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Mario Vargas Llosa: “Sigo sin creer que pueda vivir de la literatura”

  • El escritor peruano participa en el ciclo ‘El intelectual y su memoria’ de la UGR y responde a las preguntas de los asistentes mezclando los recuerdos de sus inicios con su compromiso político.

Llega en el Toyota rojo del profesor Ángel Esteban, quien seguro madrugó para llevarlo a un túnel de lavado. Baja del impecable automóvil y ahora reluce el autor de Pantaleón y las visitadoras. Vestido de gris y azul, ofrece sensación de pulcritud, de no perdonar el afeitado matutino. “A veces me levanto y me tengo que frotar los ojos, a mis 78 años sigo sin creerme que pueda vivir de la literatura”, dice al comienzo de su intervención en un acto organizado por el Seminario de Estudios Latinoamericanos de la UGR. 

 

Es una sala pequeña, apenas caben 150 personas, una de las peticiones del escritor que se somete a las preguntas de los espectadores tras una ejemplar presentación de Ángel Esteban de apenas un minuto. Y en su mayoría, los entrevistadores por un día son de Latinoamérica, como un venezolano de poderosa voz que habla del “libertinaje de la democracia” con aplomo. Es la cuota política de cada intervención de Mario Vargas Llosa. Pero comienza hablando de sus inicios. “Mi problema fue el de todos los jóvenes que descubren una vocación literaria: cómo organizar tu vida para que la literatura tuviera cabida”, dice después de escribir veintiséis libros. “Tenía la sensación de que quien no se dedica en cuerpo y alma no puede realizar obras que perduren en el tiempo”. Después baja de la inmortalidad literaria y habla del tiempo que encierra un reloj de pulsera, el tiempo más prosaico. “Decidí dedicar mis horas a la literatura y el resto para los trabajos alimenticios, pero en Lima llegué a tener siete trabajos de este tipo y no tenía espacio ni para leer”, recuerda para volver a ser el Vargas Llosa estudiante y anónimo que llega a Madrid en 1958 para estudiar en la Complutense. “Aquí lo conseguí, eran trabajos que me dejaban en disposición psicológica para dedicarme a la literatura, pude escribir novelas de aliento que me llevaban años de trabajo, algo que no hubiera podido hacer con un trabajo liberal tipo abogado o periodista”, dice para reflexionar después sobre las ventajas e inconvenientes del éxito. 

 

“Usted creerá que es una frase hecha, pero yo nunca pensé que tendría un editor, pensaba que pagaría mis libros de mi bolsillo y los regalaría a mis amigos”. Hizo bien. Si hubiese tenido que costear todas las ediciones de sus obras se habría empeñado para diez reencarnaciones. Le salvó el editor catalán Carlos Barral, quien publicó La ciudad y los perros(1963) “tras pelear un año con los censores”. Y consiguieron cambiar sólo “ocho palabras del original”. Aquí, Vargas Llosa comienza a esbozar una sonrisa, manejando el tiempo, consciente de que la anécdota va a hacer reír. Describía a un coronel de “vientre de cetáceo’” y les pareció inadmisible. “Si al menos fuera un capitán”, le dijeron. “Yo, en broma, les dije que en vez de vientre de cetáceo podría tener vientre de ballena”. “Ah, entonces sí”, respondieron. También peleó por el personaje del cura demasiado sensible a los encantos de las mujeres que habitan los burdeles. “¿Y si lo cambiamos por prostíbulos?”. “Estupendo”, concedieron. El libro llegó a ser quemado por los militares peruanos. “Pero no lo prohibieron, con lo que hicieron una publicidad impagable”.

 

La siguiente pregunta va directa al Vargas Llosa de hoy, al escritor convertido en intelectual, al novelista que no le importa mancharse las manos de realidad y se presenta como candidato a la presidencia de Perú. “¿En qué se parece la situación de América Latina a la europea?”, inquieren desde el patio de butacas. “Ha cambiado, ahora es más estrecha, con intercambios constantes”, responde optimista para hacer un nuevo viaje al pasado. “Tras la posguerra, las influencias de Europa llegaban a través de México y Argentina, con un especial interés por Francia y autores como Sartre o Camus. Era una influencia francesa casi exclusiva, pero se desconocía lo que se hacía en el resto de Europa y ahora, si en algo ha funcionado la globalización, es en el gran conocimiento de lo que se hace a ambos lados”. 

 

Por esta razón, todo el mundo tuvo conocimiento de su reciente periplo en el aeropuerto de Caracas cuando fue detenido durante dos horas y sometido a la ‘tortura’ de escuchar durante este tiempo los artículos de la constitución bolivariana. “En Venezuela existe una oposición democrática que ha frenado el proceso autoritario. Las Universidades están a la vanguardia de la resistencia al ‘chavismo’ y no se puede hablar de dictadura porque hay espacios que se están defendiendo de manera muy valerosa, con periódicos acosados que hacen una oposición valiente”, dice el autor enemistado desde hace años con Gabriel García Márquez, amigo personal de Fidel Castro. Y continúa hablando sobre el actor secundario del éxito ¿Por qué no te callas?. “Para Chávez hay dos espinas clavadas en su garganta”, dice en alusión a Colombia y Perú, países que, en su opinión, “no han caído aún en la órbita” del dirigente venezolano y en los que éste “ha organizado una campaña de desestabilización a través de movimientos populares y partidos políticos”. 

 

Pero la palabra más repetida por el maestro del lenguaje es “democracia”. En su opinión, la situación de los estados occidentales es “mediocre” y genera “poco entusiasmo”. “Los mejores se apartan de la política porque les parece despreciable, y quienes finalmente desarrollan esta labor son los oportunistas”, dice crítico. “Gozamos de unos privilegios que ignoramos, cualquiera que vive en una dictadura como Cuba o Corea del Norte, o en una pseudodemocracia como Venezuela, soñaría con vivir en esas mediocres democracias que tanto desprecio nos inspiran a los que vivimos en ellas. Quien vive en dictadura no necesita ninguna teoría para aprender qué es una dictadura y qué no lo es, esta situación debería ser lo mismo para los que viven en democracia, pero sin embargo no ocurre así”.

 

El escritor y el demócrata convencido se van entre aplausos. Ahora suba en un Ford oscuro, también inmaculado. La UGR está de gala.

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