Actual

Un clásico del futuro

  • Pau Gómez ha escrito 'Christopher Nolan. Un mago en el laberinto' (T&B Editores), una notable monografía sobre uno de los cineastas más interesantes

A lo largo de los años 90 del pasado siglo, en ámbito anglosajón, debutaron una serie de cineastas que en la década siguiente se convertirían en los "hombres fuertes" de la cartelera cinematográfica. Podrían citarse los nombres de Quentin Tarantino, David Fincher, M. Night Shyamalan, Darren Aronofsky o Christopher Nolan. La militancia inicial en las filas del cine independiente de alguno de ellos tenía un punto en común: no respondía a una voluntad expresa de desvincularse de la gran industria, sino al más prosaico deseo de aprender el oficio y hacer méritos. En general, sus primeros trabajos (y los premios que obtuvieron en algún caso) habrían de servirles de credenciales ante los que parten el bacalao. En consecuencia, su incorporación a la industria se realizó sin grandes problemas de conciencia, aunque no sin fricciones; ahí está el caso de Aronosfsky. El 'caso Nolan', por su parte, resulta especialmente llamativo porque empezó su carrera en su Inglaterra natal para, acto seguido, cruzar el charco e instalarse en Hollywood. La rapidez y contundencia con que ha conquistado un lugar en la cumbre es asombrosa.

Sus primeros largometrajes, los que realizó al margen o en los aledaños del cine comercial -Following (1998), Memento (2000)-, se basan curiosamente en la necesidad de definir, conquistar o mantener una identidad propia; un "yo" escurridizo, en tiempos de dispersión o licuefacción. (Estoy pensando en las tesis sobre el "tiempo líquido" de Zigmunt Bauman). Acto seguido, una vez sentadas las bases de su universo propio, Nolan no ha tenido mayores problemas en llevarse cualquier encargo a su propio terreno, como suele decirse, y dotarlo de una dimensión significativa. En este sentido, la trilogía dedicada a Batman es harto reveladora: Nolan ha sabido conciliar las exigencias de un espectáculo de esta magnitud con un tratamiento trágico (wagneriano casi) de dicho material, que ha influido de manera determinante en el cine de superhéroes posterior. En Batman Begins (2005), El caballero oscuro (2008) y El caballero oscuro: La leyenda renace (2012) ha mostrado un conocimiento profundo de la tradición y una firme voluntad a renovarla desde dentro. Nolan es un cineasta cinéfilo, pero no a la manera de otros, que atiborran sus filmes de homenajes explícitos a las películas que jalearon en su infancia o juventud. Nolan prescinde de guiños cómplices en beneficio de una interiorización de sus referentes; los convierte en la argamasa con que construye el edificio y no en un simple adorno de la fachada.

El éxito de sus obras más convencionales -que "convencionales" no son- le ha permitido la puesta en pie de otros proyectos inclasificables y arriesgados como la adaptación de la novela de Christopher Priest, El truco final (El prestigio) (2006), una fascinante disquisición en torno a la naturaleza ilusionista de la ficción, u Origen (2010), un jardín de senderos que se bifurcan, además de un audaz aggiornamento sobre el antíquisimo tema de la vida es sueño, protagonizado por su típico héroe escindido; en este caso, un individuo que se dedica a entrar en los sueños de otros para robar la información almacenada en el subconsciente. Según David Denby, en esta película Nolan elaboró una prosa de signo surreal equivalente a la poesía en clave surrealista de Belle de jour (1967) de Luis Buñuel.

Otro aspecto capital en el cine de Nolan y de demás compañeros de generación es la naturalidad con que se incorporan al constructo fílmico las nuevas tecnologías digitales. El tratamiento o la manipulación de la imagen no se conciben como "alarde", sino como un recurso estético de primer orden, según demuestra Origen. Las imágenes más insólitas de su filmografía han sido posibles gracias a los últimos extraordinarios avances en el terreno de los efectos especiales digitales.

La carrera de Nolan ha ido a más de manera inexorable; el último jalón es Interstellar (2014), una película de ciencia ficción en donde se atreve a medirse con el mismísimo Stanley Kubrick, ninguneada en el último reparto de Oscars, tal como les ocurriera en su día a las magistrales El caballero oscuro y Origen. Cada nueva producción ha supuesto una nueva apuesta formal, resuelta siempre con un vigor y un rigor excepcionales. Nolan ha sabido encontrar y acotar un terreno propio (y propicio) dentro del cine fantástico actual, en donde ha hecho aportaciones muy ambiciosas no sólo como director, sino también como productor: véanse la muy interesante y muy interesada El hombre de acero (2013) de Zack Snyder, o la muy discutible y muy discutida Trascendence (2014), debut en la dirección de su director de fotografía habitual, Wally Pfister. Así pues, la oportunidad de la monografía de Pau Gómez, Christopher Nolan. Un mago en el laberinto (T&B Editores), está fuera de discusión. Se trata de abordar una filmografía apasionante y tomarle el pulso al cine mainstream actual, situado en una encrucijada decisiva.

Pau Gómez se decanta por subrayar el carácter prestidigitador de Nolan como cineasta. Al igual que a Orson Welles, a Nolan le fascina el mundo de la magia y, tal como los magos protagonistas de El truco final, busca obsesivamente el asombro del público, el deslumbramiento, la maravilla. "En eso ha consistido desde siempre el ilusionismo: en conseguir que personas aferradas a la triste realidad crean, por un momento, que lo increíble también es posible. Desde el escenario, el mago despliega ante el espectador todo su repertorio artístico mientras, por detrás, le engaña con sigilo y elegancia", escribe Gómez.

Los adjetivos 'sigiloso' y 'elegante' cuadran perfectamente a su puesta en escena. "De la chistera de Christopher Nolan -explica Gómez en otro pasaje- han salido, de momento, fotografías Polaroid, revólveres incriminatorios, murciélagos errantes y un tótem en forma de peonza", en referencia a objetos claves de Memento, Insomnio, Batman y Origen. Es, por descontado, un modo entre otros muchos de abordar su obra. De Christopher Nolan queda mucho que decir. Mucho.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios