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"Si se pudiera dar marcha atrás, bastaría con hacer una sola película"

  • El realizador vasco, ganador del Premio Retrospectiva del Festival de Málaga de este año, estrenará el próximo mes de septiembre su nueva película, 'Las brujas de Zugarramurdi'

El hombre que puso patas arriba el cine español con El día de la Bestia acaba de recibir el Premio Retrospectiva del Festival de Málaga. Las brujas de Zugarramurdi, con Mario Casas, Secun de la Rosa, Carolina Bang y Macarena Gómez, es su nuevo proyecto.

-¿Es un motivo para la retirada que a uno le den un premio a la trayectoria llamado Retrospectiva?

-Ante todo, para mí es un honor y un orgullo que el Festival de Málaga me haya dado un premio como éste. Adoro este festival, creo que ha sido la mejor idea que se ha tenido para apoyar el cine español en muchísimo tiempo. Para nosotros es una ventana fantástica que nos permite enseñar y promocionar nuestro trabajo. Me da la sensación de que en Málaga me encuentro con el público, de que estoy con la gente, no es como en otros festivales donde a lo mejor se da un ambiente más cerrado y exclusivo para productoras y distribuidoras. En Málaga el negocio está muy pegado al público, y eso es fantástico, estás en el hotel y oyes a la gente, te piden fotos siempre de manera amable, te sientes muy bien acogido. Es un festival muy cálido.

-¿Recuerda el momento en que su decisión de dedicarse al cine valió al fin la pena?

-El último, ese momento siempre es el último. Para mí, trabajar significa encontrarte en una situación privilegiada, hoy más que nunca, y maravillosa en cuanto te da la oportunidad de poner en práctica algo que llevas mucho tiempo pensando. Todos los momentos son buenos, en realidad, si lo piensas así. No destacaría ninguno en concreto. Del mismo modo, tampoco hay una película que yo prefiera al resto. La película que más me alegra siempre es la última, en el sentido de que en el momento presente me encuentro especialmente capaz de hacer cine y contar una historia. Es verdad que rodar La comunidad fue algo muy especial porque tuve a un grupo de actores maravillosos, y en 800 balas me sentí más a gusto que nunca porque yo era el productor y, como el personaje de la película, decidí irme a un pueblo del Oeste a vivir allí en un mundo distinto, y durante unos meses pude trabajar con unas personas a las que admiraba y con las que disfrutaba. Todos los rodajes tienen un momento en concreto, algo inolvidable. El rodaje de Las brujas ha sido muy, muy duro, pero también muy satisfactorio, probablemente el que más, porque lo he pasado muy bien con los actores.

-¿Y alguna vez hizo algo de lo que se luego haya arrepentido?

-Sin duda. Todo el rato. No comparto esa visión de la gente que no se arrepiente de las cosas y que no cree que lo que viene es bueno, de una manera o de otra. Es evidente que todo lo que viene es bueno, y que lo bueno y lo malo te van conformando como persona y aprendes tanto de los errores como de los aciertos. Como director cambiaría muchas cosas que he hecho, bandas sonoras de muchos momentos, el sonido de otros tantos, modificaría situaciones, cortaría cosas, añadiría otras que he cortado... Daría mil vueltas a cada película. Pero es que, de hecho, por eso se hace cine. Por eso uno se lanza a rodar, un director hace su trabajo porque vive de ello, porque es su oficio y porque no puede dar marchar atrás. Si se pudiera dar marcha atrás, bastaría con hacer una sola película y todo consistiría en ir mejorándola. Es decir, hay determinados directores cuyas carreras se pueden resumir en una película: la obra de Hitchcock es, en conjunto, una película de suspense que el director siempre está retocando y mejorando, viéndola desde diversos puntos de vista, del terror al amor pasando por el humor. Cada película suya no es más que un ángulo distinto de la misma, y, salvando las distancias, creo que mi caso es muy parecido. Tengo cosas que quiero contar y el punto de vista es el mío siempre, así que todas terminan confluyendo. Y es algo irremediable. Aunque, en el fondo, me gustaría evitarlo. No soy un director que admire una visión unívoca de las cosas. Me gustaría ser un director que tuviera diferentes puntos de vista y que cada película fuese completamente distinta, pero otra cosa es que lo consiga.

-Sin embargo, muchos van a ver sus películas por ir a ver una de Álex de la Iglesia. ¿Le incomoda eso, entonces?

-No, al contrario, eso me halaga mucho, pero no es premeditado en absoluto. Todo lo contrario. Cuando haces cine, el estilo es algo que se ve desde fuera. Siempre crees que haces cine como los demás, que tomas los planos como los demás, que diriges a tal o cual actor como los demás. Cuando oyes que alguien dice "esto parece una película de Álex de la Iglesia", te resulta extraño. Como espectador me dan ganas de preguntar a quien dice eso: "¿De verdad lo crees así?", porque es algo que procuro evitar a toda costa. De alguna manera significa encasillarte, y aunque sea en ti mismo no deja de ser una jaula. Y no me gusta la idea de tener que hacer cine metido siempre en la misma jaula.

-¿Y qué aportan Las brujas de Zugarramurdi a esa jaula?

-El origen del proyecto pasa por querer contar la historia de unos hombres que huyen de una situación personal imposible. Y qué mejor manera de huir que un atraco. Y qué mejor manera de contar eso, y de que ellos hablen de sí mismos y de su relación con las mujeres, que a bordo del taxi en el que se dan a la fuga. Todos los personajes son culpables del desastre de sus vidas, porque no han sabido manejar sus relaciones personales. La mejor manera de visualizar esto es el tremendo error que cometen: han robado nada menos que 25.000 anillos de oro.

-¿Y por qué robar 25.000 anillos de oro? ¿No habría sido más fácil falsificar tarjetas de crédito?

-Es que los 25.000 anillos de oro constituyen algo más poderoso que el arca de la alianza. A estos tipos les van a caer encima todas las maldiciones del mundo. Su botín está lleno de engaños, mentiras, frustraciones, deseos que no se cumplen, promesas imposibles... Así que están abocados al castigo divino, sin remedio.

--Ahí es donde entran las brujas. ¿Se las podría considerar dentro de cierto arquetipo feminista?

-Por supuesto. Son como unas superheroínas al revés, son las malas, pero hacen justicia. Como si fuesen los Antivengadores. Tienen algo de ese cariz. En el fondo es todo muy divertido, porque ellos tienen mucho miedo a las mujeres.

-Los responsables de Fapae y de los exhibidores han presentado recientemente su último informe, con una caída abultada de recaudación, taquilla y producciones en España. Y se apuntaron dos enemigos directos: la subida del IVA desde septiembre y la piratería. Pero al señalar a la piratería, el enemigo pasa a ser internet. Durante su periodo como presidente de la Academia de Cine, usted insistió en que había que ver internet como un aliado. Pero, ¿cuándo será posible?

-La obligación de un cineasta es hacer un producto buscando al público, allá donde se encuentre. Si se encuentra en las salas, pues en las salas; si se encuentra en la televisión, en la televisión; y si se encuentra en un ordenador, en un ordenador. Porque lo importante es que nuestro trabajo sobreviva, no hundirnos en un determinado barco apostando por un modelo de mercado que ya no encaja en la realidad. Yo soy el primero en amar el cine, pero no es la única ventana que existe. El problema es que hay grupos determinados en la partida que no quieren moverse de donde están, y sobre todo que no quieren abrir ventanas.

-¿Espera una rectificación de la subida del IVA por parte del Gobierno, dados los resultados?

-El problema es que hablamos dentro de un problema más grave que es la situación general del país, y es muy difícil conseguir cambios dentro de una guerra. Lo que tendríamos que hacer es aprovecharnos de la crisis y poner en juego nuevos modelos de producción y de mercado. Tenemos que conseguir que en este cambio de modelo suframos lo mínimo.

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