Deberíamos perder el aliento. Pasamos cincuenta días de confinamiento, y no acierto a distinguir si alguno de los cinco ha transformado su forma de ser. Tampoco sé sus hijos y los míos, podrán sacar partido a la experiencia de permanecer tantos días sin poder siquiera esquivarnos la mirada. Es verdad que procuramos llenar de contenido sus días y sus noches. Es verdad que hacemos lo que podemos. Pero ellos siempre quieren más. Lógico. Es su vida.

Cuántos días me levanté pensando de qué iba a llenarlo. Y a medida que el tiempo transcurría, te das cuenta que ellos también miran, resuelven tus dudas, gestionan tu vida... a veces los padres nos eternizamos en la creencia de nuestra sola pertenencia. Lo sé. No es momento de hablar de ello. El asunto de la propiedad lo cerró la Ministra de Educación. Pero esta mañana desperté rememorando unas frases de Khalil Gibran acerca de nuestros hijos. "Tus hijos no son tus hijos. Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos. Puedes hospedar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti, porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer. Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados".

¿Quiénes son? ¿Quiénes son aquellos que un día acogimos en la palma de una mano? ¿Quiénes los que te estrujan, te balancean, te enojan, pero tienen el poder y la convicción de emocionarte con una sonrisa? ¿Quiénes los que un día comenzaron a andar y ahora aplican su propia ley de vida? ¿En verdad gestionamos sus vidas o ellos gestionan las nuestras? A más de cincuenta días de confinamiento, no hay mejor pandemia que la de tratar de entenderlos y crecer, ahora que podemos, tan cerca de ellos. Logramos descubrir muchas cosas: buenas, malas, regulares, peores. Y espero ellos hayan descubierto, como alguien decía, que ningún amor es más grande como el que tiene un padre por su hijo.

Quizás sea esa la mejor y más productiva reflexión. Quizás podamos acercarnos cuando sean mayores y emprendan su camino, y recordarles, no el mejor ejemplo, pero sí el que le dimos con el mayor amor del mundo. No será suficiente. Nos faltó gestionarles mejor este mundo. Nos faltó cuidar el medio que le entregamos. Nos faltó mejorar nuestros ejemplos, educarlos en la cultura del cariño y la entrega, Los hicimos esclavos de ellos mismos, y no les enseñamos lo gratificante de mirar de frente y decir a la vida y al resto de, qué puedo hacer por ti.

Sé que no será fácil. Se acercan tiempos complicados para quienes, conforme llegamos a casa, nos exigen una actuación y una respuesta. Que no falte de nada. En días así, es bueno tener alguien que nos motive, que nos ayude una y otra vez a mantener nuestro rumbo. "Los hijos han venido al mundo a traernos alegría y esperanza de un mundo nuevo. Un hijo no es una carga. Por muy difícil que sea la situación que se atraviese, un hijo siempre será una bendición, un ser especial que más bien nos recargará el corazón de sentimientos maravillosos, haciéndonos potenciar nuestros esfuerzos en salir adelante por el bien de ellos y el de nosotros mismos".

En mi caso fu el Papa Francisco. Cualquiera que a ustedes les venga bien. Al fin y al cabo se trata de ellos. De nuestros hijos. De los hijos de este confinamiento.

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