palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Alhambra al gruyere

LA principal ventaja de que una comisión de técnicos (¿o hay que decir sabios?) dictamine sobre el capricho de horadar la colina de la Alhambra para embutir un ascensor es que, una vez zanjado el asunto, no se volverá a replantear. El PP lleva casi veinte años merodeando alrededor del monumento con la intención de adosarle algún ingenio mecánico, da lo mismo cuál. Recordemos que en los tiempos de la alcaldía de Gabriel Díaz Berbel incluso se llegó a convocar, a fallar y a pagar un concurso de ideas que no ha servido para nada salvo para alimentar la imaginación destructiva de quienes sueñan con convertir la Alhambra en una especie de parque temático. Yo sospecho que todos los pretextos inventados para justificar el túnel, el ascensor, el teleférico o el tren de cremallera son sustancialmente falsos y que en el fondo lo que se pretende es convertir el transporte en una atracción en sí misma, no para ir o venir sino para experimentar la extrema emoción de llegar a la Alhambra en unas escaleras mecánicas o lo que sea a través del bosque o por las entrañas de la colina.

Dice con mucha razón María del Mar Villafranca, directora del Patronato, que lo de menos es si la colina resistiría la humillación geológica de ser tratada como un queso gruyere. Aunque lo resistiera, agujerear la Alhambra y alterar su aspecto supondría devaluar su "autenticidad" y renunciar a buena parte de los valores históricos que la convirtieron en Patrimonio de la Humanidad. El alcalde, cuando se refiere a Villafranca, la llama la "conservadora". Algún egregio asesor le habrá aconsejado el chiste, pero es mejor pasar por conservador que por torpedero, dicho sea con pleno sentido metafórico. El rollo de las sinergias es eso, un rollo. Yo todavía no he conseguido captar por qué bajando o subiendo a la Alhambra en un ascensor o en una escaleras mecánicas los forasteros van a pernoctar más que si recorrieran el mismo trayecto a pie o en autobús. Por cierto, hablando de autobús. El Ayuntamiento no fue capaz en su día de sugerir un vehículo verde de transporte colectivo que permitiera utilizar la Cuesta de Gomérez sin dañar el bosque ni el Arco de las Granadas.

Tampoco nadie ha justificado la costosísima inversión que supondría perforar la Alhambra. ¿Cuántos turistas tendrían que pernoctar, durante cuántos años y cuántas noches seguidas para que la ganancia de los hoteleros refluyera a las arcas públicas? Estoy convencido de que es un proyecto sin futuro, no sólo por el precio patrimonial que supondría para Granada perder el respaldo de la Unesco sino por la desbandada del turismo cultural auténtico. Además no hay un duro en la Administración. Esté en la Junta Griñán o esté Arenas.

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