su primer disco con TNT, Manifiesto Guernika. Él tiene en el primer trabajo 1984 Hiroshima. Si partimos de un imaginario de 1980 hasta 2015, que es la obra que tenemos. Tenemos sus letras y observamos el tránsito. Muchas de las voces se grabaron en casa porque tenía que tener todos esos elementos a mano. Su poesía a día de hoy sigue siendo luminosa, aparte de las explosiones que hay en el disco (ríe). Es un fulgor pasado por un tamiz lorquiano. En los últimos tiempos, él se mimetiza con Lorca y lo hace suyo en sus textos. Hemos intentado en estas canciones tan largas meter letras como los flamencos, hasta el último surco.

-J.: O como Bob Dylan, que eran parrafadas.

-A.: Muestra al público un imaginario propio, que no por manido el tema de las tierras en conflicto, las ciudades bombardeadas, es menos válido.

-J.:Hay determinadas imágenes poéticas que aparecen en distintos temas. Eso le da cierto carácter de unidad y refuerza ese concepto. Como por ejemplo los gritos de niños, los gritos de pájaros y los gritos de flores. Gibraltar aparece también. El tema de las fronteras. A mí me parece muy bien.

El cantante granadino durante la entrevista con este periódico. El cantante granadino durante la entrevista con este periódico.

El cantante granadino durante la entrevista con este periódico. / Álex Cámara

-El binomio amor enfrentamiento también lo percibo, porque al final el amor también es una guerra.

-A.: Jesús equipara su propia experiencia a la de Sarajevo. Él tuvo una novia musulmana. Él cuenta la historia en Sarajevo y en esta propia historia determina cuáles son las fronteras: el mar como distancia, la religión como distancia. Al final, el amor es siempre lo primero que sufre o que es víctima cuando estalla una guerra.

-J.: Yo tenía un amigo que decía que el amor es el conflicto más grande del universo. Un conflicto no necesariamente tiene que ser negativo.

-¿Qué opinan de las fronteras actuales?

-J.: Todo este tipo de cosas que son demarcaciones de identidad, tanto a nivel étnico como religioso, son susceptibles de ambas cosas. Sirven para diferenciar pero para tender puentes. Los puentes sirven para unir o separar.

-El problema surge cuando una identidad ignora a otra o directamente la pisotea. Ocurre en los Balcanes hace 25 años.

-A.: El disco va más allá de las fronteras, las banderas o las mapas. Es un disco que nos ofrece la oportunidad de mirar el mundo: a la África subsahariana, Asia, Japón. La música utiliza elementos que permite al oyente viajar un poco.

-Hablando de identidades. ¿Os parecen peligrosos los discursos de algunos partidos donde marcan distancias entre unas comunidades autónomas y otras?

-J.: Son peligrosas todas aquellas cosas que inciden en lo que nos separa. Bajando al terreno de la política, se mezcla con las dinámicas electorales y muchas veces incidir en lo que nos separa, te da réditos electorales. Para mí si es peligroso. La identidad es una necesidad humana a nivel del alimento, del vestido. Tenemos la necesidad antropológica de pertenecer a una comunidad. Todo eso se supera cuando te preguntas: ¿Por encima de todo pertenezco al género humano o no? De ahí evidentemente se desarrolla toda la legislación de derechos humanos. Mucha gente lo olvida.

-El drama de los refugiados sin ir más lejos.

-A.: Hay cosas que no nos gustan. Formamos parte contradictoria de este engranaje. El mirarlo cara a cara nos hace parte de nuestra sociedad. La única manera de frenar todo eso es tener una presencia más activa sin llegar al dogmatismo de es que los políticos no se levantan del sofá. Hay que trabajar de abajo a arriba. Primera las necesidades que vemos a nuestro alrededor, las del barrio, y luego lo demás. Gente como Abascal sólo buscan votos. Seguro que no se preocupa de que hay una fuente averiada en nuestro barrio.  

Primer plano del músico Juan Codorniú. Primer plano del músico Juan Codorniú.

Primer plano del músico Juan Codorniú. / Álex Cámara

-Vuestro disco conciencia sobre los conflictos en guerra y sus consecuencias. ¿Creen que los artistas tiene la responsabilidad de hablar de estos temas en sus obras?

-J.: Son válidos la pluralidad de discursos a la hora de expresarse. En la formas, en los sonidos, del rock primigenio estaba el propio mensaje. No había que explicitarlo de una manera comprometida. Se trataba de la explosión de una juventud que pretendía divertirse y romper con las barreras generacionales. No necesariamente todos los discursos musicales tienen que ser comprometidos. Otra cosa es que tú le preguntas y tengan su opinión formada sobre determinados temas. Un grito bien pegado en determinado momento significa más que un texto de una canción muy larga (ríe).

-A.: Ellos tienen tantas maneras de unirse, de manifestarse. El impacto que tenía el rock and roll o el punk en la juventud era grandísimo. Era el pegamento social y lo que hacía que la gente saliera de sus casas. Ahora la realidad es tan compleja. La multiplicidad de realidades. Podemos vivir a diez metros y vivir realidades muy distintas si depende de los servicios sociales. La gente necesita movilizarse a otro nivel o que sus likes se conviertan en votos. 

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