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El poeta extranjero

  • José Carlos Rosales presenta hoy en la Biblioteca de Andalucíala antología poética 'Un paisaje'.

Los ojos son de un azul verdoso cristalino, miran callados y a contracorriente, se centran en escuchar las palabras, piensan con una marcada antelación lo que dirán después. Como la mirada del extranjero escruta, ha procurado desviarse de la pantalla encendida de un finísimo plasma, que exhibe la intervención de Luis de Guindos dentro del Foro Global España 2014, otra cumbre económica. "Me he sentado de espaldas a la pantalla porque las imágenes en movimiento me abducen, supongo que es una cuestión de ingenuidad, ni siquiera de curiosidad".

Si se realizara un inventario de lugares propicios para la poesía, probablemente, la cafetería de un centro comercial no lo sería, o sí, pero ahí está José Carlos Rosales con su cuerpo maduro y todavía enjuto, recogido hacia un lado, y con un cortado a deshoras. La admiración fiel hacia las imágenes en movimiento quizás haya de debérsela al tiempo en que transcurrieron sus primeros años. Ese tiempo gris donde aún las historias de la vida no se sucedían en una pantalla. Aprendió a mirar leyendo. Aprendió a reconocer las imágenes que encerraban los poemas de sus libros de texto. "Recuerdo que eran libros muy completos, había mucha poesía en español, también de poetas latinoamericanos". Comenzó a escribir en la última etapa de la infancia. "En mi primer poema consciente emulé a Rubén Darío".

Faltarían unas décadas para experimentar el auténtico extrañamiento del extranjero. Creció en una familia con linaje poético, su tío Luis Rosales, el hermano de su bisabuelo Antonio Corona, así que lejos de asumir el horizonte de la creación como un peso, lo hizo con naturalidad, "la distancia poético-vital con ellos era muy grande". El joven llegó a otras lecturas, a los textos de Philip Larkin, a los del poeta catalán Joan Vinyoli, "que comparten incluso cierto parecido físico" y a los de José Hierro. Otra educación sentimental, una pertinencia distinta. Una conciencia existencial basada en "la voluntad de conocimiento y acercamiento" en la que acumuló la desolación de Celan, el olvido de Cernuda, o el romanticismo de Hölderlin.

Y en 1984 se transforma en El buzo incorregible, intentando aunar el tropiezo inevitable con el "afán de seguir experimentando en las profundidades". El extranjero remite al naufragio, va encajando su paisaje, con sus carreteras hostiles, sus caminos deshabitados. Los pasos del poeta, y al alcance de la mano la tradición poética, la gongorina, la machadiana. "Es difícil innovar en la poesía".

Más tarde El precio de los días o La nieve blanca, la acumulación de extrañamientos, porque el hábito del extrañamiento hace al poeta extranjero. "Es una sensación buscada, el viajero que está en un territorio extraño. Es un fugitivo, un perseguido, un exiliado, un personaje que adquiere esa condición por voluntad propia". Otras veces, aparece en una suma con la voz que está en encerrada o recluida en algún lugar.

"Al extranjero le acompaña la idea del desposeído, la idea de que no le han dado lo que merecía". Pero el personaje poético aunque "se desgajó del grupo y sigue andando" (No fingir), tiene la resistente voluntad de entenderse con un mundo que le resulta incorregible.

José Carlos Rosales que ansía desvelar la realidad de las cosas y no traficar con los mapas ni con las mentiras, sentencia que "la pertinencia al lugar es un artificio". De ahí que cuando llegaran los Poemas a Milena, una excepción casi improvisada y "autobiográfica", el extranjero, entonces, se encontró acompañado por otra extranjera. ¿Cómo asume la creación? "Entendiendo que cada uno tiene sus propios mecanismos, me centro en un propósito, un plan. Escribo con una semiestructura no fija, pero sí previa.

Reniega de la improvisación. En el jazz sí, no en la poesía. Escoge para sus poemas un sentido global, hilados con esa sensación de continuidad. José Carlos prefiere hablar de los poetas muertos. Ahora prepara poemas más narrativos, en la senda del inédito Si quisieras podrías levantarte y volar. "No me gusta que los poemas sean físicamente coyunturales". Aunque El precio de los días parezca el preludio de una España agonizante y el poema un "Miedo rentable" confiese que "Con las rentas del miedo se fundan// las mentiras del mundo". Explica que no se refiere a un presente histórico, sino a "uno habitual y permanente, que tiene un carácter de ser siempre".

Toma tierra Un paisaje (Renacimiento, 2013) una colección de postales que exhiben unas vistas prudentes, prologadas y antologadas por la poeta Erika Martinez. "Quería ser el poeta que otros ojos creen que soy".

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