"El Planta Baja siempre ha sido un bar de vanguardias”: uno de los fundadores de la sala publica sus memorias

Se acaba de publicar ‘La caja del diablo', donde Juan Planta narra las primera época de la sala de conciertos, fundamental para el lanzamiento de varios grupos míticos de la escena cultural de la capital

Jesús Arias, un planeta fulgurante en órbita

Juan Planta, en el centro, junto al público que lo arropó en la presentación del libro.
Juan Planta, en el centro, junto al público que lo arropó en la presentación del libro. / Francisco Neyra / Picwild

Hablar con Juan Antonio Peinado supone abrir el baúl de los recuerdos culturales de Granada y escuchar, ensartados en momentos y anécdotas, una lista sinfín de nombres clave en la historia cultural de la ciudad. El cofundador de Planta Baja presentó ayer La caja del diablo. Identidades y voces de Planta Baja (El buen vigía) donde repasa el papel que jugó la sala en una época de efervescencia musical, entre los 80 y 90, con el nacimiento de citas como el Espárrago Rock o el Zaidín Rock, en las cuales el espacio, ahora en Horno de Abad antes en Obispo Hurtado, actuó como "trastienda".

Este libro surge en cierto sentido en respuesta a Planta Baja 1983-1993 publicado en 2015, el año "en que murió mi íntimo amigo Jesús Arias" (ahí tienen el primer nombre), una publicación colectiva sobre la historia del mítico espacio en el que distintas voces relataban sus experiencias en el lugar; ahora, Peinado cuenta su historia, la del hombre que vivió en primera persona el nacimiento de esta sala que ya lleva para siempre en su ADN y que le ha hecho ser rebautizado como Juan Planta ("cuando me muera quiero que en mi lápida ponga solo 'Juan Planta'", explica a este periódico).

Ese nacimiento se produjo el 23 de abril de 1983, cuando abrió las puertas por primera vez la sala de conciertos, gestionada en aquel momento por Juan, Marino Martín y Miguel Benlloch. El trío puso en marcha un pub que actuaba como "el escaparate perfecto para aquellas nuevas especies urbanas que querían ser vistas, que pretendían reivindicar su espacio, su sexualidad y su arte", recordaba hace una década Juan Luis Tapia en este periódico.

La Granada de los años 80 vivía "un ambiente bastante efervescente y bastante peligroso" con los últimos "palazos del fascismo, que ahora están volviendo", explica ahora Juan Planta, para quien, en la actualidad, "la conciencia de clase parece haberse extraviado" y denuncia cómo los obreros votan ahora a Vox "como antaño fueron seducidos por Hitler". Pero más allá del terreno político, en aquellos años se jugaba también la batalla contra el SIDA (el local de hecho fue centro de las actividades del Comité Ciudadano Antisida de Granada) y el autor del libro recuerda ahora cómo durante las denominadas fiestas del SIDA "nos rezaban en la puerta", algo que ocurría también con "cualquier acto que hacíamos fuera de lo normal, que eran todos".

No fue el único enfrentamiento que tuvo la sala con la Iglesia. Juan Planta recuerda cómo en mayo de 1984, durante la segunda edición del Festival Internacional de Teatro de Granada, Els Comediants representó en la Plaza del Triunfo Dimonis, una obra en la que los miembros de la compañía se subían vestidos de demonios a los tejados con fuegos artificiales y música, lo que motivó la presencia de varios creyentes en el lugar, que se reunieron "con velas, cruces y pistolas", rememora Juan. Posteriormente, parte de los asistentes y la organización se trasladaron al Planta, y con ellos la polémica, y a la mañana siguiente la fachada del local apareció "llena de pegatinas de banderas nacionales".

Pese a todo, Juan Planta no se arrepiente de lo vivido y saca pecho: "Siempre hemos sido un bar de vanguardias, porque lo hemos sufrido en nuestras carnes, pero no nos hemos rendido y hemos tirado para delante, para darle visibilidad a la lucha de las mujeres, la cuestión de SIDA, la cuestión de los LGTBI,... de todos los movimientos sociales". Y aquí vuelven a aflorar nombres como el de Mariló García Cotarelo, concejal (PSOE) del primer Ayuntamiento democrático de la capital e impulsora de actividades culturales de calado como la recuperación de la Feria del Libro. Para el autor de La caja del diablo ella fue una "mujer muy de vanguardia, que apoyó mucho los movimientos sociales y culturales de la ciudad".

Ultraderechistas se enfrentan con asistentes a la obra de teatro.
Ultraderechistas se enfrentan con asistentes a la obra de teatro. / Archivo.

Pero si algo ha distinguido al Planta Baja, ahora y antes, ha sido la música. A lo largo de casi cincuenta años la sala de conciertos ha sido casa para muchos grupos, la mayoría noveles, como es el caso de TNT y, de nuevo, Jesús Arias. El espacio acogió el primer concierto del grupo, que no pudo repetir porque en 1984, un año después de la inauguración, publicaron Manifiesto Guernika, su álbum de debut y también su disco de despedida.

También ayudó a lanzar la carrera de Los Subterráneos, un grupo formado por Florent, Jota, May y Paco y que después cambiaría su nombre por Los Planetas y que llenaron el Planta de magia ante sus fans con un Antonio Arias situado en primera fila. De aquel concierto, Juan Planta recuerda cómo la sala abría sus puertas, literal y metafóricamente, a estos grupos para que tuvieran un lugar donde tocar y darse a conocer, una situación muy distinta a la actual, donde los grupos "si quieren darse visibilidad pueden grabar lo que quieran, pero tienen que pagar en todos los lados para poder tocar".

091, Magic, Niños Mutantes o incluso Eskorzo, que ahora han tomado las riendas del negocio, son otros de los grupos vinculados a Planta Baja, que también ha guardado hueco en su programación para la poesía, con nombres, más nombres, como los de Luis García Montero, clave en el concurso de maquetas promovido por la sala en sus inicios y quien presentó Las flores del frío (1991), con la exhibición de un audiovisual a cargo de Ático 7 y Mariano Maresca, además de participar con Javier Egea en las fiestas anti-sida del local.

Una Granada desbordada

Casi medio siglo han pasado desde que la sala subió por primera vez las persianas en Granada y las cosas han cambiado mucho. Sin ir más lejos, el Ruido Rosa, coetáneo del primer Planta Baja, cerró sus puertas a principios de verano y ahora, también como el Planta, ha vuelto a la actividad pero en un nuevo local.

Son algunas de las señales de una "Granada desbordada", como la define Juan Planta, que establece sonoras diferencias entre festivales como el reciente Granada Sound y el primer Espárrago Rock "que tenía muchísimas actividades y se metía dentro".

Eventos como el de Cortijo del Conde han "desnaturalizado" la ciudad, argumenta Juan, para quien, pese a todo, bajo esa desnaturalización sobrevive "una ciudad auténtica, pequeña, que todavía conserva un poco la nostalgia de lo que fue realmente los 80 y los 90 y parte de los 2000 de grupos de música".

Un antítesis bíblica de casi medio millar de páginas

La planta inferior del Planta Baja, valga la redundancia, acogió ayer la presentación del libro del que fuera uno de sus impulsores. Juan Planta, junto a Ángel Aria –hermano de Jesús y Antonio– y Ángel Lozano, responsable del aspecto gráfico, fueron los responsables de dar a conocer los detalles de La caja del diablo ante una sala en la que se vieron muchos de los rostros que han protagonizado la historia que se relata en las 400 páginas del libro.

Un libro en el que destaca claramente el diablo que da nombre al volumen y, en su momento a la propia sala de conciertos. Un diablo rojo sobre fondo negro que llama la atención del lector inmediatamente y que, según Lozano, lo concibió para que fuera “la antítesis de una Biblia”.

Por su parte, Arias recordó el momento en que él, junto a sus hermanos protagonizó una perfomance artística con hielo, agua y pescado podrido y en la que también jugó un papel importante La Fura dels Baus.

Los tres dejaron bien a las claras que el Planta Baja, el de ahora pero especialmente el de antes, el que centra la publicación de Juan Planta, era un “amplificador de infinitos escenarios”, como lo calificó Arias, en el que era posible hacer cualquier cosa y que brindaba un espacio a todo aquel que tuviese un impulso creativo.

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