Señales de humo

José Ignacio Lapido

Diplomacia

CUANDO supe quiénes componían la guardia personal de Gadafi me acordé de aquella cuestión que intrigaba a Jardiel Poncela: ¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes? Ahora sabemos que treinta, al menos, sí que hay. Ese es el número de doncellas del desierto que se han encargado de que al mandatario libio no le sucediera ningún contratiempo mientras disfrutaba del baile de María La Coneja.

Me pregunto qué clase de oposición pasarán estas chicas para integrarse en semejante cuerpo de escoltas-célibes; en qué loca academia de policía se formarán; ante qué autoridad pronunciarán sus votos de castidad. ¿Qué se valorará más a la hora de la selección, la puntería, las artes marciales o el grosor del himen?

En finý La parafernalia de opereta beduina que ha rodeado la visita del dictador ha dejado clara una cosa: en Europa sabemos cómo taparnos la nariz cuando algo apesta, como es el caso. Que le pregunten si no a Sarkozy. Se cifra en 10.000 millones de euros lo conseguido por las empresas francesas en contratos, muchos de ellos por venta de armamento. Aquí en España no nos hemos quedado atrás. No sólo Moratinos, Zapatero y el Rey acudieron solícitos a departir con el sátrapa sino también el ínclito Aznar, que cenó cordero en la jaima instalada al efecto. Desconocemos si el menú incluía dátiles y leche de camella. Secretos de Estado.

Supongo que la diplomacia consiste en eso, en acariciar el lomo del perro rabioso con la esperanza de que éste no te muerda. Un verdadero arte. O, tal vez, una de las connotaciones más pérfidas del nacionalismo: todo lo que sea en beneficio de mi país es aceptable. Así parece deducirse de las palabras del secretario de organización del PSOE, que afirmó sin el menor atisbo de sonrojo que la visita de Gadafi era "buena para España". José Blanco confundía a propósito nación con las empresas privadas que han conseguido no sé cuántos miles de millones en contratos con Libia. Como español ¿he de sentirme orgulloso o asqueado?

Con motivo del poco diplomático incidente del Rey con Chávez se dijo que las empresas españolas establecidas en Venezuela peligraban. Repsol, Telefónica, BSCH, BBVA, Zara o El Corte Inglés, me da igual: todos sabemos lo poco patrióticas que se muestran estas multinacionales a la hora de explotar a sus trabajadores, sean de la nacionalidad que sean. No seré yo el que derrame una lágrima si su cuenta de beneficios se reduce un poco este año.

Harían bien lo políticos en abstenerse de darnos la tabarra explicándonos los elevados principios morales que rigen sus actos. Derechos humanos, libertades individualesý Al final todo se reduce a pasar por la jaima.

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