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El músico de la OCG que pasa a ser público

  • El violinista búlgaro Berdj Papazian es el primer músico que se jubila tras tres décadas ofreciendo conciertos con la formación orquestal granadina

El músico de la OCG que pasa a ser público

El músico de la OCG que pasa a ser público

Este viernes, a las 19:30 horas, Berdj Papazian saldrá al escenario del Auditorio Manuel de Falla flanqueado por el resto de músicos de la la OCG, tomará asiento como en cada concierto en los últimos 30 años, y aguardará el ritual de aplausos, saludos, concentración y seguimiento atento a la batuta del director. La próxima noche que suba la colina de la Alhambra y cruce las puertas de ese mismo espacio lo hará ya para sentarse en el patio de butacas a escuchar a sus compañeros. Tan sólo unas horas separan ya al violinista búlgaro de su último concierto y de convertirse en el primer integrante de la orquesta granadina que se jubila. Todo un hito en la vida del músico y de la formación, que en estas tres décadas ha logrado prestigio internacional, superar varias crisis y convertirse en una de las veteranas de España a pesar de los pesares.

El músico cuenta que su trayectoria está indisolublemente ligada a la de la OCG incluso antes de que se constituyese como tal en 1991 cuando rondaba los 35 años. “En los años 89 y 90 formé parte de la orquesta de cámara que luego se amplió en la OCG”, recuerda Berdj Papazian, quien señala que de aquel pequeño grupo inicial todavía quedan una decena de músicos al pie del cañón, y la cifra se amplía hasta la veintena si se tiene en cuentan el equipo humano que formó la orquesta a principios de los 90. “Hay más músicos originales pero yo soy el primero que se jubila porque soy el mayor”, precisa entre risas.

Los inicios, pese al tópico, no fueron duros. Todo lo contrario, asegura que nunca se sintió extranjero cuando llegó a Granada desde Bulgaria cuando pasó la audición que le permitió acceder a una plaza en la formación orquestal granadina. Desde su Sofía natal partió con su esposa y sus dos hijos, que entonces tenían dos y seis años. “Nos acogieron muy bien y todo fue muy fácil y no hubo problemas. El único, el idioma. Ellos aprendieron pronto el español y yo, que había estudiado francés e inglés, también –aunque todavía no haya perdido el acento–”, señala con humor un músico tranquilo, sencillo, serio pero de apariencia optimista, que achaca al ejercicio físico haber llegado “razonablemente bien” a la jubilación a la edad de 66 años.

A eso se dedicará a partir de ahora, a seguir haciendo deporte como hasta la fecha –“pesas, bicicleta, nadar en la piscina y sobre todo en el mar, que es donde más me gusta”– a viajar con su esposa y a tocar el violín. “Seguiré tocando porque es parte de mí mismo. Yo no sé vivir sin ensayar al menos media hora al día, pero a los conciertos ya iré como público”.

Entre otros muchos motivos, para ver su hijo, que también obtuvo su plaza en la OCG hace casi una década. Porque los dos han seguido los pasos de su padre con el violín, aunque el hermano mayor haya elegido la docencia y en la actualidad sea profesor en el conservatorio. Incluso su esposa, que era economista en Bulgaria, terminó compartiendo la vena artística y estos años en España ha sido profesora de bailes de salón en el Ayuntamiento de Armilla, donde residen, el de la Zubia o la UGR.

En estas tres décadas, mucho ha evolucionado desde que llegó como joven violinista que descubrió la música española primero con Sarasate y después con, Albéniz, Granados; un padre de familia también joven que llegó ilusionado a tocar al auditorio de uno de sus músicos favoritos, Manuel de Falla. Un violinista que ha ido ganando en virtuosismo y precisión de la mano de compañeros y directores que se han puesto al frente de la formación en las noches del Festival de Música y Danza de Granada pero también en los escenarios de medio mundo.

Tantas anécdotas y vivencias atesora en estos años de carrera que le cuesta singularizar en momento mágicos entre las giras y conciertos en los ha crecido como músico internacional a la vez que lo hacía la orquesta. Sí destaca un nombre, Josep Pons, excelente director artístico pero también organizador, que programó varias giras europeas y grabaciones con algunos de los sellos más prestigiosos del mundo. Una trayectoria llena de éxitos en la que lograron sobreponerse a dos crisis; una hace dos décadas y otra hace un lustro, por lo que se muestra agradecido al apoyo de la sociedad granadina y la Asociación de amigos de la OCG. Y sobre todo, dos proyectos especialmente emotivos: todos los conciertos de los Mesías participativos en los que la orquesta toca arropada por los coros de la ciudad y también las sesiones de la Academia de la OCG, que han permitido compartir la sabiduría con los jóvenes músicos.

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