Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Caza de brujas

EL obispo de Córdoba le ha declarado la guerra a la Unesco. Así de sencillo. Monseñor Fernández se suma así a grandes personalidades de la política mundial como el presidente Reagan, la primera ministra británica Thatcher, o el senador norteamericano McCarthy. Cuando Estados Unidos y el Reino Unido abandonaron la Unesco en 1984 lo hicieron con el argumento de que aquello era un nido de rojos. Era una vieja idea lanzada a principios de los 50 por el senador McCarthy, antes incluso de que entrase en la institución la Unión Soviética en 1954. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura se fundó tras la segunda guerra mundial, en 1945, en los albores de la guerra fría.

En su larga homilia de 2.182 palabras, durante una celebración religiosa el 26 de diciembre en Córdoba, Demetrio Fernández dedicó un corto párrafo a la Unesco que no lo habría mejorado McCarthy: "El ministro de la familia en el gobierno del Papa, el cardenal Antonelli, me comentaba hace pocos días en Zaragoza que la Unesco tiene programado para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual. Para eso, a través de distintos programas, irá implantando la ideología de género, que ya está presente en nuestras escuelas". Así, sin anestesia. Monseñor no es un dechado de perspicacia en materias terrenales o estratégicas; por ejemplo, prefirió la gran caja andaluza rota, antes que roja, aunque acabó poniendo Cajasur en manos de un ateo. Pero es un prelado muy instruido en el campo doctrinal: se licenció en Teología Dogmática en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma y es miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, antes Santo Oficio, antes Inquisición.

Su inquina contra los homosexuales es un perfecto despropósito, como los delirios del senador MacCarthy contra los rojos en su caza de brujas. Al menos, Reagan y Thatcher esgrimieron argumentos de peso para su ruptura con la Unesco en los 80: era una organización muy burocrática, con demasiados cargos, entre los que primaba el clientelismo antes que la competencia; el 80% del presupuesto se gastaba en la oficina central de París; los gastos suntuarios y honoríficos eran excesivos; había redundancia con programas de otras agencias de la ONU... Pero aquí no hay razonamientos sino fundamentalismo. Este obispo, empeñado en salir en los titulares, aunque sea bien, se atreve a pontificar sobre el amor, el placer y el sexo. Tarea quizá excesiva para un célibe.

En su preámbulo, la constitución de la Unesco dice que puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz. Su aplicación podría aliviar la ansiedad de monseñor Fernández: la guerra contra la homosexualidad, la Unesco y la carne es sólo cosa de su mente.

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