Paula Bozalongo, poeta y arquitecta

Paula Bozalongo: "Tanto la Arquitectura como la Poesía son fundamentalmente formas de mirar"

La poeta Paula Bozalongo.

La poeta Paula Bozalongo. / Clara Torres González

Paula Bozalongo (Granada, 1991) no ha temido dejar pasar casi una década entre la publicación de su primer poemario Diciembre y nos besamos y el segundo, La piel de la naranja. Con el primero, escrito con tan sólo 23 años, como destaca en la contraportada Ángeles Mora, "entró por la puerta grande en el casa de la poesía". La granadina afincada en Madrid, donde ejerce también como arquitecta en una bicefalia profesional a lo Joan Margarit -"ya me gustaría a mí parecerme", cuenta entre risas- reconoce que eran muchos los autores que la animaban a publicar ya su segunda obra. Pero ella releía y pulía el libro que estaba ya listo para ir a imprenta, tal y como cuenta el poeta y narrador colombiano Fran Báez, autor del prólogo. En 2022, Bozalongo consideró que había llegado el momento y es en este 2023 cuando por fin ve la luz su segundo volumen de poemas, publicado en Hiperión. 

El próximo día 14 de abril, la granadina presentará su libro en el Colegio de Arquitectos de Madrid. Y el día 22 volverá a hacerlo en Granada, en el contexto de la Feria del Libro, pero ya adelanta alguna de las claves de una obra en la que "encontramos una voz que se consolida plenamente, siguiendo el camino que va del dolor, la enfermedad, la pérdida, al encuentro consigo misma, en un despegue lento, punzante, difícil", en palabra Ángeles Mora

-Ha pasado prácticamente una década en la que, a parte de viajar mucho, como señala Frank Báez en el prólogo, también le han ocurrido muchas cosas en el ámbito personal. Menciona temas como el cáncer de su madre o el divorcio de sus padres... ¿Ha esperado porque han sido unos años convulsos?

-Sí, ha sido una década muy intensa. Definitivamente, la enfermedad de mi madre ha sido un punto de de inflexión y un tema que inevitablemente tenía que estar, pero también los viajes son son parte de esta etapa. Sé que el tiempo transcurrido desde Diciembre y nos besamos hasta hasta ahora puede parecer largo. Había cierta insistencia y me preguntaban con frecuencia si iba a salir ya el segundo. Parecía que corría mucho el tiempo y que de algún modo dejaba de estar ahí. Pero para mí era lo contrario porque estaba viviendo un montón de cosas, algunas de ellas difíciles. Yo escribía esos poemas como una forma de entender lo que estaba pasando. 

-También refiere que esperaba "un poemario que se abre al mundo y al jolgorio, un anecdotario de experiencias y efemérides" pero los versos contienen "una suma de pesares, de desilusiones y de traumas" que es "compartida por una generación". Tanto es así que ha contabilizado 16 veces la palabra miedo. ¿Es un libro escrito desde una zona gris? 

-No es un poemario escrito desde la oscuridad, aunque eso no quiera decir que que no haya mucha tristeza. Me llamó mucho la atención la primera vez que leí el texto de Báez la cuenta de la palabra miedo. Creo que tiene que ver con una realidad difícil, de recuperarnos de una crisis económica, de enfrentarnos a una crisis climática, de atravesar un montón de situaciones como la pandemia... Había un meme que decía: "No quiero vivir más momentos históricos".  

-Báez también habla en el prólogo que, debido a su formación de arquitecta, sitúa la casa "como ese espacio en donde converge el pasado, el presente y el futuro, representados respectivamente por los parientes, los familiares y los amantes". ¿Le ayudan sus estudios a estructurar su mundo poético? 

-Cuando estaba estudiando tuve dudas entre la Literatura y la Arquitectura, aunque finalmente me decanté por esta y estoy muy contenta de haberlo hecho. La verdad que es una profesión que me encanta, que el ejerzo con devoción y que realmente es la que consume la mayor parte del tiempo. 

-"Todas las casas, están torcidas. Así, se se sostienen luchan siempre en el límite del equilibrio inestable, con los desequilibrios de sus habitantes. Su deformación las mantiene vivas y en el tiempo que contienen se edifican". ¿Son dos disciplinas que pueden hibridarse?

-Tanto la Arquitectura como la Poesía son fundamentalmente formas de mirar. Un modo de ver. La Arquitectura como modo de ver es una disciplina exigente, que te obliga a entender cómo funcionan las cosas desde sus leyes más básicas, como la gravedad. 

-El volumen es variado en la temática pero aún más variado en lo formal. Hay poemas en prosa, otros larogos y algunos brevísimos, como Trópico: "El calor se pega a la piel/ y hoy no es síntoma de los besos que quise, / es el eco abrasivo de mi voz/ echándote de menos en otra pesadilla". 

-La variedad tiene que ver con el hecho de contar una historia de la manera más honesta posible. Después de la resaca de Diciembre que quería construir un relato que me permitiera explicarme, que me permitiera responderme o contradecirme. Por eso hay diálogos, cambios de voz, poemas breves que que aparecen contestando a poemas anteriores, o incluso no tan breves.  

-El título, La piel de la naranja, la Premio Nacional de Poesía Ángeles Mora referencia a esa "genealogía familiar que la llevó y la lleva de la mano, pero de la que tenía que ir despegándose inevitablemente hasta poder construir un territorio propio". Su padre, Javier Bozalongo, también es poeta y editor. Como autora ha sentido la necesidad de separarse para tener su propia voz?

-Para nada. Nunca lo he sentido como algo necesario para construir un lugar propio, más bien al contrario. Yo lo que siempre he vivido en casa respecto a la poesía es que era un espacio de libertad. La biblioteca que había, como cualquier otra, abría siempre la posibilidad de elegir. Como debe ocurrir o como era natural que ocurriera me fui y construí mi propia biblioteca, que no tiene que ver con la de mi padre, aunque aunque sí hago más de una visita todavía y me llevo algunos de sus libros. Pero yo nunca he sentido la necesidad de ir deliberadamente en dirección contraria o de tener que generar una ruptura.

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