arte

Los efectos del tiempo en la memoria

  • Un nuevo acierto de Jiménez para seguir haciendo del Damián Bayón una de las estaciones donde acudir por saber que el arte tiene una segura estancia

Centro Damián Bayón Santa fe

Que lo artístico -quizás más que en otras órdenes de la vida- lo hacen posible agentes cuyo entusiasmo roza el apasionamiento para convertirse casi en una maravillosa locura, es algo que a todos los que en esto nos movemos no nos pasa desapercibido. Muchos nombres están en el ánimo para comprender cómo algo tan complicado, con actores tan complejos de sobrellevar, con carencias manifiestas en cuanto a lo económico -en estos tiempos que nos han tocado vivir muchísimo más-, con poco reconocimiento por los responsables y con otras circunstancias desfavorables con las que luchar, se lleva a cabo sólo por el trabajo silencioso, ilusionado y heroico de unas personas que hacen posible que la cultura en general y el arte en particular tenga un sitio en el entorno ciudadano y no sea una pequeña manifestación encerrada en las cajas de nácar de unos poquísimos privilegiados. Entre estos apasionados, entusiastas y entregados, se encuentra Juan Antonio Jiménez al frente del Centro Damián Bayón de Santa Fe. En aquella ínsula cultural del Instituto de América, Juan Antonio lucha denodadamente por dar contenido a uno de los espacios culturales -y, por supuesto, expositivos- más importantes que existen en Granada y fuera de sus fronteras -provinciales, regionales y, si se me permite, hasta nacionales-. Con poco presupuesto, mucho trabajo e infinita ilusión, consigue que las estancias que se encuentran en la céntrica plaza de Santa Fe tengan su constante contenido y hasta ellas lleguen muestras de indudable calidad. Tanto es así, que podríamos decir que el Damián Bayón es uno de los pocos espacios expositivos que los artistas nuevos con algo que decir tienen como vía por donde canalizar su trabajo. Muchas y buenas exposiciones hemos tenido la oportunidad de contemplar en las salas del Damián Bayón -Ascensión Lozano, Marisa Mancilla, Emilio Luis, Alejandro Gorafe, Clara Jiménez… -. Ahora, Juan Antonio Jiménez nos presenta la obra de un artista nacido en Santa Fe con un trabajo amplio y lleno de sentido.

Francisco Javier Martínez Ruiz es un autor de gran calado; su patrimonio no se reduce a un solo registro creativo sino que su escenario artístico se encuentra desarrollado ampliamente con varias experiencias donde tienen cabida circunstancias de muy diversas tendencias y maneras, aunque en todas subyace la potencia creativa, el acierto estructural y hasta unos desenlaces que unifican conceptos plásticos a pesar de la diversidad constitutiva de las obras.

El autor de Santa Fe deja constancia de su interés por el paso del tiempo, por un transcurrir implacable que asume su potestad y deja una huella indeleble en una naturaleza que asume tan determinante realidad. Para ello, el artista se vale de toda clase de materiales, de todo tipo de situaciones plásticas y de una amplia sintaxis para estructurar una realidad conceptual que pasa siempre por el inmediato trasfondo de un tiempo que ha dejado su inexorable sentido transformador.

Esculturas que unifican múltiples tendencias compositivas en un solo argumento de poderosísimo efecto material; son, éstas, obras que componen un estamento plástico abierto, donde distintos materiales producen un marcado posicionamiento conceptual, siempre con esas bases clarificadoras que argumentan su obra y que no son si no el transcurrir del tiempo y su efecto especulador en la memoria. El hierro y su simiente temporal que lo oxida suscriben unos registros confortantes que acentúan el interés del autor por testimoniar ese discurso de la existencia que borra límites y adentra en los recodos del recuerdo. Sus piezas son como tótemes que puntualizan estados de emoción pretérita pero que asumen una realidad atemporal.

En sus pinturas, encontramos parecidas circunstancias. Obras eclécticas que se llenan de argumentos físicos para extrapolar posiciones y abrir nuevos cauces significativos. Materiales yuxtapuestos a la búsqueda de una unidad creativa que haga imperecedera su misteriosa posición semántica.

Junto a estas obras, Francisco Javier Martínez Ruiz nos conduce por unos bellos mosaicos de pequeñas fotografías a modo de imaginario donde se plantean muchas de las posiciones argumentales de donde se surten las esculturas y las pinturas. Son pequeños recortes de emociones sacadas del recuerdo y que establecen circunstancias de una existencia que deja entrever su gran discurso conformador.

Estamos, en definitiva, en una muestra muy bien ideada que desarrolla el poder creativo de un artista que sabe muy bien lo que quiere y como llevarlo a la práctica sin complejo alguno.

Un nuevo acierto de Juan Antonio Jiménez para seguir haciendo del Damián Bayón una de las estaciones término hasta donde acudir por saber que el arte con mayúsculas tiene una segura estancia.

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