Análisis

M. E. V. olvera

Residencias de mayores: trato, tiempo, atención

Generalmente el sentido común, la sensatez o la humanidad brillan por su ausencia

Se decide ir a una residencia cuando no se puede estar en casa, se está enfermo, débil… En estas circunstancias, hay quien cuenta con apoyo familiar y quien no tiene a nadie. Si lo tiene, los profesionales de la residencia creo que deberían beber de los conocimientos que le aporten e ir a una con ellos en bien del residente. Si en vez de beber apartan al residente del apoyo familiar para que los dejen trabajar, para no tener impedimentos para actuar sobre el residente… por supervivencia, el residente se pone al lado de la residencia, a costa de empeorar.

La organización de las residencias es buena, pero creo que la orden del servicio en comedor y el menú deberían estar escritos claramente -visiblemente- y cumplirlo. Se debería evitar que el residente tenga que limpiar en la mesa, o devolver vaso, y no debería haber diferencia entre la atención privada y la atención concertada o vinculada. Contar con más residentes no ha de traer peor funcionamiento ni menor atención, sí mejor organización.

Las actividades son buenas, aunque risoterapia y musicoterapia sólo la he visto en una, con los beneficiosas que son cuando se hacen bien.

Los trabajadores están acostumbrados a trabajar con residentes más o menos inconscientes, los que no necesitan individualización en la manera de hacerle las cosas que no son técnicas; algunos de los que tienen la cabeza bien sí la necesitan, quieren tomar sus decisiones o saber las decisiones que les afecten, conocen su cuerpo, sus limitaciones… y saben lo que les beneficia y perjudica. La individualización es conocimiento, comprensión, no imposición, es efectividad, satisfacción… Cuanto mas individualizada sea la atención, más satisfecho estará el residente. Estar satisfecho, tener un trato digno, con la fuerza de la razón, no con la razón de la fuerza; con la fuerza del amor, no con la fuerza del temor; con unidad de mando, trabajando en equipo, no a merced del dirigente de turno, del auxiliar de turno, de estados de ánimo… mejora la salud fisiológica, psicológica y contribuye al crecimiento personal del residente.

La atención debe ser firme, segura y escrita para evitar conflictos, ya que el mayor necesita paz, afecto y alegría, que esté todo programado y adaptado a sus circunstancias, que no haya dudas, incumplimientos, que el tiempo de atención no se dedique a preguntar, discutir, pues le causaría estrés, la anulación personal al residente.

Cuando el residente llame para una necesidad deben atenderlo con la demora de tiempo imprescindible. La ayuda de residentes a compañeros es buena pero, si requiere esfuerzo, le pertenece a trabajadores. Creo que las inspecciones deberían hacer el mismo cuestionario a los distintos residentes.

Los residentes que están en silla de ruedas, con andadores… están en las zonas de paso. Sus necesidades están vistas prontamente. Los residentes que medio andan, hacen su vida. Si caen o quedan bloqueados por Parkinson es difícil verlos, y a veces pasan horas sin observación. Con la autonomía personal se les pide más de lo que pueden dar. Hay que ayudar en vez de transmitir que están en la residencia para ser atendidos. Se debe de sopesar si podemos resolverlo en 5 minutos en lugar de esperar a la atención, que hay veces que tarda 20 minutos en llegar. Se debería sopesar cómo se debe actuar, ya que para hacer lo que le piden por su lentitud, movilidad reducida, inestabilidad… tiene que dejar de realizar actividades que le benefician.

Cada residente requiere trato, tiempo y atención diferente por sus necesidades, sensibilidad, formación… El que responda confiando en él -mirando por la residencia- perjudica al residente porque lo empeora, y a la residencia porque, una vez empeorado, tiene que darle más atención.

Igualmente perjudica al residente y a la residencia no escuchar en privado el tiempo que necesite el problema cumpliendo cita ambas partes. Ningún problema se puede resolver bien sin llegar al fondo. Sin resolver, aumenta, daña. También perjudica no hacerle al residente la necesidad que pide, tardando más en preguntar si la necesita o no que en hacerla, o pararse exclamando "¡me tengo que ir!", llegando a tardar más en exclamar que en terminar.

Es de sentido común, que los residentes cada vez necesiten más atención, bien por edad o por el progreso de sus enfermedades, pero generalmente el sentido común, la sensatez o la humanidad brillan por su ausencia.

La humanidad no resta profesionalidad, suma satisfacción del deber cumplido, de la ayuda gratuita de la renuncia en bien de los demás, del esfuerzo… del bien común.

¡Vivimos en la sociedad del engaño! La mentira tiene el mismo valor que la verdad. Dedicar tiempo a averiguar la verdad, a la prevención, ¡no! Más rentabilidad material, más apariencias, más imagen, ¡sí!

Ni la crisis nos hace practicar uso y no abuso, necesario y no consumo. Está mal visto, y no nos atrevemos a decir lo que se debe hacer, a actuar como se debe. Se está perdiendo la conciencia del bien y del mal. No se le da importancia a no cumplir, a la impuntualidad y se cree que esto es tolerancia, flexibilidad.

Creo que debemos coger -no la Biblia- el diccionario y aclararnos. Todo esto entra en todos sitios pero también en todos sitios entran personas buenas.

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