Análisis del programa de la 68 edición del Festival de Música y Danza

Regresos y recuerdos

  • Vuelven el Ballet de Martha Graham, Eschenbach, Maria Joäo Pires, 'El sombrero de tres picos' y la ópera semiescenificada con 'Las bodas de Fígaro'

  • A la OCG se le reserva cargar con el peso histórico de la inauguración y Heras-Casado clausura con el estreno de 'Alhambra' de Peter Eütvös

La Orquesta de París, en una actuación en el Festival de Granada.

La Orquesta de París, en una actuación en el Festival de Granada. / G. H.

Un programa variado, con algunos momentos atrayentes, pero con evidente debilidad sinfónica, se justifica con regresos de figuras importantes: en la danza con la compañía de Martha Graham, el piano intimista y delicado de Maria Joao Pires, la ópera, aunque sea en versión semiescenificada de Las bodas de Fígaro mozartiana y, sobre todo, en la dirección orquestal, capítulo, el sinfónico, que ha sido, hasta hora, uno de los pilares básicos en la historia del Festival por el que han pasado las mejores orquestas españolas y europeas -no habrá que mencionar siempre a la Filarmónica de Berlín, con Karajan, la de Leningrado, con Mrawinsky, la Concertgebouw, con Haitink, las inglesas, francesas., etc.-.

Por eso tenemos que subrayar esa presencia de maestros como Christoph Eschenbach, por ejemplo, que en 60 Festival nos ofreció una memorable versión de la coral Segunda Sinfonía Resurrección de Mahler. En aquel Festival, Zubin Mehta lo inauguró con la otra sinfonía coral -la Tercera- también de Mahler -el ciclo sinfónico  coral mahleriano se completa con la Octava, que estrenó Frühbeck en España, con la Nacional y tres coros en 1970, y repitió diez años después-, mientras Barenboim se despedía de su largo e inolvidable paso por el Festival, como director o pianista. Digo esto simplemente para recordar momentos magistrales que no deben ser olvidados, muchas de ellos abriendo el certamen.

Eschenbach será el encargado de dirigir a la Orquesta de París -la única con pleno carácter sinfónico este año- con El carnaval romano, y la Muerte de Cleopatra, de Berlioz, esta pieza con la voz de la mezzo Stéfamie d’Oustrac, y con Mahler, con su Primera Sinfonía, Titán. Esa soledad sinfónica, con conjuntos o bien clásicos o marcados en su nombre por los de cámara, no puede bucear por obras comprometidas, excepto el final con Heras-Casado dirigiendo una partitura encargada a Peter Eütvs, titulada Alhambra, y una fantasía alrededor de Pulcinella, con la Mahler Chambert Orhestra.

Antes, con la Orquesta de París, el director granadino y del Festival ofrecerá la Sinfonía Fantástica, en el 150 aniversario de la muerte de Berlioz. Por cierto que en esta conmemoración se ha olvidado la obra impresionante del sinfonismo francés que es La condenación de Fausto, que, eso sí, requiere solistas, orquesta poderosa y coro. Ya que hablamos también de recuerdos habrá que mencionar la brillante versión que hizo López Cobos, clausurando la 31 edición de 1982, con la Orquesta y Coro Nacionales, edición donde quedó grabada la maestría de Mrawinsky, con la mencionada Filarmónica de Leningrado...

La apertura se le ha reservado este año a la Orquesta Ciudad de Granada que, sin duda debe tener -como lo ha tenido siempre- un puesto relevante en el Festival, con Pons o con Kantarow. Hay que apoyar a nuestra querida orquesta en estos momentos difíciles, sobre todo los que pedíamos su creación y, por supuesto su continuidad, pero creo que hacerle cargar el peso de la inauguración del certamen, con todo lo que tiene de histórico este momento que todos esperan expectantes, no es muy acertado, pese a la calidad de nuestro conjunto clásico, que se consideró la mejor española en su especialidad, y que algunos hemos pedido que no sólo hay que regatearle presupuesto, sino todo lo contrario hasta convertirla en una orquesta sinfónica, capaz de competir con los grandes conjuntos europeos. Ofrecerá, bajo la dirección de Ivor Bolton la Juana de Arco, de Moscheles, el Concierto para violín y orquesta, de Beethoven, con Victoria Mullova, y la Sinfonia Escocesa, de Mendelssohn.

Hablamos de regresos y ahí tenemos el barroquismo del conocido The Sixten Choir and Orchestra, dirigida por Harry Chistophers, con un monumento que degustan los musicólogos, Vespro della Beata Vergine., de Monteverdi o la danza, con la compañía de Martha Graham y su versión ya ofrecida en el Generalife hace 31 años de La Consagración de la Primavera. Un trato que se amplía con el Ballet del Teatro Mariinsky, de San Petersburgo, con dos programas para mostrar las cualidades y belleza de la escuela rusa. Y el Ballet del Capitolio de Toulouse, recreando la archiconocida Giselle, que, por cierto nos hará recordar a los veteranos aquella genial versión que Margot Fonteyn y Nureyev nos ofrecieron en el Generalife, con el Royal Ballet de Londres y maestros de la Orquesta Nacional en el foso, el 24 de junio de 1968, en la inauguración -otra vez la palabra clave- de la XVII edición.

Inauguraciones que, entonces, sí era cierto que atraían públicos de todo el mundo. Las localidades estaban agotadas desde hacía meses. Aquella noche no sólo asistieron los príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, sino personajes y estrellas del cine como Claudina Cardinale. Repasen los organizadores de hoy la historia del Festival –o asómense a la maldita hemeroteca- para aprender sobre proyección internacional, de primeras figuras y de estrellas del momento para incluirlas en sus programas y mantener el nivel de un acontecimiento.

Seguimos hablando de regresos y este año, al cumplirse el centenario de la obra, que le encargó Diaghilev al maestro, sobre la idea de Pedro Antonio de Alarcón, vuelve El sombrero de tres picos, de Falla, que han recreado en el Generalife, desde Antonio o Mariemma a los ballets nacionales y que la Compañía Nacional de Danza ofrece, esta vez –como ocurrió antes- utilizando los figurines y decorados de Picasso. Solistas que también vuelven, como María Joao Pires, que apareció con su aspecto de campesina del Alentejo interpretando un espiritual y cálido Chopin.

Vuelve la ópera al Festival 

Y otro regreso: la ópera, con la versión semiescenificada de Las bodas de Figaro mozartiana, capítulo que no ha desdeñado el Festival, pese a la dificultad de sus escenarios, desde el eco de Mozart de El rapto en el Serrallo, en los Arrayanes, a escenificacione más complejas y atrayentes como La flauta Mágica de Els Comediant, en el Generalife, con la OCG, o el oratorio de Honegger Juana de Arco en la Hoguera, entre infinidad de creaciones escenificadas o en versión de concierto. Es imprescindible incluir la ópera en todas las ediciones.

Hay numerosos recitales de interés que por falta de espacio no cabe subrayar, de piano, sólo o acompañado de violín, en recuerdo de Clara Schumann; de música de cámara, incursiones por el barroco y el Renacimiento, flamenco, en su modalidad de canto, baile o guitarra, entre ellas Yerbabuena, con una fusión de flamenco y arte japonés, Silvia Pérez Cruz, El cabrero y diversos espectáculos, entre ellos el habitual dedicado a los niños.

Un Festival interesante, en líneas generales, cimentado sobre centenarios y regresos de figuras y conjuntos que ya han triunfado en la ciudad, pero con preocupante limitación sinfónica, el histórico pilar básico del certamen, lo que reduce su categoría.

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