67 festival de música y danza en la Alhambra

Oda al taconeo sobre la línea del tiempo

  • María Pagés y su compañía regresan a la Alhambra con un espectáculo sobre lo efímero de la existencia a golpes secos de baile lleno se sentimiento flamenco

Pagés se sirve de letras de grandes escritores y filósofos para darle vida a su reflexión personal sobre el paso del tiempo.

Pagés se sirve de letras de grandes escritores y filósofos para darle vida a su reflexión personal sobre el paso del tiempo. / reportaje gráfico: carlos gil

María Pagés vio hace un año como se truncaba su aparición en el Festival de Música y Danza. La razón, litros de lluvia que convirtieron el Generalife, y su teatro, en una gran charca bucólica. No pudo ser, y con esa cancelación la pasada edición del Festival perdió una de las interpretaciones de danza estrella de su temporada.

Anoche el cielo contaba con algunas nubes tímidas, que apenas rozaban la luna casi llena. No había amenaza de tormenta, solo se esperaba a otro fenómeno natural, el de María Pagés y su compañía de danza que anoche se reivindicaron, por esta edición y por la perdida.

María Pagés tuvo que suspender su aparición en la pasada edición a causa de la lluvia

Con el espectáculo Una oda al tiempo, que la sevillana estrenó el pasado 12 de abril en los Teatros del Canal de Madrid, Pagés y los suyos desbordaron a golpe de tacón el escenario de los jardines de la Alhambra. La obra rinde homenaje al paso del tiempo y lo efimero de lo presente.

Manijas de un reloj con pilas eternas al que lo más recomendable es rendirle tributo divino, y así lo hizo la compañía la pasada jornada. Desviamos la palabra hacia el conjunto de los bailarines, Pagés incluida, porque Una oda al tiempo solo se puede entender en términos de colectividad. Aquí no hay estrellas y satélites, hay un entramado de cuerpos, a veces en solitario, a veces en riguroso compás, que conforman un espectáculo de doce escenas a puro color.

Anoche se vieron soleares, seguiriyas, tarantos, guajiras y alegrías, entre otros palos cumbre para que luzca el cuerpo flamenco. Además de Pagés, cuatro bailaores, cuatro bailaoras y siete músicos, una amalgama anatómica que brilló tanto cuando se desplegaron en solitario como en bandada.

A golpes secos. Constante cambio, metamorfosis fruto de la radiografía que hace la bailaora del tiempo en el que vivimos. Cortes de cuchillo entre escenas que dejaron en el público la constante sensación de cambio, de espera ante lo siguiente. Con música de Rubén Levaniegos, Piotr Ilich Chaikovski, Antonio, Vivaldi, Georg Friedrich Händel, Sergio Menem, David Moñiz, Isaac Muñoz y aportaciones de música popular la danza fluyó por todos los rincones del teatro mostrando la percepción que tiene esta sevillana del atropello de la vida y de la formación del futuro. Paso a paso.

La lengua es también parte viva en Unaoda al tiempo. Pagés bebe de las letras de El Arbi El Harti, periodista, profesor y escritor marroquí que se derraman en torno a la temática tan recurrente de la obsesión humana de dar forma al tiempo. Eternidad y fugacidad inevitables que tanto han cultivado las obsesionadas mentes mortales. No en vano, Pagés también se sirvió anoche de las sublimes letras de filósofos y escritores como Platón, Jorge Luis Borges, Marcel Duchamps, Pablo Neruda, Margaret Yourcenar.

Una obra que alcanza el clímax en varias ocasiones y juguetea con la pasión del flamenco al tiempo que alaba lo intangible del pensamiento etéreo. Luces, música, cuerpos entrenzados, energía y purismo taconeados sobre la línea del tiempo trazada por María Pagés.

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