Cámara subjetiva

Ángeles Mora

Crónica irreal

NADA más asomar las orejas el año, la real irrealidad de los Reyes Magos se hace presente, con su correspondiente algarabía, en nuestras calles. No es para que el anunciado suceso nos coja por sorpresa, aunque más de una vez al ir a comprar los últimos regalos de Reyes, precisamente, me he visto atrapada y trasportada en volandas por la multitud que se apiña y se cierra en torno a tus pobres huesos.

La tarde del cinco de enero, con el 2010 recién nacido, me fui muy tempranito hacia la Catedral… Había que adelantarse para cerrar las últimas operaciones estratégicas encaminadas al desenlace final: depositar por la noche los regalos reales junto a los zapatos en el salón de la casa. Acerté. La Catedral laica y capitalista de nuestro tiempo a la que me refiero -El Corte Inglés, naturalmente- tenía todavía poca afluencia de fieles. Así que pude comprar con tranquilidad los regalos finales y completar los avíos para el desayuno y almuerzo especiales del día siguiente. Todo se puede conseguir en semejante templo del consumidor privilegiado, que así nos debemos considerar sus parroquianos: privilegiados -aunque unos más modestamente que otros, todo sea dicho-.

Cuando yo volvía, la gente empezaba a acudir en tropel a recibir a la Real Comitiva. De modo que librándome por poco de ser engullida por una masa de arenas movedizas, avancé triunfante contra corriente, con el recuerdo de otras vísperas de Reyes en que por mi insensatez me hallé, como decía, en situaciones apuradísimas, ahogada en medio de la multitud que se precipitaba, tras decir adiós a sus Majestades, en la misma Catedral de la que yo pretendía salir, ni más ni menos.

Mi previsión me hizo al mismo tiempo otro favor: poder disfrutar a los Reyes de otra manera más pacífica, ante otro icono de nuestro tiempo (a la misma altura o más que los centros comerciales): la televisión. Pude contemplar las Carrozas de los Magos tan tranquilamente, verlas avanzar bajo una lluvia fina desde mi sillón preferido y escuchar las palabras emocionadas y lúcidas del Rey Melchor dirigiéndose a los peques granadinos y sus progenitores. "Rey Melchor encarnado, por así decirlo (palabras del locutor) en el artista Juan Vida", que desde que es padre (añado yo) ha vuelto a sentirse niño.

Melchor, Gaspar y Baltasar, los tres estuvieron simpáticos, alegres y bonachones. Lástima que no hayan podido traer el trabajo que muchos granadinos y granadinas les han pedido en sus cartas. ¿Qué habrán dejado los Reyes en nuestro Ayuntamiento, dinero o carbón?

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