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A vueltas con la madre

Leonor Canales y su espectáculo Amor de madre se suma al de otros creadores que últimamente han subido a escena a su propia madre (como una intérprete más) o bien un trasunto de ella. ¿Quién lo duda? La madre importa, la madre es importante, es el gran objeto de amor -o desamor- al que una y uno nace. Amor de madre se suma a piezas tan dispares como Mi madre y yo, de Sonia Gómez, o Como si fuera esta noche, de Gracia Morales; piezas radicalmente dispares pero que activan su dramaturgia desde este mismo eje o binomio. En todas, creo, es posible rastrear un discurso en el que se articula esa característica primaria y distintiva de lo que quiera que sea ser mujer.

Estas creadoras dicen de sí mismas en relación a la madre. Leonor Canales monta un solo en el que intenta llevar a escena cel personaje de la hija diferenciado del personaje madre, y con la identificación, el personaje dos-en-una, que en escena enuncia textos como: "ahora sí que la comprendo" o "ya eres como yo". Concluye la obra con una supuesta inversión de los papeles: la demencia senil de la madre, interpretada como una regresión infantil, que requiere de los cuidados maternales de su hija.

Haciendo uso de máscaras, objetos y marionetas la dramaturgia pasea por el idilio de la hija con la madre, el idilio de la hija con la maestra, la primera menstruación, las quejas de falta de amor -"tal vez mi madre deseaba un varón", dice el personaje de la bruja mandarina-, la alimentación, limpieza y cuidados domésticos, el embarazo... hasta llegar al final que invierte los roles. Canales no oculta a lo que viene: dar una lección de amor. Éste es el fallo que yo -espectadora- no puedo salvar del espectáculo: su tono aleccionador. Una no acude al teatro a recibir lecciones, por muy bienintencionadas que sean, y ni mucho menos a recibir una lección de amor. Una ingenuidad: madres hay muchas y mucho cuidado con esta santificación del paradigma de amor. El humor matiza y distancia determinados idilios; cuestiona el primero, pero esa dramaturgia resulta plana al no distanciar la inversión de roles final.

Este espectáculo intimista despliega una escenografía colorista que reproduce una casita de muñecas. La madre-hija en su geografía natural: la casa. Canales sabe hacerse muy bien sola con el escenario, pero el discurso cae del lado de lo ingenuo y aleccionador.

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