Entrevista Irene Márquez | Dibujante

"Intento que aunque haya cierta grosería o gamberrada en el chiste, haya un chiste"

  • La ilustradora acaba de publicar 'Esto no está bien' (Autsaider Cómics), una compilación de divertidas y críticas viñetas de humor negro aparecidas en 'El Jueves' y otras tantas inéditas

La dibujante y humorista gráfica Irene Márquez (Valdepeñas, Ciudad Real, 1990), en una imagen reciente.

La dibujante y humorista gráfica Irene Márquez (Valdepeñas, Ciudad Real, 1990), en una imagen reciente. / I. M.

Nazis, judíos, pedófilos, gordos, ciegos, terroristas, personajes públicos, niños muertos, jóvenes milenial, embarazadas, drogadictos, suicidas, psicópatas, anoréxicas, monjas sexualmente activas, huérfanos. Hay una dibujante en España que se atreve a hacer humor gráfico con todo. Da igual el colectivo o la situación a tratar: su trabajo está por encima de cualquier límite moral o actitud condescendiente. Ésa es Irene Márquez  (Valdepeñas, Ciudad Real, 1990), firma habitual de El Jueves. La ilustradora acaba de publicar Esto no está bien (Autsaider Cómics), una compilación de divertidas, críticas y macabras viñetas de humor negro aparecidas en la revista y otras tantas inéditas. La graduada en Bellas Artes, afincada en Granada, plasma en este libro ejercicios humorísticos carentes de compasión y que contravienen las normas sociales. Juzguen ustedes mismos.

-Todas las viñetas de Esto no está bien tienen en común el humor negro y descarnado. ¿Cuál es el origen de ese sentido del humor tan corrosivo y descabellado?

-Es la gran pregunta. No sabría contestar. Es una preferencia personal. A cada uno le gusta un tipo de humor con el que ríe más. Es algo casi químico. Es una conexión inexplicable que sentimos cuando algo nos hace gracia.

Portada de 'Esto no está bien', el nuevo libro de Irene Márquez. Portada de 'Esto no está bien', el nuevo libro de Irene Márquez.

Portada de 'Esto no está bien', el nuevo libro de Irene Márquez. / G. H.

-La violencia está muy presente en las tiras. ¿Por qué nos escandalizamos por la violencia explícita pero no por los conflictos que nos ocurren en un trabajo, en una relación o en nuestra propia familia?

-Me interesa mucho esa dificultad que hay para llamar la violencia por su nombre. Yo no lo llamaría violencia. Hablamos de esos conflictos que surgen en esos nichos de afecto donde se supone que tienes que tener paz y amor incondicional de la pareja, la familia. Hay muchos tiras en torno al tema de la familia, de las madres y los hijos, de los padres y los hijos. Ese tipo de núcleos donde presuponemos una seguridad. Me parece súper interesante. No sé por qué la gente identifica mayor o menos violencia con casa cosa. Como autora me llama la atención representar eso. Damos por hecho que son cosas que pasan. Situar situaciones totalmente macabras y fuera de contexto en los lugares de afecto me interesa.

-Nazis, judíos, pedófilos, gordos, ciegos, terroristas. ¿Todo es susceptible de convertirse en humor gráfico?

-(Ríe). Sí. Un chiste se puede hacer de cualquier cosa. Otra asunto es que tú tengas unas preferencias, unos principios o unos límites autoimpuestos que te hagan decir: "Este chiste aunque es gracioso no me parece correcto y me lo voy a guardar". Hay una especie de mecanismo, una forma de trabajar los chistes. Se puede hacer gracioso cualquier cosa o cualquier situación. Es típico cuando ocurre una desgracia a nivel nacional, un suceso grande, que circulen de manera clandestina chistes sobre la tragedia colectiva en el petit comité. En las redes sociales si lo haces te comen. No puedes hacer un chiste de José Bretón. Quizá pasado el tiempo sí.

-¿Se ha marcado alguna vez un límite como no herir a los más débiles o cosas por el estilo?

-Todos nos marcamos un límite. El límite lo trazan tus principios o lo que tú crees que es correcto o que no. No tengo una percepción en la que crea que los colectivos minoritarios deban ser excluidos del humor. Puedes hacer chistes sobre cualquier colectivo discapacitado, racial o el tema de las diversidades LGTBI y que ellos mismos se rían. La clave no es decir: "No, con vosotros no me voy a meter, que estáis muy mal". Depende del tono con el que lo hagas. El límite es ese: intentar que aunque haya cierta grosería o cierta gamberrada en el chiste, haya un chiste. Que no sea tirar bombas a todas partes de una forma kamikaze. Debemos tratar de construir algo que la mayoría pueda entender y que se ría a quien le haga gracia. No aspiro a hacerle gracia al cien por cien de la población. Sería una locura.

Una de las viñetas de la dibujante de 'El Jueves'. Una de las viñetas de la dibujante de 'El Jueves'.

Una de las viñetas de la dibujante de 'El Jueves'. / I. M.

Otra de las viñetas de Márquez. Otra de las viñetas de Márquez.

Otra de las viñetas de Márquez. / I. M.

-Los minusválidos protagoniza numerosas viñetas suyas. ¿Es señal de que vivimos en un mundo bastante imperfecto y discapacitado?

-No trato de hacer un retrato del mundo aunque inevitablemente está ahí. Vivo del mundo y trato de nutrirme de él. Cuando hago chistes, tiras cómicas, intento construir un chiste. No tengo más espacio que tres viñetas. Busco algo en torno a lo que hacer un chiste. Por ejemplo, los accidentes de tráfico, el maltrato psicológico, el terrorismo. Busco cosas donde haya esa tragedia de la que se nutre el humor negro. Luego veo de qué forma tratarlo. Mis filtros lo pasa. Nunca he publicado nada que no quisiera publicar. Considero que de alguna manera representa a esa gente. Intento no burlarme de ningún colectivo y crear una situación divertida con esa condición de fondo. Sin faltar al respeto a las personas que sufren esas enfermedades tan terribles estoy visibilizando esa realidad porque apenas se habla de ello. No lo hago con intención de luchar contra la invisibilización. Eso aporta riqueza y pluralidad a la obra, el autor y la sociedad.

-También habla del complejo de Narciso que maneja esta sociedad. ¿Por qué nos importa tanto la imagen?

-Vivimos en una sociedad muy del yo, muy pendiente de nosotros mismos y del selfi.

-Hay varias alusiones a las relaciones dependientes y tóxicas. ¿Usted ha pasado por alguna o se inspira en lo que ve, lo que lee?

-En algunas de ellas busco exagerar lo que se considera normalmente el amor de pareja, el 'voy a estar contigo siempre'. Trate de estirar el chicle hasta que de mal rollo.

-Hay una parte que la dedicas a criticar la vida moderna, las redes sociales, la moda foodie, el vocabulario milenial. ¿La vida moderna apesta?

-Vivimos en una sociedad en decadencia en muchos sentidos. No me gusta criticar obsesivamente el presente como haría cualquier señor mayor. No quiero verlo así. Es muy típico que el presente nos parezca peor que el pasado. La revolución tecnológica, el bombardeo de imágenes, la cultura del yo, las redes sociales... El mundo en el que vivimos da para muchos chistes, sí, y pone de manifiesto el vacío y cosas oscuras que de primeras no queremos vender a los demás. Internet es un nido del que sacar cosas. No iba a ser sólo para jugar al Candy Crush. También iba a traer cosas turbias.

Tres dibujos publicados en 'El Jueves' durante la pandemia. Tres dibujos publicados en 'El Jueves' durante la pandemia.

Tres dibujos publicados en 'El Jueves' durante la pandemia. / I. M.

-Se atrevió con Spiriman, que mueve a grandes masas en redes. ¿Cree que satirizar sobre personajes con un discurso del odio les puede llegar a beneficiar?

-Espero que le beneficie en un sentido. Que se de cuenta de que tiene que tener más mesura a la hora de hablar. El problema de Spiriman, más allá de su discurso de odio o de no odio, es que es poco reflexivo. Con la capacidad que tiene para llegar a todos los rincones de España. Debería mirarse la prudencia. Intento no ser demasiado hiriente. Son personas y no quiero hacerles daño. No puedes hacerle el vacío a un personaje tan mediático.

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