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La aventura melancólica

Comedia-aventuras, EEUU, 2012, 94 min. Dirección: Wes Anderson. Guion: W. A. y Roman Coppola. Fotografía: Robert D. Yeoman. Música: Alexandre Desplat y Benjamin Britten. Intérpretes: Jared Gilman, Kata Hayward, Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Jason Schwartzman, Bob Balaban, Harvey Keitel. Cines: Cinema 2000.

Me quedo con dos ideas de dos de las mejores críticas que he leído sobre Moonrise Kingdom tras su pase por Cannes. La primera la esbozaba Fernando Ganzo desde las páginas de Lumière, donde escribía que Anderson "es como ese niño cuyos padres le dan más paga de lo normal, sin saber por qué (no es más listo que los demás, ni da más afecto), y que lo muestra ante sus amigos enseñando su nuevo balón Spalding, mientras los demás botan uno de plástico". La segunda se la tomo prestada a Àngel Quintana, que en Caimán habla de esta película como de "un Pierrotle fou para niños" donde, a partir de "la utilización de las claves del cine infantil, se busca edificar una obra que no quiere renunciar al legado de la modernidad […] con una serie de juegos estilísticos -frontalidad, rupturas de raccord, la música, caricaturas interpretativas- que se lo deben todo a Godard".

En efecto, Anderson ha levantado una filmografía distintiva, un universo propio, en los márgenes del último cine independiente norteamericano. Una obra de autor que en sus dos últimas entregas coquetea ya descaradamente con ciertas claves del cine infantil (a pesar de que los niños o los adolescentes han sido siempre los protagonistas de su cine) desde la torsión adulta de la animación artesanal (Fantastic Mr. Fox) o los mecanismos de la aventura romántica (Moonrise Kingdom), para seguir hablando de los mismos temas que atraviesan su filmografía, de Academia Rushmore a Los Tenenbaums, de Life Aquatic a Viaje a Darjeeling, a saber, del sentimiento de orfandad y desamparo o la crisis de identidad en el seno de la familia (siempre excéntrica) desde un tono a mitad de camino entre el pop y la melancolía.

Moonrise Kingdom se distancia del presente no sólo con su habitual cacharrería iconográfica y escenográfica de corte vintage, sino con un viaje a los 60 del pasado siglo (1965) para lanzarse a la aventura del primer amor y la búsqueda de un lugar en el mundo de dos jóvenes a la fuga (a bout de souffle) por los paisajes de una pequeña isla de Nueva Inglaterra, microcosmos de gozosa topografía narrado por un Cousteau (Bob Balaban) de preciso relato exterior, trazado desde la caricatura multicolor, tocado por la magia (esa cabaña construida en la cima de una poste, esa motocicleta que aparece encaramada en la copa de un árbol), filmado con precisión geométrica y desparpajo hedonista, y acompasado por la música orquestal y vocal de Britten y Desplat o las canciones de Hank Williams o Françoise Hardy, nuevos referentes de ese cruce entre lo culto y lo popular que Anderson vuelve a convertir en algo más que una simple banda sonora al uso para que sea el sustento orgánico, rítmico y climático de la propia estructura de su película, resuelta en un catártico grand finale para tormenta eléctrica, coro y orquesta.

Moonrise Kingdom es una película de niños que actúan y hablan como adultos y de adultos melancólicos y solitarios que se comportan como niños (raros), una fábula con intercambio de roles en la que los personajes del instructor del campamento de Boy-scouts (Edward Norton) y el policía (Bruce Willis, una vez más reciclado y recuperado de sí mismo) desenmascaran su tristeza en el proceso de búsqueda de dos chavales que no encajan en sus respectivas familias, unos Belmondo (Gilman) y Karina (Hayward) empequeñecidos y disfrazados pero con unos mismos gestos de lúcida, libertaria y locuaz rebeldía, dos inadaptados que buscan realizarse en el amor a través del juego (real) de la impostura, dos pequeños y cándidos amantes refugiados en su inventario de libros, gadgets y objetos portátiles, escondidos del mundo en la tienda de campaña de un pequeño rincón secreto y privado, en una playa llamada Reino de la Luna Saliente.

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