La privacidad, en la era digital, no existe. No solo porque a muchos se le olvide poner una contraseña segura a sus archivos, sino porque son muchos los ejemplos de cómo las grandes compañías comercian con los datos de sus clientes. Por este motivo, es muy extraño que una de las pocas áreas de libertad que el mundo 2.0 nos permite, tapar la pantalla del móvil para no ser vistos, no sea tenida en cuenta. Quizá porque, como quienes entran al infierno, hemos abandonado toda esperanza.
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