Quousque tamdem

Luis Chacón

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Don Niceto

Alcalá-Zamora murió exiliado. En su tumba, ni homenajes ni flores. Tanta memoria histórica ha postergado su figura

Los hechos históricos son indubitables, su interpretación es libre. Las causas y consecuencias acaban siendo más interesantes que el propio suceso que se agota en sí mismo. Y así, el debate sobre por qué ocurrió y qué provocó, puede alargarse ad aeternum. La memoria es personal. Puede convertirse en familiar o social cuando un grupo decide mantener vivo un recuerdo del pasado. El historiador debe ser crítico e inquisitivo. Quien sólo defiende la memoria se deja llevar por el corazón y el sentimiento. La memoria no es historia. La transforma en elegía, épica y leyenda. Las biografías son hagiográficas y cada cual elige sus héroes y villanos. No hay matices. Quizá por eso, hay ensalzados y olvidados en todo este vodevil maniqueo en el que algunos han convertido la historia y la memoria del siglo XX español.

Uno de los grandes ignorados es, sin duda, don Niceto Alcalá-Zamora. Sin negar lo controvertido de su figura política, lo cierto es que fue presidente del Gobierno Provisional y después de la II República, desde su proclamación hasta abril de 1936. Su problema es que no tiene quien le quiera. Para la izquierda, su pasado monárquico, su liberalismo y su acendrado catolicismo le convierten en adversario. También les resulta incómodo el matrimonio de su hijo con una hija de Queipo de Llano. En consecuencia, para casi toda la izquierda, no hay más presidente que Azaña. Muchos monárquicos no le perdonan que se alejara del rey tras el golpe de estado de Primo de Rivera. Un golpe, por cierto, también pacífico y radicado en Barcelona que, a diferencia del que vivimos no hace mucho, resultó triunfante. Lo que deberían entender los cortesanos es que Alcalá-Zamora fue demócrata antes que monárquico y que realmente, fue Alfonso XIII el que trajo la república cuando liquidó el régimen parlamentario y se echó, feliz, en brazos del espadón de turno, a quien durante su viaje a Italia presentaba como "mi Mussolini". Para la derecha conservadora y más o menos autoritaria, tan tradicional y española, es traidor por republicano y quizá, hasta por demócrata.

Don Niceto no es banderín de nadie, ni su recuerdo -sea para elevarlo a los altares o hundirlo en los infiernos- va a dar rédito electoral alguno. Murió exiliado. Pero en su tumba madrileña no hay flores, ni homenajes. Se ve que tanta memoria histórica ha postergado su figura aunque siempre será protagonista de la Historia de España.

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