Cosas que pasan

Ricardo Castillejo / Rcastillejo@grupojoly.com

Alguien demasiado libre

CON frecuencia lo he pensado para concluir siempre de la misma manera: a la sociedad no le gusta la gente demasiado libre. Preferimos tener a las personas bajo el control de una etiqueta antes que correr el riesgo de enfrentarnos a los que poseen un espíritu que les impide amarrarse a nada ni a nadie. En una palabra, necesitamos ir sobre seguro y apartar de nuestro lado a quienes hacen tambalear nuestros perfectamente estamentados cimientos.

Es el origen de la incomprensión hacia las formas de vida de los indios o de los gitanos, grupos tribales con los que, en este concreto aspecto, me siento tan identificado como, estoy casi seguro, le sucede a la fascinante Blanca Romero. Cuando dos sienten parecido tienden -por encima de que se conozcan más o menos-, a quererse de forma mutua y así, bajo un tempranero cariño -eran las nueve de la mañana-, transcurrió el encuentro que tuve antes de ayer con ésta que, ya lo verán, será todo un descubrimiento para nuestro cine.

Me lo avanzaba Guillermo Toledo, otro de los protagonistas de After -la película que hoy terminan de rodar en Sevilla-, y se lo vaticinaba su propia madre a la que, por llevarle la contraria, desobedeció. "Ella me decía que la interpretación era lo mío y, fíjate, al final va a tener razón". Modelo, cantante, actriz. Da igual, constituyen caminos en dirección a la misma Roma que, en su caso, es la necesidad de comunicar, de expresar una fuerza artística sin ataduras ni dominios. "Huyo de todo lo que suponga una imposición", me confesaba consciente del precio que, esa actitud, te hace pagar.

Por eso se rompió su matrimonio con Cayetano y por eso va probando suerte en aquello que la motiva. La asturiana sabe que no sabe nada y, bajo este precepto, se deja guiar por sus emociones con esa osada valentía que sólo los auténticos artistas poseen. Sin vacaciones este verano, por la infinidad de compromisos profesionales que la reclaman, Blanca es como una de esas hermosas "lágrimas de San Lorenzo" que anoche lloró el cielo. Todos las admiramos pero a ninguno pertenecen.

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