TRAS cientos de años en continua expansión, la librería parece sufrir desde los años noventa una repentina decadencia. Ha esto ha contribuido la continua apertura de grandes cadenas de librerías, fenómeno que en nuestra ciudad todavía esta por llegar, la venta por medio de Internet, los clubes de libros, los quioscos y sobre todo las grandes superficies. La venta de libros ya hace tiempo que no es exclusiva de las librerías, se ha extendido a todo tipo de comercios. Aunque la venta de libros en general goza de aceptable salud y sigue habiendo montones de libros circulando, ocurre que los estamos comprando de otra manera.

Este mundo ha cambiado mucho en los últimos años y no tiene mucho sentido lamentarse de lo que hemos perdido. Hay una clara tendencia en la que las librerías independientes junto a las que pertenecen a cadenas pierden de continuo cuota de mercado en favor de las grandes superficies. No conviene dejarse arrastrar por lo que esta de moda o en auge tanto como para echar en el olvido lo que perdura. La librería apela a nuestros sentimientos de un modo especial que ni la pantalla del ordenador ni los grandes almacenes pueden llegar a reemplazar. En la librería tradicional, tal como la concebimos los que ya tenemos algunos años, se percibe como día a día le queda menos espacio en su mercado natural. Los grandes bestsellers, los libros infantiles y todo aquel título que logra alcanzar importantes cifras de venta quedan para las grandes superficies. El importante y emergente sector del libro de bolsillo y los coleccionables se pueden adquirir con paciencia en el quiosco a bajo precio o bien regalados por algún diario. Queda para las librerías el marginal mercado, solo en ejemplares vendidos, del ensayo, la poesía, la gran literatura y todo libro que responda a una determinada especialidad.

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