Alemania acaba de presentar un ambicioso plan en el que va a invertir 40.000 millones de euros para sentar los cimientos de una nueva economía verde, con un gran paquete de medidas climáticas en el que las fuerzas políticas del Gobierno de coalición trabajan desde hace meses.

Hay previstas medidas que pretenden que la primera economía europea logre cumplir sus compromisos de reducción de gases de efecto invernadero y dar respuesta al clamor ecologista en la sociedad; se pretende obligar a pagar al sector del transporte y de la construcción por las emisiones de CO2, encarecer los vuelos nacionales y rebajar el coste de los billetes de tren y del transporte público en general.

También, edificios más eficientes, subir los peajes a los coches más contaminantes, incentivar los eléctricos o prohibir la calefacción de gasóleo a partir de 2030, entre otras muchas medidas. Seguramente en los próximos días y semanas asistiremos a un debate sobre el alcance de las medidas y si son o no suficientes y acertadas para el objetivo de caminar a una economía verde, sostenible y alineada con los objetivos de la ONU.

Este debate merecerá la pena que lo sigamos con atención porque es evidente que de los avances y de las limitaciones de esta iniciativa, podremos sacar enseñanzas para el camino que otros países también tienen que transitar si queremos hacer frente con eficacia a los riesgos y consecuencias del cambio climático.

Y es posible que al contemplar esta iniciativa de Alemania podamos sentir un poco de envidia al comprobar la diferente situación de España que, con un largo periodo de interinidad gubernamental e institucional, lleva un retraso llamativo en el abordaje efectivo de los desafíos del cambio climático.

Los objetivos del milenio y de la economía verde que se plantearon hace pocos años en el seno de la ONU, llevan retraso en el conjunto de los países desarrollados. Por eso es importante avanzar y por eso, es de enorme interés la iniciativa alemana.

Pero es que, además, resulta que el paquete de medidas que ahora lanza Alemania tiene el potencial beneficio colateral de impulsar la modernización de sus infraestructuras y su tejido industrial, aportando una inyección de recursos para inversiones públicas en una economía necesitada de aliento y al borde de la recesión. Esta es otra variable clave para el análisis: el potencial de riqueza y de cambio de modelo productivo que tiene la economía verde. Esperemos que las no muy deseadas elecciones del 10 de noviembre acaben ya con la situación de interinidad de los últimos años en España para abordar así estas y otras reformas con un gran acuerdo, necesario para garantizar la imprescindible estabilidad que se requiere (y con un largo horizonte), para tener éxito en este tipo de iniciativas.

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