Hay cierto personal que pasa de casi todo y que respeta escasamente las normas de urbanidad. Ahí tienen el ejemplo, una lata de un refresco y una mascarilla en la acera, junto a una papelera. No es más difícil introducirla en su interior que dejarla en el suelo. Es simple cuestión de acercarse a la boca de la papelera y soltar los objetos que aprovechar la ocasión para jugar al baloncesto. El problema añadido, o el colmo del asunto, sería que el triplista -de pésimo porcentajes- después se queje de lo sucias que están las calles de la ciudad.
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