Llevo 10 años conviviendo en Granada y muchas veces la he considerado la única ciudad mágica que he conocido yo a lo largo de mi vida. No he viajado en todo el mundo, pero tampoco me he quedado en casa y solo he sentido que pertenezco a un sitio en Granada. Lo noté la primera vez que baje del autobús. Cada paso que he dado en las calles del Albaicín, cada noche de música en los Jardines del Generalife o en el Palacio Carlos V, la Alhambra alumbrada por la luna llena, o la luna mora, a mí me han convertido en una fiel.

Granada es la literatura y la gente que la lea. Granada es el baile, la guitarra, las piedras de las calles. Granada es la Alhambra, pero también la gente vive, trabaja, sonríe, sueña, ama, crea dentro de sus muros. En Granada viven unos 3.000 rumanos entre los cuales yo también. A mí no me echa nadie a patadas. A mí no me insulta nadie en las calles de Granada. Ni en la diputación. Ni en el Parlamento de Andalucía. Porque yo por lo muy pequeña e insignificante que sea, soy una ínfima parte de esta ciudad mágica. Y conmigo, los rumanos que, como yo, consideran Granada su segunda casa.

De parte de vuestra rumana-granadina, Oana Ursache, Secretaria de Estado para los rumanos que viven fuera de Rumanía:

Queridísimos connacionales míos:

Los que nos utilizan como baja política no pueden odiar lo mucho que podemos nosotros querer.

Seguid orgullosos del país donde habéis nacido, de vuestro idioma y vuestra cultura e historia y del lugar donde habéis encontrado otra casa. Espero veros pronto y que nos contemos esta mala racha como una estúpida anécdota más.

De parte de vuestra amiga.

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