Granada "vive en sí misma tan prisionera / que solo tiene salida por las estrellas". Así cantó Carlos Cano su Habanera imposible en 1988, disco LP Luna de Abril, tan imposible como podría haber parecido cantarle a Granada por habaneras hasta que llegó nuestro paisano con su alquimia musical y logró, en una muestra más de su versatilidad creativa, esta conseguida y melancólica mirada a la ciudad. De forma que treinta y dos años después de su composición, lo que entonces eran unos versos que invitan a huir de la mediocridad narcotizada por la belleza, cobran sentido en el fragor de la fase 1, constreñidos a los límites provinciales que solo permiten una escapada a las playas.

Colmatada de coches la autovía de la Costa, como aquellos Ríos de Babilonia -aquella canción de los Boney M, tres voces femeninas y un negro en calzoncillos-, así aparecían los carriles de la carretera, tan ávidos que estábamos de un día de playa aunque todavía no sea posible el baño. Esta es la confusión que nos ha dejado este juego de las fases, que se mueven sin el rigor geométrico de las lunares e inducen a meditarlas más o menos como en el juego de las uvas, cada Fin de Año. Es decir, que si hay que estar atentos a las campanadas de esa medianoche de 31 de diciembre para no adelantarse con los cuartos, "que la una es la cinco / y la dos es la seis"..., como cantaron los Mecano, aquí pasamos de la fase 0, que en realidad es la primera, a la fase 1, pero entonces la uno es la segunda y, sucesivamente, la dos es la tercera... En fin, un lío.

Volvamos a Carlos Cano, que se nos va el comentario. Porque más allá de esos límites provinciales no queda otra salida que las estrellas, como cantó nuestro paisano de la Cuesta del Mauror. Nuestro cantautor derrochó piropos en este disco que está entre los más cuidados y conseguidos de su prolongada producción artística. Un disco que se presentó a la prensa especializada en la intimidad de una anochecida de abril en los salones solitarios y cerrados al público de la Alhambra. Luna de abril, que reúne en este disco de larga duración además de la canción que le da nombre, títulos tan recordados como la adaptación musical de los versos de García Lorca en Casida de los Ramos, tiempo para la copla en el clásico Rocío de León y Quiroga, el homenaje a Miguel de Molina en Dormido entre rosas o el fruto irónico de la colaboración con Antonio Burgos en Sevillanas de Chamberí.

Además de esta Habanera imposible, que se asoma hoy a este cancionero analítico, una vez que el confinamiento domiciliario nos obligó a la contemplación desde los balcones y nos mantiene todavía en régimen abierto hasta la desescalada final. "Granada es como una rosa / más bonita que ninguna / que se duerme con el sol / y florece con la luna". Embrujo. "Enamorada del agua, / flor de la brisa / que vive sola por culpa / de las espinas". Esa tendencia individualista que nos paraliza y nos retiene en el 'boabdilismo' de la queja mientras en este paisaje de la autonomía lloramos como mujer lo que no sabemos defender como hombres, con perdón por una cita que en los tiempos actuales no pasaría los filtros del lenguaje políticamente correcto. "Rosa de melancolía, /los ruiseñores le cantan / y ella, como es flor de olvido" / con el silencio le paga". ¿Es que no? Ahí están esas venerables sociedades octogenarias que sencillamente prefieren ignorar, debido a una pereza congénita, por ahorrarse los argumentos y por la aversión a ser contraargumentados, de la que algún ejemplo vistoso tenemos en Granada...

Habanera imposible a esa Granada miedosa "de que el mundo sea tan grande" por más que seamos "la novia del aire, / la de la sombra de plata", "rosa del rocío, / amor de los ruiseñores, / lamento del agua oculta / que cantan los surtidores", con la que está dispuesto a casarse Cano: "Granada del alma mía, / si tú quisieras / contigo me casaría / esta primavera". Envuelto en un "amor que se fue y no vino".

Granada, donde los rencores sobreviven a los olvidos...

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