Fernando Aramburu | escritor

“No hay ficción sin tierra que conquistar, sin tesoro que buscar o sin deseo que cumplir”

  • El autor de ‘Patria’, un auténtico fenómeno editorial que ha superado fronteras, cierra hoy la XVI del Festival Internacional de Poesía de Granada

“No hay ficción sin tierra que conquistar, sin tesoro que buscar o sin deseo que cumplir”

“No hay ficción sin tierra que conquistar, sin tesoro que buscar o sin deseo que cumplir” / Carlos Gil (Granada)

–Desde que dejó la enseñanza en 2009, hasta Patria, dice que pasó años difíciles en los que sobrevivió gracias al periodismo. Su éxito arrollador le pilló un poco por sorpresa porque en su momento afirmó que “vender tanto” era nuevo para usted. ¿Cómo cambió su vida en 2016?

–Después de dejar la docencia para dedicarme a la escritura, la crisis me afectó profundamente. Como resido en Alemania, eso hace que invitarme a dar charlas y a festivales resulte más caro puesto que hay que llevarme en avión y alojarme por lo menos dos noches. Aunque en el momento no me daba cuenta, eso a la larga resultó beneficioso porque me proporcionó tiempo suficiente para dedicarme con intensidad a la escritura de Patria.

–¿Cómo vive ahora que es un superventas?

–No me gusta mucho la palabra superventas porque tiene la connotación de comercial. No se trata sólo de que el libro se haya vendido sino de la repercusión social que ha tenido. Eso me hace viajar mucho y quizás sea la parte más incómoda del éxito, porque me saca de casa y me aleja de mi escritorio. Por lo demás, todo me parece un asunto positivo y grato. Como soy un tipo sereno y tranquilo, tendría que soplar mucho, pero que muucho más el viento, para que yo me tambalee. Patria cambió mi vida en el sentido logístico, pero en lo esencial sigo siendo el mismo.

–Dice que lo aleja de su escritorio. ¿Es usted de los autores que prefieren aislarse para crear?

–Bueno, eso depende de la naturaleza del trabajo. La escritura de una novela es un reto para la memoria: cada frase que uno escribe hay que tenerla en el cerebro para no incurrir en contradicciones o fallos, por eso encerrarse e imponerse un trabajo oficinesco ayuda mucho. Pero yo no soy de los que no escribe un capítulo fuera de casa. De hecho esta mañana en Granada, me he sentado en una cafetería con mi ordenador y me he levantado una página. Además, creo que huele bastante bien, aunque siempre corrijo. Pero incorporar esta pequeña producción al conjunto requerirá que me encierre de nuevo. En cambio, un trabajo periodístico lo puedo hacer en un aeropuerto, un hotel, en un avión...

–¿Ese es su método de escritura, revisar luego lo escrito?

–Verá, me gusta más corregir que escribir. La primera versión, con la que lleno la página en blanco, siempre es provisional. La parte placentera viene después: quitar y poner, añadir algún detalle... Desde el principio busco deliberadamente esa fase, la del cincelado. Quizás eso me viene de mi época de poeta, cuando uno centraba toda su energía en un pedazo pequeño de texto hasta lograr la estrofa redonda.

–¿Le da también luego vueltas a la estructura general de la obra?

–No, nada, toda la parte de la técnica, desde la estructura a la modulación del lenguaje, la resuelvo antes de empezar antes de escribir las novelas. Luego diseño con episodios o peripecias un recipiente preparado previamente.

–No es entonces de los que no sabe por donde le va a llevar un personaje.

–Lo que yo no suelo conocer es la historia al completo. Es decir, aquello que recibe el lector en forma de argumento, eso lo improviso normalmente (salvo el final). La estructura, división en capítulos... eso está decidido antes de empezar la novela porque luego todo fluye más fácilmente.

–Fue un asesinato de ETA lo que le llevó a dar el paso de la poesía a la narrativa. ¿Qué sintió?

–Bueno, no fue así directamente. El asesinato de Enrique Casas me causo una herida emocional e intelectual. Yo lo que me dije entonces es que algún día, cuando hubiese madurado como escritor y como persona, escribiría sobre lo que estaba ocurriendo a diario en mi tierra natal: que unos ciudadanos se hubiesen organizado para montar una banda que se dedicaba a asesinar a otros. Eso no quiere decir que entonces no dedicase algún poema, pero no me parecía suficiente ni adecuado.

–¿Cómo ve la adaptación a la televisión de la serie que prepara HBO?

–El otro día visité precisamente una sesión de rodaje. Yo, para empezar, tuve el gusto de ceder los derechos de mi obra a un productor en el que tengo plena confianza: Aitor Gavilondo. Nació en San Sebastián y conoce el panorama humano del lugar. Ya sé que no me va a hacer nada exótico. Después se incorporó HBO.Eso supone buena distribución y financiación, porque sin fondos es difícil hacer películas valiosas. Cuando estuve curioseando, vi algunas escenas y tuve una sensación positiva porque hay medios y hay talento. Con anterioridad había visto ya una escena grabada y resultaba difícil contener las lágrimas.

–Entonces no es de los escritores que quieren meter mano en el guión.

–Para nada. Tuve una experiencia muy positiva con la adaptación de Un trompetista del Utopía al cine. No me entrometí y fue lo mejor que pude hacer. Lo primero, porque no me gusta ser un pelma. Lo segundo, porque no tengo vocación de inspector que limita la capacidad de decisión. Por supuesto que hay cambios. Un novelista necesita sólo siete palabras para mandar a un personaje a Tokio: “Al día siguiente se fue a Tokio”. Un productor necesita trasladar a todo un equipo de filmación de 25 o 30 personas, conseguir permisos para rodar... Yo me mantengo al margen pero no me desentiendo: leí los guiones de Patria e, incluso, hice algunas sugerencias de tipo narrativas, pero muy pocas.

–¿Cree que todo lo que sean años de plomo, balas, da igual sea ETA o ahora las ficciones sobre narcos, atrae al gran público?

–Hay una respuesta obvia: no hay ficción sin conflicto humano, sin tierra que conquistar, sin tesoro que buscar o sin deseo que cumplir. Lo digo sin cinismo: las guerras son un chollo para el novelista. Allá donde todo funciona y está limpio, ahí no hay novela. La novela surge donde hay gente y problemas de todo tipo: ahí va el escritor a buscar vidas privadas con las que contar lo universal. Los lectores se complacen en ir a una guerra o de conocer a un criminal sabiendo que está en el libro y que ahí se quedará. Eso nos amplia la perspectiva de la vida: sentir por la ficción vivencias que no tenemos, ni falta que hace.

-Patria se traducirá finalmente a una treintena de idiomas. A pesar de ser una historia sobre el conflicto vasco ha resultado una novela universal.

Patria en principio era una novela, después se convirtió en un fenómeno social en España y luego un tema de conversación. En otros lugares ha pegado también muy fuerte porque cada país tiene su propia historia y se han dado cuenta que hay puntos de comparación. En Italia, donde lleva 15 ediciones, los lectores no sienten que leen algo exótico. El contexto es distinto y algunas costumbres, pero la orfandad, la pérdida del marido por un atentado o tener un hijo que empuña las armas, es lo mismo. Yo pensé que se necesitaría un prólogo explicativo pero, como me dijo el editor alemán, todo eso se entendía perfectamente.

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