la clave

Jaime Vázquez / Allegue

Cae la SGAE

CUANDO se fundó, la Sociedad General de Autores Españoles (SGAE) era una institución digna de elogios y reconocimientos. Su objetivo era velar por los derechos de los artistas y creadores, y demostrar que en nuestro país las artes y las letras -que decían los clásicos- cuentan con el apoyo y respaldo de los gobiernos y de las instituciones públicas. La ley de Propiedad Intelectual, los derechos de autor, la promoción cultural a través de la protección de los autores, su gestión y su representación, eran algunas de sus tareas. Se trataba de una sociedad civil sin ánimo de lucro. Sí, como lo oyen -como lo leen-, sin ánimo de lucro.

Sin embargo, los últimos años han empañado la imagen de la centenaria institución para convertirla en verdugo de los pequeños y medianos empresarios. La SGAE pasó a ser la policía artística y cultural de los españoles. Una sociedad recaudatoria que trabajaba con el visto bueno del Ministerio de Cultura. Un organismo de gestión de los derechos de la explotación comercial de autores y editores. Un sistema represor, controlador, impositor y perseguidor al mejor estilo inquisitorial.

La SGAE perdió su efecto protector para convertirse en generador de sospechas, miedos y temores. ¡Qué viene la esgae! Gritaba el hijo de un peluquero que ponía música pop en su peluquería de la calle Navas para entretener la espera de sus clientes.

Al final, cuando se desvirtúan los objetivos primeros y primarios, las instituciones no sólo pierden su razón de ser y el sentido de su existencia, sino que se convierten en sociedades perversas en el arte de la gestión recaudatoria. De esta forma, los últimos años han convertido a la SGAE en un organismo recaudatorio muy pero que muy rentable. Sus más de una docena de delegaciones distribuidas por todo el país, sus oficinas en el extranjero, sus entidades de derechos de gestión y sus múltiples ramificaciones son consecuencia de los últimos años de la gestión recaudatoria de esta institución.

Pero, al final, el sistema democrático se impone y los derechos y libertades prevalecen sobre la corrupción, la imposición y la represión totalitaria de un organismo amparado por las administraciones de gobierno. Hoy, la SGAE ha perdido la poca credibilidad que le quedaba y aquellos que apoyaban este sistema de control han quedado en evidencia. Una vez más, se ha demostrado que la recaudación es una forma de extorsión y que las artes y las letras -ya lo decían los clásicos- son la manifestación más grande y más importante de la libertad.

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