Adiós mi maestro, mi amigo

Antonio fue para mí un auténtico maestro, que amaba la enseñanza, su auténtica vocación

La Elegía a Ramón Sijé, escrita por Miguel Hernández es uno de los poemas más bellos, tristes y expresivos de la poesía española. En él, el poeta describe de una manera impresionante, con gran sensación de impotencia, los sentimientos de dolor que le ha suscitado la muerte de su amigo y compañero Ramón. Uno de esos momentos he vivido esta última semana, cuando recibí como un auténtico ‘mazazo’, la noticia del fallecimiento de mi maestro de la infancia y amigo don Antonio. Suscribo como propio, el sentimiento desgarrador de uno de los versos de ese poema: “Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento”. Antonio, fue para mí y otros hombres y mujeres de mi generación (los nacidos en 1969), un auténtico maestro, que amaba la enseñanza, convirtiéndola a lo largo de su vida, en algo más que una profesión; en una auténtica vocación. Ni siquiera la enfermedad, consiguió apartarlo de su amor a la docencia y a sus alumnos, la mayoría de los cuales, nos convertimos en sus amigos para siempre. Lo conocí cuando yo tenía 7 años, y aunque no conseguí convencerlo de mis dotes artísticas pictóricas (me suspendió el dibujo, y con toda justicia), entre nosotros surgió una complicidad que perduraría para siempre. Después, como mi tutor en los extintos cursos de 6º, 7º y 8º de EGB, se consolidaría esta íntima relación, que ha ido más allá de la de un maestro y sus alumnos. Él tenía una gran versatilidad para adaptarse al carácter, las cualidades y las habilidades de cada uno de nosotros/as, por eso supo siempre, sacar lo mejor de sus alumnos/as y no solo en el ámbito docente, sino que también nos preparó a conciencia, para afrontar los retos de la vida. Nos transmitió conocimientos y cultura, pero también, y creo que más importante, hizo de nosotros personas honestas y luchadoras, dejándonos claro que “no todo vale” para conseguir nuestros objetivos. Laboralmente, a todos nos han servido sus enseñanzas, independientemente de nuestra profesión, pero más aún en nuestra relación con los demás. Nos enseñó a respetar la opinión de todos, independientemente de su condición social y/o política, y esta, creo que es la mejor herencia que nos ha dejado. Quizás por eso era tan querido en su pueblo de Sabiote, tanto por sus antiguos alumnos, como por sus paisanos. Gracias, maestro y amigo, por darnos tanto.

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