Cinco músicos ciegos son sacados de la felicidad de un asilo para dar un concierto un día de fiesta. Su guía, el sacerdote de la institución, desaparece. Es entonces cuando los miedos, la desesperación y la esperanza se mezclan en la búsqueda de una salida de topos que escarban en su propia miseria para encontrarse de cara con la mano de un tiempo inmóvil. La historia, creada a partir de Los ciegos, el texto del premio Nobel de Literatura Maurice Maeterlinck, se podrá ver este fin de semana sobre las tablas del Teatro Alhambra.

El granadino Juan Dolores Caballero dirige a la compañía Teatro El Velador en La noche, una propuesta escénica que mantiene constante la búsqueda y la investigación de recursos contemporáneos como forma de crear y definir un lenguaje propio.

En La noche las situaciones que se presentan muestran la vida cotidiana de un desecho social, del hombre que cabalga sobre sus hombros, limitado y perdido desde un supuesto poder instaurado en la miseria moral y ética. Es entonces cuando, abandonado a su suerte, se mantiene tan sólo la espera de un mesías salvador y a la búsqueda de una salida que se constituye como la propia existencia de los personajes.

Pese a todo, La noche es una obra "tremendamente pesimista sobre el destino del ser humano", según explica su director. Se trata de algo así como un "teatro bruto" que apuesta por el cuerpo más que por la palabra en su intento por darle voz a los desarrapados, a los excluidos y a los monstruos". El texto original de Maeterlinck, duro a la vez que bello y poético, representaba ya perfectamente a finales del siglo XIX algunos de los principales problemas de la sociedad actual, en la que el hombre está desesperado y no encuentra salida.

El texto original de Los ciegos contemplaba a trece personajes que permanecen sentados todo el tiempo en medio de un bosque, desamparados y sin saber qué hacer. En La noche, Dolores Caballeros los reduce tan sólo a cinco -interpretados por Benito Cordero, Luis Ruiz-Medina, Juanjo Macías, Mostapha Bahja y Selu Nieto - y ciegos. ¿El nuevo esceneario? Un antiguo balneario con una escenografía "preciosista" diseñada también por el propio director con la intención de contrastar con "tanta sordidez y desarraigo".

Pese al desamparo y la tristeza ante que no encuentra una salida posible, el montaje mantiene cierto tono de humor y unas chispas de ternura poética que son las que siempre han hecho que Teatro El Velador siempre se gana la complicidad del público.

La compañía, con más de quince años de trabajo, da una nueva vuelta de tuerca a su concepción del teatro con La noche, no ya sólo en su teatro bruto como elemento formal, sino también en la asimilación y expresión de una cultura en la que se desarrollan y viven sus componentes.