Canalillos de agua en pleno pavimento ardiente que parecen vasos sanguíneos. No lo son, pero casi. También están cargados de vida. Con este calor, insufrible, asfixiante, que vacía las calles y las convierte en páramos de asfalto y ladrillo, un riachuelo de agua puede convertirse en una fuente de vida. Una prueba empírica de la importancia que el líquido elemento tiene en la naturaleza. Constantes vitales en una canícula tórrida que extermina lentamente desde que amanece hasta que la noche finge ponerlo todo en su sitio. Un soplo de aire fresco.

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