La situación a la que están teniendo que hacer frente los vecinos de la zona Norte desde hace años roza ya la indignidad, cuando no yace directamente con ella. Dejando al margen a quienes buscan hacer negocio a partir de actividades ilegales, la realidad es que el desamparo en esta parte de la ciudad evidencia la existencia de que, en pleno siglo XXI, hay ciudadanos de primera y de segunda. Los enganches ilegales para las plantaciones de marihuana no sólo desproveen de luz a viviendas particulares. Ahora también afectan al Centro de Servicio Sociales, donde 28 profesionales del Ayuntamiento, así como siete trabajadores de empresas externas, seguridad y limpieza, nueve monotires de talleres para infancia, población adulta y mayores atienden a 100 menores en horario de tarde, 40 personas adultas y 30 de la tercera edad. Unas cifras que reflejan una situación que parece no llegar nunca a su fin. Alimentos en mal estado, noches interminables de frío y situaciones límite para los grupos de riesgo son el resultado de una ciudad que vive a dos velocidades.

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